Capítulo 8.1

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La noche siguiente, Loira se acercó a la ventana antes de desayunar. Las jornadas de nevadas se hacían terriblemente largas, sin embargo, hoy se había despertado con grandes noticias. Una doncella de la cocina que algunas noches le subía el desayuno, le había dicho que había dejado de nevar. La tormenta había terminado por fin. No tardó en levantarse, dejando de lado el desayuno, para ir a la ventana y comprobarlo por sí misma.

Efectivamente, se presentaba una noche sin nevada ni viento. Su dormitorio daba a una de las plazas principales por lo que, al mirar hacia abajo, vio una pequeña multitud amontonada en torno a Siena. Su hermana ya estaba levantada, vestida y dando órdenes a todo el mundo en la plaza. Parecía estar bastante recuperada ya, por la energía que demostraba en sus movimientos. Loira agradecía que su hermana fuese tan buena en lo que hacía porque eso le quitaba a ella la necesidad de tomar ciertas decisiones. Ahora Siena organizaría las partidas de caza y pesca en zonas lejanas, dejando para más adelante zonas más cercanas para estar más cerca de las murallas.

En otra zona de la plaza se encontraba Davra dando órdenes y especificaciones a su grupo. Ellos irían hacia los molinos para revisarlos y repararlos lo antes posible para que pudiesen seguir suministrando energía a la ciudad.

Antes de irse, ambas entrarían al palacio para contarle a ella lo que iban a hacer. Un breve resumen de donde irían y porqué motivo. Sería lo de siempre, pero debían informar por si ocurría algo, saber dónde mandar a un grupo de rescate o apoyo. Una vez que salieran de los muros de la ciudad no tendrían forma de comunicarse con ellos por lo que debían tener una estimación del tiempo que estarían fuera y de la ruta que iban a seguir. Si no volvían en un tiempo prudencial tras el tiempo estimado, habría que mandar un grupo de búsqueda. Loira no mostró ninguna reacción al recordar que el último grupo de búsqueda que fue necesario enviar volvió portando el cuerpo sin vida de su padre.

Se alejó de la ventana para desayunar a toda prisa y vestirse. No tardarían en entrar para informarle. Todos querían salir lo antes posible para aprovechar el buen tiempo antes de que llegase una nueva ventisca, por lo que partirían en cuanto tuviesen el material listo y cargado.

El resto de la población se quedaría intramuros, centrados en sus quehaceres y a la espera del regreso de los cazadores y los técnicos. En cuanto Davra y su equipo regresasen habría que continuar con la cúpula. Pero todo el mundo pararía cuando los cazadores regresasen con la pesca y la caza. Habría que preparar todos los alimentos, limpiarlos, despiezarlos y guardarlos acorde a su uso. En el pescado habría que separar la carne de las espinas para guardarlo todo por separado para tener para comida y caldos. No se tiraba nada si no era estrictamente necesario. Intentaban aprovechar todo al máximo. Con la carne igual: la carne por un lado, los huesos para caldos y las pieles para vestimentas, alfombras, mantas y cobertores.

Lo bueno era que, después de siglos de adaptación y evolución, se había creado una sociedad que era un engranaje que funcionaba a la perfección. Todos sabían qué era prioritario, dónde había que ayudar, qué tareas había que hacer y cuál era la labor de cada uno. Loira no debía preocuparse por nada, salvo que surgiesen contratiempos.

Debía reconocer que su trabajo era bastante sencillo una vez que se contaba con cierta experiencia y, más aún, si una se rodeaba de gente también experimentada y con dotes de mando. La mayor labor que tenía era la toma de decisiones y la de impartir justicia en caso de ser necesario. Teóricamente, debería estar participando ahora en la toma de decisiones de los cazadores e ir dirigiendo a la gente, pero Siena hacía muy bien todo eso. Para Loira, ese punto era muy positivo, a la par que negativo. Su hermana estaba más cercana a la gente, les suministraba comida y luego trabajaba codo con codo con todos ellos para preparar todo para su conservación, colaboraba en la cúpula, iba a la taberna, congeniaba con la gente y un largo etcétera al que debía sumar sus dotes de mando. Todo era positivo mientras que la población no la prefiriese a ella sobre su actual reina. Entonces tanta validez se convertiría en un problema. Era cierto que Siena nunca había estado interesada en ese puesto, pero, si el pueblo te encumbra, tú respondes con agradecimiento. No se echaría atrás si eso ocurría. Siena adoraba los retos. Tenerla lejos era una buena idea. Y que estuviese entretenida con una pareja e hijos era aún mejor.

La Profecía Incumplida I Donde viven las historias. Descúbrelo ahora