Capítulo 6

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Siena se paseaba por el patio interior de palacio disfrutando de la tranquilidad de la soledad. Le habían dado el alta pocas horas después de la visita de Arno y su hermana y hoy ya se encontraba mucho mejor tras unas horas de sueño reparador en su cama. Tenía un bonito moretón en la mandíbula que iba desde tonos amarillos hasta tonos morados, casi negros y que además le dolía bastante al comer, pero sabía que sería cuestión de unas noches y estaría como nueva.

Le habían dicho que tuviese cuidado por si sufría algún mareo o migraña fuerte durante las siguientes noches y que estuviese relajada y no hiciese muchos esfuerzos. Así que allí se encontraba, siguiendo los consejos del médico y teniendo la noche más aburrida que se podía tener. Pasear por el patio interior no era precisamente un pasatiempo divertido, pero así estiraba un poco las piernas y tenía la sensación de haber salido de palacio por lo menos un rato. Sin embargo, ahora iría a uno de sus sitios favoritos: la biblioteca. Una sala inmensa con filas y filas de estanterías llenas de libros y documentos con todo tipo de información. Encontrabas libros sobre tecnología, agricultura, animales, clima, plantas de la zona de Tundra y Zona Neutral. Había de todo. Incluso se había leído el último tratado de paz entre su reino y el Reino del Sol. Todo estaba ahí. Y ella adoraba leer y saber más. El resto de esa noche lo pasaría junto a su chimenea leyendo algún libro interesante.

Leer era uno de sus pasatiempos favoritos. Normalmente, en aquellas noches en las que tenía menos que hacer, ocupaba algunas horas en ayudar en la construcción de la cúpula, pero siempre después de haber realizado todos sus quehaceres. Hoy estaba ociosa, sin embargo, no podía echar una mano en casi nada. Lo que la dejaba todo el tiempo del mundo para su principal hobbie. Decidió que continuaría su paseo rumbo a la biblioteca y pasaría un rato caminando entre las estanterías en busca de un buen libro para las próximas noches.

Volvió a entrar entre los muros de palacio y fue hacia el corredor rumbo al ala del palacio donde se encontraba la biblioteca. No hubo cambio de temperatura ya que el patio interior era lo primero que se había cerrado con cristal calefactable por lo que la temperatura era muy agradable en esa zona. Se decidió que era el mejor sitio donde probar la nueva tecnología y ver si era viable para el resto de la ciudad. Y, bueno, lo fue.

Lo que no esperaba era encontrarse con Arno según cruzó el umbral de la inmensa puerta de doble hoja de madera y hierro que había sido engrosada para incluirle una gran capa interior de aislante también calefactable. Una absoluta maravilla que se repitió en cada una de las puertas que daban al exterior.

Arno se encontraba apoyado contra la pared, justo en frente de la puerta. Debía de llevar un rato ahí, observándola, mientras esperaba que ella se decidiera a entrar. Era algo que quizá debería empezar a preocuparla, aunque, de momento, lo dejaría pasar. Sabía que el chico estaba preocupado por ella después de lo sucedido, así que lo pasaría por alto. Le sonrió y se acercó a él al ver que se separaba de la pared y se erguía con intenciones de ir hacia ella. ¿Para qué retrasar lo inevitable o intentar esquivarle? Mejor ir de frente, tranquilizarle e irse de nuevo sola. Quizá les debía parecer a todos algo introvertida o poco dada a relacionarse socialmente, aunque en las ocasiones especiales sí había demostrado que sabía moverse con todos, que los conocía y que se relacionaba con todos ellos muy bien.

Arno se acercó a ella para encontrarse en medio del pasillo. Le sonreía hasta que le vio la mandíbula y los moretones que tenía. En ese momento su sonrisa se torció hasta convertirse en una mueca que iba del desagrado a la disculpa.

— Vaya, hoy tiene peor pinta —dijo mientras le sujetaba el mentón a Siena para alzarle la cara y verlo mejor—. Aunque debo decir que tienes toda la gama de colores que se puede tener.

Arno le estaba tomando el pelo. Eso le sorprendió. No parecía nervioso sino, curiosamente, seguro de sí mismo. Y se lo había dicho riéndose... La sorpresa hizo que levantase una ceja y le mirase burlona.

La Profecía Incumplida I Donde viven las historias. Descúbrelo ahora