Capítulo 49.1

38 9 0
                                    

Urai estaba en la puerta esperando desde que escuchó que se acercaba un coche a la ciudad. Estaba impaciente por volver a ver a Siena después de que se tuviese que marchar justo tras su unión. Esas noches sin ella habían sido extrañas, sobre todo después de que hubiese estado instruyéndola durante más de una semana sobre el mundo antiguo, preparándola para su nuevo puesto como diplomática. Y ahora ya era su mujer. Jamás se había sentido tan feliz como aquella noche en la que ella aceptó, delante de todos, ser su esposa.

Durante esas noches que ella llevaba ausente no había parado de recordar las noches previas, sus dudas sobre si debía unirse a él y el miedo que había sentido en todo momento de que ella cambiase de opinión. Pero finalmente había llegado contenta al enlace y había dicho que sí. Recordar aquellos momentos siempre le sacaba una sonrisa. Esperaba que ella también le hubiese echado de menos el tiempo que había pasado fuera.

Esperó a que metieran el todoterreno en la nave para entrar y cerrar la gran puerta tras ellos. Se acercó sonriente junto con Loira para recibir a Siena. Su mujer bajó del coche, devolviéndoles la sonrisa. Primero se acercó la Reina para darle un rápido beso en la mejilla e indicarle que quería hablar con ella la noche siguiente sobre su viaje. Agradeció que no quisiera que fuese esa misma noche ya que había llegado más tarde de lo previsto y estaría cansada seguramente. Cuando su cuñada se hizo a un lado pudo acercarse y abrazar a Siena, momento en el que notó que ella aspiraba con fuerza. Se apartó rápidamente sin entender por qué parecía que le había hecho daño.

— Tranquilo, es que tengo el brazo dislocado ―dijo con la mano en el hombro.

— ¿Qué te han hecho esos bárbaros? ―preguntó Loira con tono despectivo.

— No ha sido culpa suya. No nos alteremos, ¿de acuerdo? Ya sabéis lo bruta que puedo ser. Estaba entrenando con Uriel y me tenía bien sujeta contra el suelo con una llave que no conocía. Intenté liberarme e hice un movimiento que me dislocó el hombro. Pero me anestesiaron y me lo colocaron en su sitio. Estoy bien. Me han puesto antes de salir una última inyección de antiinflamatorios que me ha dejado como nueva. En unos días estaré repuesta ―explicó sonriente Siena.

— Querrás decir en unas noches, ¿no? ―corrigió la Reina molesta con el error.

— Eso es. En unas noches estaré repuesta ―repitió su mujer eliminando el fallo para congraciarse con su hermana―. Por cierto, ¿a qué se debe esta urgencia en mi vuelta?

— Mañana te espero tras el desayuno en mi dormitorio. Tenemos mucho de lo que hablar, incluidos los motivos de tu vuelta. No te retrases ―le recordó Loira.

— Allí estaré ―contestó a la espalda de la Reina que ya se marchaba sin esperar respuesta.

— Vente, vamos a cenar y me vas contando qué tal tu primera experiencia como diplomática ―le ofreció sonriendo para romper con el ambiente tenso que había dejado la Reina tras de sí.

Acompañó a Siena al dormitorio para que se cambiase mientras él se dirigía hacia el comedor para preparar unos asientos para ellos e ir cogiendo los alimentos que más le gustaban a ella. No tardo en reunirse con él y se sentaron a comer, sin embargo, la notó extrañamente callada y pensativa. Trató de sacar varios temas de conversación, pero solo contestaba con monosílabos y no daba pie a conversar. No sabía qué ocurría y eso le estaba poniendo nervioso.

Según terminaron de cenar, Siena se levantó y le dijo que le acompañase, que tenía que hablar con él. Ese tipo de afirmaciones nunca eran buenas, sin embargo, él no localizaba ningún error por su parte en el poco tiempo que habían estado juntos. Se limitó a esperar hasta que estuvieron en la biblioteca. Estar allí le relajó puesto que, si el tema a tratar fuese sobre ellos, habrían ido a su habitación y no allí. Además, el que ella le guiase hasta el fondo, donde se encontraba la sala oculta, ya terminó de dejarle claro que tenía que informarle sobre otras cuestiones.

La Profecía Incumplida I Donde viven las historias. Descúbrelo ahora