Capítulo 39.2

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Las dos rieron juntas ante la situación que creían real sobre el Sol. No le dijo nada de las sospechas que Urai y ella tenían sobre las mentiras que les habían hecho creer y que ella quería ir para buscar la verdad. Si encontraba algo, ya vería si se lo contaba o se lo guardaba para sí misma. Y bueno, con Urai, porque con él sí que compartiría sus averiguaciones. Para cuando volviese del Sol, Urai no solo sería su amigo, su maestro, su compañero en teorías locas, también sería su marido.

Se alejó de su hermana dejándola de nuevo en el grupo, aun sorprendida de que Loira estuviese de tan buen humor como para mezclarse con la gente y mantener afables conversaciones con ellos cuando normalmente se limitaba a mirar a todos por encima del hombro. Se marchó del salón yendo por los pasillos ya vacíos sin rumbo fijo, simplemente deambulando, pensativa. Se dio la vuelta cuando escuchó pasos apresurados tras ella.

— Siena, te he visto hablar con Loira y cómo te has ido después del comedor. ¿Todo bien? —preguntó Urai preocupado al darle alcance.

— Sí, no ha sido nada. He intentado algo y no ha funcionado.

— Explícate, no te sigo. ¿Sobre qué has hablado con ella? —preguntó extrañado.

— Los extranjeros me han invitado a irme con ellos cuando partan de regreso para enseñarme todo en calidad de nueva diplomática. No les di respuesta, pero aproveché la excusa para hablar con Loira y ver si podía retrasar nuestro enlace un poco —explicó sin tiento. Después de que él le dijera que la quería seguramente le dolería saber que ella seguía intentando librarse, pero tampoco quería tener secretos con él.

— Ya veo. Supongo que no ha querido posponerla ¿no? —acertó en sus suposiciones, aunque no parecía molesto, solo curioso.

— No. Me dijo que entendía que quisiera ir, por lo que me gusta la aventura y todo eso, pero que la unión no se podía cancelar porque ya estaban todos los preparativos listos. Sin embargo, para quedar bien conmigo, me dijo que me ordenaría ir para evitar las habladurías sobre mí si me marcho justo después del enlace —siguió explicándole la conversación viendo que no se lo estaba tomando mal—. Realmente ir ahora o dentro de unas semanas me da igual, era mi excusa y no ha funcionado. Lamento decirte que me iré con ellos al Sol cuando se marchen.

— Ya veo —volvió a responder aún pensativo.

— ¿Podrías decir algo más que ya veo? —bufó golpeando los dedos del pie derecho contra el suelo y cruzándose de brazos. No quería que encolerizase por la falta de tacto de largarse justo después de la unión, pero tampoco le hacía gracia que pareciese totalmente indiferente al hecho.

— No te gustaría escuchar lo que pienso al respecto. Intento contenerme —contestó Urai cerrando los ojos y aspirando con fuerza para continuar hablando entre dientes—. Claro que no me gusta, parece que sales corriendo y huyes de mí, pero te dije que te apoyaría en todo y quiero mantener mi palabra.

— No huyo, yo nunca huyo de nada —respondió enfadada a su acusación—. Sabía que no te gustaría, solo esperaba que al menos apreciaras lo bueno de la situación. Hace apenas unas noches estuvimos hablando sobre ellos, sobre que todo lo que sabemos de ellos es posiblemente una mentira que han fomentado durante generaciones. Ahora voy a tener la ocasión de ver la verdad por mí misma. Y te juro por la Madre que me hacía tremenda ilusión compartir contigo todo lo que descubriese allí.

— Te lo agradezco. Sí me gustaría que compartiésemos eso. Te conté mis sospechas y me alegró que tú también fueses capaz de ver esos huecos de lo que dábamos por sentado de ellos. Me encanta que quieras seguir investigando y descubriendo la verdad, aunque hubiese preferido que no fuese tan pronto. No justo tras nuestra unión —dijo debatiéndose claramente entre una curiosidad que le animaba a apoyarla en su viaje sorpresa y la necesidad de tenerla junto a él como esposa al menos unas semanas.

La Profecía Incumplida I Donde viven las historias. Descúbrelo ahora