Tajto se acercó a la mesa para cenar. Se había pasado toda la noche pensando en alguien que pudiese matar a Loira por él. La renuncia de Vestul había cambiado todo. Se lo veía venir desde casi el comienzo, pero había esperado que no fuese así. Le convenía que lo hiciese porque no soportaba la idea de mancharse las manos él mismo. Desde el momento en que le dijo que lo dejaba había estado pensando en otro posible peón. Sin embargo, encontrar a alguien que cumpliese con un encargo tan controvertido y que no le traicionase yendo directamente a contárselo a Loira, era muy complicado. De hecho, no se imaginaba aún a nadie.
Por otro lado, llevaba encerrado en su dormitorio desde que hablase con Vestul. Le había dicho que no le delataría, sino que olvidaría todo lo relacionado con el plan, pero a Taj le había costado creerle. Por ese motivo se había quedado escondido ahí, esperando que en cualquier momento apareciese algún miembro de la guardia para arrestarle. Tras darse cuenta de que llevaba toda la noche en su dormitorio y que nadie había ido a buscarle, decidió salir. Entró en el comedor siendo ya la hora de la cena, temeroso de lo que podría encontrarse, aunque nadie pareció mostrarle más atención de la habitual. En un extremo de la amplia mesa se encontraba la propia Reina que pareció no notar su presencia. Todo parecía estar en orden. Vestul había cumplido su palabra y no le había delatado.
Se sentó cerca de donde se encontraba Loira hablando con Davra, ambas muy concentradas. Viendo que no había problema con él decidió sentarse cerca de ella, mostrando su posición de autoridad. No dejaba de ser el diplomático y, de esta manera, quizá se enterase de lo que estaban hablando. Posiblemente sería de los avances con las investigaciones de reproducción y esas tonterías. Dudaba que consiguiesen nada más que perder el tiempo. No podían pretender cambiar el curso de las cosas entre tres mujeres. Lograr ellas lo que ni se habían llegado a imaginar cientos de generaciones previas, era inviable. Lo más fácil era unir ambas civilizaciones y dejar de lado esas tonterías de permanecer cada una en un lado. Podrían dejar de vivir en esas condiciones de congelación y comenzar una vida todos juntos en la Zona Neutral. La cúpula estaba bien, pero el clima era mejor en el Trópico, sin lugar a dudas. El mestizaje supondría muchas cosas positivas tanto para ellas, que buscaban evitar la consanguineidad, como para él, que buscaba irse de ese sitio helado y oscuro.
Por no hablar del hecho de que en el Sol gobernaba el mejor, el que ganaba una competición, que además solía ser un hombre. Estaba cansado de tanta reina y su sentimiento de superioridad. Quería que se les considerase iguales y no que parecía que les hacían un favor dejándoles opinar en el Consejo y teniéndoles en cuenta siendo meros obreruchos.
Si lo hacía bien, tenía mucho que ganar. La retirada de Vestul del plan había supuesto un retraso, sobre todo por un punto clave: no le había preguntado cómo tenía pensado matarla. Entendía que después de tanto tiempo tendría la manera de hacerlo sin que las sospechas recayeran sobre nadie, pero no se lo había preguntado. Aunque lo cierto era que estaba casi seguro de que sus escrúpulos no le habían permitido llegar tan lejos como para planear realmente el modo de matarla. Le daba en la nariz que sacarle el tema de nuevo sería correr un riesgo inútil puesto que no conseguiría ninguna respuesta.
Intentó escuchar lo que decían ellas dos, pero hablaban muy bajito. Solo veía que Davra le debía estar informando de los avances porque Loira se limitaba a escuchar, asentir y a hacer algún comentario de forma puntual.
— ¿Te interesa esa conversación más que tu cena, Taj? —preguntó Elster sentándose frente a él en la mesa y atrayendo con su comentario la atención de la Reina, de Davra y de todo el comedor.
— No me interesa ninguna conversación. Estaba pensativo y no miraba a ningún punto en concreto —intentó aclarar él sonriendo como perdonándola por haberse confundido.
— Pues a mí me parecía que estabas poniendo todos tus sentidos en intentar escucharlas hasta el punto de que no te has fijado que yo me acercaba a ti de frente —insistió ella.
— ¿Tajto? —esa simple pregunta de la Reina implicaba que le preguntaba si era cierto lo que decía Elster. Quería una respuesta porque no le había valido la excusa que había dado antes. La situación se estaba poniendo fea y se empezó a poner nervioso.
— En serio que no estaba intentando escuchar su conversación —comenzó poniéndose en pie para acercarse a ella mostrándose contrito y, esperaba, creíble—. Realmente solo estaba...
— ¡Basta! —interrumpió Elster— Para explicar todo eso no es necesario que te levantes ni que te acerques a ella. Siéntate de nuevo.
— De acuerdo —no entendía por qué Elster se había levantado de la silla y puesto entre él y Loira como queriendo protegerla. ¡Ni que fuera a matarla! Bueno... de hecho sí iba a matarla, pero no ahora, pensó. Y tampoco debía de saber ella nada al respecto. No entendía a qué venía esa reacción tan protectora por su parte. Entendía que era la tía de la Reina, sin embargo, nunca se había puesto de esa manera con su sobrina—. Me siento de nuevo, disculpad. No hay ningún problema ni mala intención por mi parte, en serio. Aunque de todas formas no sé por qué me tratas así, como si yo fuese un maleante. No tienes que protegerla de mí, soy miembro del Consejo. Además, no eres miembro de la guardia y, si ellos no ven peligro en mí, no sé a qué viene esta actitud.
— Algo que no entiendo de ti, Tajto, es cómo conseguiste que mi madre te nombrase diplomático —intervino la Reina con voz serena—. Lo único que me demuestras cada vez que hablas es que no tienes conocimientos sobre diplomacia. La otra noche en la reunión, tu intervención ya me planteó ciertas dudas y ahora, viendo como hablas a mi tía, nada menos, que te ha pillado fisgando en una conversación ajena, me dejas claro que el puesto de diplomático no es para ti. Por ese motivo decido relevarte del cargo. Ya no serás nuestro diplomático. En la próxima reunión del Consejo nombraré a tu sustituto, aunque ya te enterarás de quién es con los demás puesto que no estás invitado a las reuniones al no ser ya miembro de mi Consejo privado.
— Pero mi Reina, creo que aquí hay un error —comenzó Taj nervioso mientras se le trababa la lengua, sorprendido por lo que acababa de escuchar. No entendía cómo la situación había derivado en su destitución del cargo que había ostentado casi toda su vida.
— No hay error posible —intervino de nuevo Elster—. La Reina es la que manda y lo ha dejado bien claro. Deberías marcharte.
— No pienso marcharme, estoy en el comedor cenando. Como hacen todos y como estaba haciendo yo mismo hasta que apareciste tú y me acusaste de esas idioteces. No sé qué te pasa, pero creo que la edad te está afectando, Elster. Mira la que has liado —dijo mirándola con puro odio, sentado, sin soltar lo cubiertos con la intención de desafiarla quedándose allí y continuar con su cena.
— ¡Ya basta, Tajto! —intervino de nuevo Loira— Esta es una decisión mía. Una decisión que llevaba noches dando vueltas y que, con la actitud que tienes, no haces más que reforzarla. No es culpa de Elster, sino tuya. Y, viendo cómo sigues hablándola delante de mí, veo que no aprendes. Continúa cenando si quieres, pero, por mucho que te rebeles ahora, no harás que cambie de parecer. La decisión está tomada.
Tajto se limitó a asentir en silencio viendo que lo mejor era quedarse callado y no aumentar la ira de la Reina ni de nadie más. Se quedó ahí sentando, dispuesto a terminar su cena a pesar de que no tenía ya hambre. Era muy consciente de que todo el comedor había presenciado atónito el intercambio de palabras, así como su destitución. Había sido humillante. El hecho de quedarse en la mesa a terminar su cena había sido la única manera de conservar un mínimo de orgullo después de que le acusaran de espiar y le echaran del Consejo.
Terminó su cena lentamente, intentando demostrar tranquilidad e indiferencia por lo ocurrido. Sabía que la noche siguiente a más tardar toda la ciudad sería conocedora de lo que acababa de ocurrir. Pensar esto acrecentaba su ira. No sabía qué le había pasado a Elster para meterse con él, quizá había tenido una mala noche, pero el que esa niñata le hubiese quitado su puesto... eso le hacía hervir de ira.
Había estado buscando alguien que quisiese matarla por él, pero ya no iba a buscar. Después de la humillación de hoy, no dejaría que nadie le quitase el placer de hacerlo él mismo. Quería verla morir lentamente en primera fila y disfrutarlo. No sabía cómo había pensado hacerlo Vestul, pero él tenía sus propias ideas. Y, según su enfado iba en aumento, más se le ocurrían, hasta el punto de no saber cuál escoger.
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La Profecía Incumplida I
Научная фантастикаPrimer libro de la trilogía "La Profecía Incumplida". Dos civilizaciones supervivientes luchando por evitar que la especie humana se extinga. Dos reinos obligados a entenderse para sobrevivir, tan diferentes como la noche y el día eternos en el que...