Siena entró en un gran comedor donde estaban reunidos los miembros de la familia. En la cabecera de una mesa no muy grande se sentaba Trevor con sus hijos a cada lado y a ella le dejaron presidir el otro extremo de la mesa. Se disculpó por llegar tarde, pero no le dieron importancia.
— La hora la fijamos pronto porque mi querida hija, Alyssa, siempre llega tarde. Y por eso ponemos una hora temprana para que cuando llegue estemos comiendo a la hora correcta. De hecho, si te fijas, no está aquí todavía —contestó Trevor. Y era cierto, ella había llegado veinte minutos tarde y, sin embargo, la chica aún no había aparecido. Lo cierto era que se acababa de enterar que tenía una hija ya que no había oído hablar de ella. En el funeral de su padre conoció a Gabriel y a Uriel, así como al Rey, pero ella no asistió.
— No sabía que tenías una hija, creía que ellos eran tus únicos hijos —comentó Siena sincerándose.
— Es normal. Es un ratón de laboratorio y casi no sale de ahí, menos aún salir de la ciudad o del Reino. A estos dos —dijo señalando a sus hijos— los conocéis porque me acompañan siempre. Les gusta ir a la Noche y hacerse notar cuando están allí.
— Ya me di cuenta —espetó sonriendo en dirección a Uriel—. Diría que te gusta mi hermana. Aunque te daré un consejo: no insistas, no tienes opciones.
— Te agradezco el consejo, pero no estoy de acuerdo con él —contestó el aludido sonriendo misteriosamente.
— Ah, por fin —exclamó Trevor cuando se abrió la puerta y entró una joven que parecía de su edad o quizá algo mayor—. Dejadme que os presente. Tenía ganas de que os conocierais.
Las presentaciones oficiales se hicieron rápidamente para poder sentarse a cenar finalmente. Sin embargo, no podía dejar de mirar a Alyssa hasta un punto que iba a resultar ofensivo si se daba cuenta, pero era muy diferente de cualquier mujer que hubiera podido conocer en la Noche. Tenía el pelo liso y cortado a la altura de los hombros, era de un color chocolate precioso y con mechones de pelo teñidos en rosa. La veía increíblemente guapa, además, con una ropa igual a la de sus hermanos. Una camisa que le quedaba ancha y que llevaba atada con un nudo a la altura de la cintura y unos pantalones caquis anchos, aunque perfectamente ajustados en la cadera.
— Es toda una novedad que estés aquí abajo —dijo Alyssa mirándola con curiosidad—. Nunca baja nadie de la Noche.
— Ella es especial. Ha pedido la verdad porque no se creía la historia que hemos mantenido durante siglos de que somos unos pobres salvajes —contestó bromeando Gabriel.
— ¿Y te gusta la verdad? —preguntó a Siena.
— Mucho más que la mentira —contestó sonriendo y mirándola a los ojos. Momento en el que se fijó que sus ojos eran de color ámbar. Eso la dejó sorprendida porque tenía entendido que todos en el Sol habían desarrollado ojos oscuros, prácticamente casi todos los tenían negros—. Tienes los ojos claros.
— Oh, vaya —exclamó riendo la joven—. Que observación tan directa. Pero sí, tengo los ojos claros, aunque solo cuando hay menos luz porque fuera, a pleno sol, se me oscurecen y se vuelven marrones. Sin embargo, no sé porque te sorprendes tanto, tú tienes los ojos más azules que he visto en mi vida.
— Disculpa mi salida de tono, no debí decirlo en voz alta —se disculpó, aunque no parecía ofendida—. En mi ciudad todos tenemos estos ojos azules, pero siempre leí que aquí teníais ojos oscuros, como tus hermanos y tu padre.
— Eso es porque en mí han predominado los genes mixtos ya que mi abuela fue una portadora —explicó Alyssa haciendo que Siena lo entendiese aún menos que antes.
— ¿Qué son genes mixtos y que es una portadora? —preguntó sabiendo que podría parecer una inculta. Podría ser una de las muchas cosas que aún no le había explicado Urai sobre los Antiguos.
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La Profecía Incumplida I
Ciencia FicciónPrimer libro de la trilogía "La Profecía Incumplida". Dos civilizaciones supervivientes luchando por evitar que la especie humana se extinga. Dos reinos obligados a entenderse para sobrevivir, tan diferentes como la noche y el día eternos en el que...