Urai ya estaba en el dormitorio de Loira esa mañana. Había ido bien temprano para no dejar pasar más tiempo. Cuanto antes se lo quitara de encima, mejor. No podía seguir sin dormir por la tensión. La noche anterior había sido intensa. Primero el trabajo, después su discusión con Loira y por último la conversación con Siena. Le habría gustado poder descansar después, pero el insomnio había hecho acto de presencia y no le dejaba tranquilo. Sus pensamientos giraban en torno a lo que debía estar sintiendo Siena al ver que él le había ocultado tanta información en lo que, de seguro supondría ella, sería para favorecer los intereses de la Reina. Y no era así. Le había costado mucho tiempo darse cuenta de que a la que realmente quería era a su amiga de tantos años y no a la fría beldad que reinaba en la Noche. Ya buscaría cómo convencerla de sus verdaderos sentimientos y de que se había callado tantas cosas por no perjudicarla.
También había intentado no pensar en la reacción de Loira ante la noticia y en las posibles repercusiones que pudiesen acarrearle su ira. Él había roto la relación y eso ya no le había gustado. Le había llevado la contraria en lo referente a su hermana, dejando ligeramente claro que se ponía de parte de Siena y eso le había enfadado bastante. Sin embargo, el que no hubiese reculado en ninguna de esas decisiones, sino que siguiese sin querer volver con ella y continuase defendiendo a la hermana, había producido una confrontación constante. Podía mantener una calma aparente cuando trabajaban juntos y cuando había más gente, pero a solas no permitía que hablase bien de Siena y se cerraba a la idea de darla tiempo, sabiendo que eso le hacía daño a él.
No debía olvidar que, además de ser mujer, era la Reina. Si ella ordenaba que no se celebrase la unión, él no podía llevarle la contraria. Por ese motivo, antes de hablarlo todo en privado con ella, para que no soltase nada inapropiado en público, había decido contárselo a varias personas para que difundieran la noticia de su unión. Así, si decidía prohibirla, se pondría en contra a la población. O eso esperaba, que no quisiera ejercer su autoridad sin importarle nada ni nadie.
Sin embargo, habría preferido ahorrarse esa conversación si hubiese podido. En estos momentos, sentado en esos sillones azules sorprendentemente cómodos, habría preferido estar en cualquier otro lado. Vio acercarse a Loira con una tetera de lo que sabía sería ese asqueroso té negro que solo ella apreciaba. Le observaba con una sonrisa extraña. Urai cayó en la cuenta de que, quizá, esperaba que estuviese ahí porque quisiera retomar la relación. Esperaba que no, porque entonces el golpe sería mayor.
— Bueno, Urai, hacía tiempo que no estabas en mi dormitorio. ¿A qué se debe esta inesperada visita? —pensándolo bien, quizá sí pensase eso debido a las horas y el lugar. Debería haber esperado hasta unas horas más prudenciales para ir a hablar con ella.
— Sí, me urge hablar contigo y sé que desayunas siempre en tu dormitorio y a la misma hora, por eso es el mejor momento para localizarte.
— Pues aquí me tienes —dijo sonriendo mientras servía dos tazas de su querido té y dejaba una de ellas delante suyo en la mesa. Debería haber aprovechado esos momentos tan íntimos con ella en el pasado para decirle que odiaba ese brebaje. Con eso se podría haber ahorrado hoy, al menos, el sufrirlo mientras discutían.
— Quería hablar contigo sobre tu problema con Siena —vio que ella fruncía el ceño y se ponía seria de repente—. Me gustaría saber si es necesario que ella se una, sí o sí, a Arno o si podría unirse a cualquier otro. En teoría solo quieres que ella te dé tiempo, así que supongo que, si encuentra a otro, te parecerá bien. Sobre todo, si se unen en pocas noches sin esperar un noviazgo largo.
— Eso lo veo complicado. Dudo que ella esté dispuesta a unirse a nadie voluntariamente ahora mismo y menos en tan poco tiempo. Salvo que le guste alguien y yo no lo sepa. Pensé que estaba al tanto de todo, pero puede ser que lo lleve muy en secreto. Ya me ha pasado con Davra y mi primo, Tiberio. Aunque sería difícil que pasara dos veces tan seguidas —comentó ella pensativa. Estaba claro que estaba haciendo memoria de todos los chicos que había y de los chismes que tenía de cada uno en relación con su hermana—. Sabes de sobra que me da igual con quién se una, siempre que sea pronto. Es más sencillo si me dices que ya conoce a alguien y solo tengo que darles un empujoncito para que se lancen a la ceremonia definitiva.
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La Profecía Incumplida I
Science FictionPrimer libro de la trilogía "La Profecía Incumplida". Dos civilizaciones supervivientes luchando por evitar que la especie humana se extinga. Dos reinos obligados a entenderse para sobrevivir, tan diferentes como la noche y el día eternos en el que...