Capitulo 17

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— ¡Christopher! — entré emocionada a su habitación, aunque allí debería estar, no lo vi por ningún sitio — ¿hola?

Finalmente salió del vestidor terminando de ponerse una camisa. Me quede un tanto atónita al ver el final de su abdomen, se marcaba una V bajo su ombligo y un poco más abajo, a su derecha, el pequeño vendaje que cubría la cicatriz.

Nunca había visto de frente a un hombre sin camisa, tan solo por algunas fotos que me enseñó Marlene y unas cuantas en revistas que se dejaban los trabajadores por ahí, así que sí, ese pequeño segundo en el que pude ver un pequeño trozo de su abdomen me hizo sentir muy extraña.

Por impulso me di la vuelta dándole la espalda, me mordí el labio avergonzada, pero estaba la puerta abierta y llevaba los últimos cuatro días viniendo en cada momento, nunca había presenciado algo así.

— ¡Alya! — dijo a mis espaldas sorprendido, pero no más que yo por supuesto.

— ¡Lo siento! — me excuse mientras sentía sonrojarme completamente.

Sentí una vergüenza inexplicable, pero a la vez me entró una tremenda curiosidad por ver el resto de su torso, ya estaba yo yéndome por otros lados.

— Jummm, ¿por qué? — preguntó con verdadera confusión.

¿Acaso no se dio cuenta?

— Por entrar así, lo siento. Estaba la puerta abierta y...

— Alya — me interrumpió — no entiendo.

¿Qué no entiende?

— Te estabas vistiendo.

— Me estaba cambiando la camisa porque le cayó comida a la otra, no preguntes. No tienes que disculparte.

— La próxima vez cámbiate con la puerta cerrada.

— A ver, primero date la vuelta que odio hablar con tu espalda. 

  Me giré insegura y nuestras miradas se encontraron, estaba de pie, un poco encorvado mirándome con toda su ropa puesta, me refiero a una pijama que es lo que usaba todo el día, no podía usar pantalones normales para no lastimar su herida.

— Te sonrojaste, Alya — se burló, yo me sentí como estupida —  ¿por qué?

— Te estabas cambiando... — murmuré. No me salió mucha más voz en ese momento, el sentimiento de vergüenza estaba intacto.

— Sí, pero ya me había puesto la camisa, no entiendo.

— Te vi el abdomen, eso es muy indebido. De verdad, cierra la puerta.

— ¿Te pusiste nerviosa por eso?

— No, me dio vergüenza — decía la verdad —. Es como si entraras a mi habitación y me vieras ponerme una blusa. ¿Que sentirías?

— No quieres saberlo. Ya, olvídalo, estás haciendo drama por nada.

No estaba haciendo drama, aquel sentimiento fue muy genuino y aquella imagen no se iría de mi mente, jamás.

— Cierra la puerta cuando vayas a cambiarte, y ya está.

El guardia que nos acompañaba siempre desde la puerta, debía estar harto de escucharnos todo el día.

— Si supieras todas las cosas que me estoy callando porque eres muy pudorosa y podría darte algo aquí mismo.

— Sí, cállate mejor.

— Es lo que digo — levantó las manos en señal de inocencia, luego se fue caminando lentamente hasta la cama — empecemos de nuevo — hizo una mueca al sentarse, al lograrlo me miró satisfecho —. Hola, querida, ¿me necesitas? Te pusiste tacones... ¿por mi?

The crown in betweenDonde viven las historias. Descúbrelo ahora