Capítulo 59

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Nos tomó casi 15 horas de viaje llegar a Casioperant,  fue realmente agotador, ya estaba hartándome genuinamente de pasarme la vida en un avión, nunca fue mi actividad favorita, ni cuando era una niña, me resultaba muy aburrido, algo que sin duda no ha cambiado con el tiempo.

Lo único que me motivaba era pensar que al llegar dejaría de ser princesa por un par de días y aquello lo tomamos en serio, decidimos viajar de incógnito, empezando por no anunciarlo públicamente ni por error y viajar en un jet privado común, no uno con el escudo de la familia real por todas partes. Viajar en un avión comercial no podía ser una opción si queríamos mantenernos bajo perfil.

También decidimos no llevar ningún empleado, tan solo un par de guardaespaldas que irían de encubierto y alojarnos lejos de las zonas turísticas.

Pensar en tener tanta libertad me tenia a la incertidumbre y mucho más el no saber lo que había planeado Christopher.

En el aeropuerto alquilamos un auto y Christopher condujo llevándonos hasta nuestra casa por los próximos días. Nos tardamos un poco más de dos horas, pero finalmente llegamos a una hermosa casa junto a la playa, un tanto lujosa y con muchísimo espacio de sobra, eso sí, casi era del tamaño de nuestra casa en Cressida.

— Creo que pude haberme conformado con una pequeña cabaña junto al mar — le dije mientras me asomaba por el balcón de la habitación principal donde se veía el mar y el atardecer de fondo.

— Probablemente, pero no habríamos sobrevivido. Seamos honestos, Al, venimos de vacaciones, la idea no es hacer mucho más que disfrutar.

— Hice entrenamiento militar intensivo, sé pilotar un helicóptero, aviones y barcos de combate, un tanque, disparar varios tipos de armas y sé hacer fuego en medio del mar, probablemente yo sobreviviría más que tú — bromeé aunque era cierto.

Lo sabía hacer, que saliera bien era otra cosa.

— ¿Tienes licencia de conducción?

— Mis hermanos y yo tuvimos que aprender a conducir a los 12 años por paranoia de mis padres en caso de emergencia y cuando cumplí 16 saqué mi licencia legal, pero nunca la he usado realmente.

— Yo sí, en Damaris tenía mi propio auto y solo lo conducía yo, aquello lo extraño un montón.

— Algo podremos hacer para eso. ¿Tienes hambre? — me di la vuelta hacia adentro.

— No realmente ¿tú? — negué.

— La diferencia horaria es confusa, ahora solo quiero darme un baño y dormir.

— Yo iré a ver un par de cosas afuera, llámame si necesitas algo.

— Lo haré.

Aquella noche no hicimos gran cosa, estábamos exhaustos del viaje, pero a la mañana siguiente lo primero que hicimos fue ir a una escuela de buceo donde me enseñaron a nadar con el equipo de buceo y el tanque en una piscina gigante, era tan reconfortante que nadie nos conociera, nos trataban como a cualquier humano, nadie nos miraba fijamente o nos tomaba fotos a escondidas, nadie hacía reverencias, fue simplemente perfecto, estuvimos toda la mañana allí hasta que nos quedó la careta marcada en la cara.

En la tarde fuimos a un pequeño pueblo cerca de casa lleno de hermosas casas alineadas una junto a la otra, con luces y balcones de colores, con pequeños callejones llenos de arte, allí nos sentamos en una pequeña plaza a ver a las personas solo ser personas, jamás había sentido tanta tranquilidad hasta ese momento, mis piernas me estaban matando al anochecer, pero había valido la pena cada segundo. Como sorpresa, Christopher había organizado una cena en la playa, sentados en pequeños cojines, con un pianista acompañándonos y un chef local que sirvió de los mejores platos que había probado, estuvimos hasta muy tarde allí frente al mar hablando de cualquier cosa que nos llegase a la cabeza, sin duda la compañía de mi esposo era una de mis favoritas.

The crown in betweenDonde viven las historias. Descúbrelo ahora