Me disponía a improvisar algún tipo de brunch con un par de omelets, fruta y tostadas de aguacate cuando Christopher apareció en la cocina.
Me había levantado un rato atrás y después de avisar al personal que tenían el día libre, quise demostrarle a mi esposo que había aprendido un poco de sus lecciones de cocina.
— Hola — dijo con voz ronca entrando al lugar, yo acomodaba el plato con las tostadas de aguacate sobre la isla de la cocina.
— Hola — saludé con una ligera sonrisa.
Aún cargaba mucha culpa.
Usualmente en la mañanas nos saludábamos con un beso, esta vez no esperaba que me diera uno así que seguí organizando la mesa, ahora iba a buscar el café mientras él tomaba asiento.
— ¿Cocinaste?
— Lo intenté... — respondí poniéndole un poco de azúcar a su café, la misma única cucharadita que sabía que era perfecta para él.
Terminé de servir todo sobre la mesa y me senté en la butaca a su lado.
— Se ve todo muy bien — dijo metiendo un trozo de mango a su boca.
Amaba su aspecto en las mañanas, estaba despeinado, hinchado, con voz ronca... no me preguntes por qué, pero me encantaba incluso más que cuando estaba muy arreglado.
— Espero que te guste, aunque si no es así, no debes fingirlo para hacerme feliz. Ahora mismo tampoco es que merezca mucho de tu parte, pero bueno, esto es una forma de decir, "lo siento".
Me miró con gesto neutro, luego tomó mi mano que reposaba nerviosa en mi regazo.
— Está bien, amor, aún hay cosas que discutir al respecto, tomo tu disculpa y valoro mucho que estes aquí.
Con como me sentía solo pude asentir, él me miró con ternura y se acercó a dejar un prolongado beso en mis labios.
No tenía idea de cuanto lo necesitaba hasta ese momento.
— Ahora sí, buenos días — dijo al separarse, yo sonreí.
— Te amo — le dije acariciando su mejilla.
— Lo sé, y yo a ti — asentí satisfecha y después de dejar un beso en la punta de su nariz ambos regresamos a la comida.
He de admitir que no estaba nada mal, aunque tampoco es que hubiese hecho algo muy complicado, pero era un gran logro personal.
Tuvimos una comida tranquila, como siempre conversábamos de cosas sin verdadera importancia y simplemente disfrutábamos de nuestra compañía. Algo que siempre compartíamos juntos era el desayuno y la cena y hasta que decidí perderme de esos momentos, supe cuán importantes eran, cuán íntimos.
Al terminar limpiamos juntos la cocina y decidimos dar un paseo por el jardín, aún con nuestra pijama puesta disfrutando los rayos de sol que calentaban ligeramente.
Nos detuvimos junto a la piscina donde él sin pensarlo se sentó en el borde a meter sus pies, yo repetí su acción.
— ¿Recuerdas la semana después de nuestra boda? — preguntó sin quitar la vista de sus pies bajo el agua.
— ¿Cómo no? Fueron días hermosos, de verdad fui muy feliz.
— Ojalá poder congelar esa semana en el tiempo y vivir allí para siempre, al igual que nuestros días de vacaciones.
— Tienes razón... — musité y nos quedamos casi 5 minutos completos en silencio, un para nada incómodo silencio, se escuchaban los pajaritos a lo lejos, el ruidito que hacía en agua cuando Christopher movía sus pies en ella.
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The crown in between
Teen FictionEsta es la historia de una reina que no nació para serlo, tampoco fue criada para ello, aunque contra todo pronostico y sin que alguien le preguntase si estaba lista, tuvo que asumirlo. Tuvo que heredar el puesto al que su hermana mayor renunció y t...