Mentiría si no digo que toda la semana quise estar en el hotel con mi hermana, casi me olvidaba de la labor de mi madre, persona que también estaba lo que podía con Thebe, hace muchísimo tiempo no era así de feliz, así como lo fui esos días, mismos que pasamos encerradas en una habitación sin mucho más.
No entraré en detalles sobre lo que pasaron esos días porque fueron de hablar sin parar, Thebe contaba cada cosa desde su boda hasta los detalles del parto y yo le contaba sobre mis días reemplazando su papel. Aquella charla funcionó para darle a mi hermana absoluta claridez sobre los temas de los ataques, dijo que podría estar relacionado con temas del pasado que ni siquiera hubieran estado directamente involucrados con el reinado de mi padre, por eso era tan complicado y agregó que si mi abuela no había sacado alguna teoría al respecto podría tratarse de algo aún más en el pasado o simplemente se equivocaba y las respuesta estaba frente a todos, pero no la veíamos aún, de ella me hubiera gustado heredar también la eficaz capacidad de buscar respuestas.
El momento de despedirnos fue sin duda tan desgarrador como la primera despedida hace años, era la misma incertidumbre de no saber cuándo podría ser la próxima vez que pudiéramos estrecharnos entre los brazos, las tres lloramos por la dura separación que se nos había impuesto gracias a un pensamiento retrógrado de parte de un alto mando que decía ser parte de nuestro ADN.
El camino de regreso a casa fue silencioso, ni mi madre ni yo pronúncianos palabra durante el vuelo y si antes mi relación con ella era escasa por mi intolerancia a la situación de mi hermana, la misma razón nos había unido de nuevo y me decidí a jamás en mi vida volver a perderla, pues después de 21 años había descubierto que al igual que yo, mi madre no era una jugadora, si no un peón más en aquel juego macabro del que yo empezaba a hartarme.
Fuimos recibidas por prensa, que preguntaban repetidas veces como había sido nuestro viaje, sobretodo por mi situación, nosotras nos limitamos a sonreír y saludar como era costumbre hasta que logramos llegar al palacio. Mi hermano se lanzó a brazos de mamá como si lo hubiese dejado por siglos y detrás vino mi abuela a ofrecernos un cálido abrazo, de manera milagrosa el rey también apareció para saludar y pasamos a almorzar, momento en el que nos disponíamos a contar a detalle nuestro viaje, claramente sin mencionar la mejor parte, hasta que finalmente pude ir a mi habitación y me lleve la sorpresa cuando al cruzar la puerta un par de ojos marrones se fijaron en mi.
Benjamin me esperaba sentado en el sillón, yo cerré la puerta de golpe, haciendo un poco de contorsionismo por el pequeño detalle de la silla de ruedas.
— ¡Ben! Dios mío, ¿qué haces aquí? — pregunté mientras me acercaba, él me sonrió con ternura.
Vestía su típico jean, con camisa de un solo color, el día de hoy era azul celeste, llevaba además un saco azul rey y sus zapatos blancos ya desgastados que usaba casi todos los días.
— Tomando probablemente el mayor riesgo de mi vida. Antes de ti entró una mucama a traer tu equipaje y me escondí en el baño, por milagro de Dios no me vio — hizo un gesto de alivio y me ofreció la mano para ponerme de pie.
Amaba cada detalle de sus gestos, eran honestos y me hacían sentir segura.
— No vale la pena el riesgo.
— Da igual, solo quería verte, llevamos un montón sin hablar y yo te extraño.
— Sigue sin valer la pena — ya de pie le abracé con fuerza, aún sentía un reciente y gran vacío por mi hermana.
Él no dijo nada, solo se limitó a abrazarme de regreso.
— ¿Como te fue? — preguntó sin separarnos.
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The crown in between
Teen FictionEsta es la historia de una reina que no nació para serlo, tampoco fue criada para ello, aunque contra todo pronostico y sin que alguien le preguntase si estaba lista, tuvo que asumirlo. Tuvo que heredar el puesto al que su hermana mayor renunció y t...