Capítulo 62

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— ¡Alya! — Christopher me llamaba desde la puerta al jardín, yo estaba flotando como cadaver en la piscina mientras el sol me quemaba la cara.

Mis padres iban a estar muy molestos al ver cuán bronceada estaba, se suponía que debíamos ser discretos y yo no tenía forma de esconder mis vacaciones, pero en ese momento no me importó, estaba lidiando con el vacío que sentía después de despedirme de mi persona favorita, su esposa y sus dos versiones más pequeñas.

— ¡Ey! — Christopher me llamó de nuevo, esta vez desde el borde de la piscina, yo abrí mi ojo derecho.

— ¿Que pasó? — pregunté sin ánimos.

— Te vas a volver una pasa si sigues ahí.

— Pero aquí estoy bien.

— No, ya fue suficiente, vamos adentro y si quieres te preparo la cena.

— Gracias, pero estoy bien.

— No me hagas entrar a sacarte.

— No lo hagas y no me moveré.

No terminé la frase cuando saltó a la piscina y en menos de un minuto me alzó como bebé.

— No voy a dejar que entres en una pequeña depresión, ese no era el punto de todo esto — dijo mientras nos llevaba hacia las escaleras, yo noté que llevaba su pijama encima.

— Estoy triste — le dije.

— Lo sé y por eso te voy a cuidar y el primer paso es sacarte de aquí.

Literalmente eso hizo, subió las escaleras conmigo en brazos y al salir me puso en el suelo mientras me envolvió con la toalla como si fuera un burrito, él se quitó el pantalón largo de su pijama y la camisa mojada quedando en ropa interior y me abrazó del hombro mientras caminábamos hacia adentro.

Tomé una ducha y por comodidad solo me puse un camisón de él, luego propuso muchas actividades a las que me negué y terminé tomando una siesta.

Cuando desperté sentía un cosquilleo en mi espalda para nada molesto, me giré levemente hasta encontrarlo a él sentado junto a mi con un libro en una mano y la otra acariciando mi espalda.

— Buenas tardes, dormilona — dijo con una pequeña sonrisa.

— Tengo hambre — dije con voz ronca sintiendo que podría cazar y comerme un león.

— Por supuesto, si son casi las 6pm y lo único que comiste fue el desayuno — me riñó, yo solo quería comer.

— Tengo hambre — repetí sobando mis ojos.

— Vamos a buscarte algo de comer entonces — se puso de pie y dejó el libro y sus lentes sobre la mesa de noche, ahora vestía un pantalón corto de tela fina y una camisa esqueleto gris.

Me puse de pie aperezada y estiré mi cuerpo, no fue mucha mi ayuda para prepararme un sándwich, pero al comer estuve un poco más animada.

— ¿Mejor? — preguntó mientras masticaba mi último bocado, él en cambio tomaba té, algo que no hacía usualmente, luego descubrí que solo lo hacía cuando lo preparaba yo.

— Me arde la cara — le dije con la boca llena, él sonrió.

— Claro, es que estás como un camarón, los últimos días vamos a cerrar todo y no veremos el sol hasta volver a Cressida donde en cambio nos espera el invierno.

Le dio un sorbo tranquilo a su té, me sentía mal por como lo había tratado los últimos días, él no lo merecía, no merecía mi indiferencia, era un esposo increíble.

The crown in betweenDonde viven las historias. Descúbrelo ahora