Los siguientes tres días fueron iguales, me despertaba antes que él, sobre las nueve de la mañana, desayunada, me arreglaba para ir a leer y eso hacía, me tumbaba en cualquier sitio que encontrase medianamente cómodo por toda la casa y allí me pasaba el día entero leyendo sin determinar a mi esposo, ni siquiera compartíamos las comidas juntos. Ambos necesitábamos un poco de espacio, aunque seguimos compartiendo cama, algo que tampoco nos afectó pues yo siempre me dormía antes que él y no me enteraba cuando él llegaba a dormir.Un día antes había venido Valeria a traer novedades de mis padres, les había llamado por teléfono para decirles que estaba todo bien y que me sentía mejor, ellos me dijeron que ya se había ido gran parte de la familia y mi padre me recordó mis responsabilidades pendientes para el próximo lunes que sería mi regreso. No quise escuchar más al respecto y no volví a hablar con ellos el resto de la semana, tampoco vi más a Valeria.
Yo si sabía disfrutar el matrimonio.
El miércoles por la tarde, después de terminar un largo libro sobre un mundo de fantasía reinado por hadas y duendes, fui a la cocina en busca de una taza de té. No estaba Monica, pero pensé que sería capaz de solucionarlo por mi misma.
Me tenía mucha fé.
Abrí todos los cajones y las puertas en la cocina buscando la olla para calentar el agua, buscaba algún tipo de tetera de metal, de esas que chillan cuando ya ha hervido y no la encontré por ninguna parte, así que empecé a buscar cualquier olla normal que pudiese funcionar y encontré una mediana. Le puse lo necesario de agua y la puse sobre la estufa que en realidad era una un trozo enorme de cerámica empotrado en el mesón, tenía tantos botones pequeños que no me sentí mal conmigo misma por no saberla encender.
De milagro Christopher apareció en la cocina en ese instante, iba listo para entrar a la piscina, nadaba todos los días, no entendía como no se había enfermado.
— ¿Qué haces? — preguntó acercándose junto a mi.
Era lo primero que me decía en días.
— Intento hacer té, no sé donde está Mónica.
— ¿Sabias que existe el hervidor eléctrico, no?
Lo miré confundida, él empezó a buscar un poco repitiendo mi acción minutos atrás hasta que sacó lo que parecía una jarrita robusta de metal, la llenó de agua y la conectó a la pared.
A partir de ese momento creo que empecé a creer en la existencia de los príncipes azules que llegan al rescate en el momento justo.
— Gracias — le dije mientras alistaba la tetera de cerámica tradicional.
— Tú me juzgas porque bebo mucho café, pero luego estás con el té como si fuese agua — él recostó su cuerpo en el borde del mesón.
Llevaba esos pantalones cortos que me hacían sentir incomoda, por lo menos llevaba la camisa y la toalla que no faltase, la había dejado sobre unas de las banquetas antes de acercarse.
— Es diferente, esto es cultura y tradición — le indiqué.
— ¿Y si sabes prepararlo?
— De las pocas cosas que sé hacer en mi vida es el té, me gustaba colarme en la cocina y prepararlo cuando era más pequeña, así aprendí, pero nunca se hervía el agua en estas cositas —señale el hervidor.
— ¿Qué mas sabes hacer?
— Galletas y una vez hice con Thebe y Liana tarta de manzana, pero esa no cuenta, yo solo amasé. ¿Tú que sabes hacer?
— Café — frunció los hombros como si fuera obvio —. La verdad es que hice un curso gastronomía un par de meses antes de conocerte.
— ¿En serio?
ESTÁS LEYENDO
The crown in between
Teen FictionEsta es la historia de una reina que no nació para serlo, tampoco fue criada para ello, aunque contra todo pronostico y sin que alguien le preguntase si estaba lista, tuvo que asumirlo. Tuvo que heredar el puesto al que su hermana mayor renunció y t...