Capítulo 40

133 25 9
                                    


— Buenos días, alteza — escuché una voz retumbar en mis sueños, al reconocerla abrí los ojos de golpe.

— ¿Es una pesadilla? — pregunté adormilada.

— ¿Me lo preguntas a mí? Si te ves horrible cuando te levantas — sonreí aún sin poder abrir los ojos del todo.

— Bienvenido de regreso, querido — dije con voz ronca cubriéndome hasta el cuello con la cobija, pues hacía frío y no quería pararme de la cama aún.

— Oye... ¿en serio no te vas a levantar?

Cerré los ojos y negué con la cabeza.

— Es muy temprano.

— Ni siquiera sabes la hora.

— Se siente temprano.

— Eso de no trabajar te ha cambiado, antes eras la primera en aparecer por ahi muy temprano.

— Es domingo, ¿te quieres ir ya?

— No, vamos a desayunar, hay que ponernos al día.

Solo escuchaba su voz, me sentía aún muy cansada, me había quedado hasta tarde leyendo Hamlet por quinta vez.

— Podemos hablar en la tarde, ¿quien te dejó entrar?

Abrí ligeramente los ojos para barrer la habitación, estaba la puerta cerrada y solo estaba él.

— Tengo acceso a tu habitación desde el ataque, querida, ¿te falla la memoria?

Era cierto, desde qué pasó a mi lado mi tiempo en el hospital ya no teníamos que seguir ninguna regla sobre estar solos con supervisión, de eso nos enteramos hace poco, pero al parecer era bastante ilógico incluso para mis padres en aquel momento.

— ¿Sabes que puedes hacer? Dormir un par de horas más, anda — palpé el espacio vacío en mi cama y cerré los ojos de regreso, esta vez me acomodé con cuidado hacia un lado.

— ¿Me estás ofreciendo dormir contigo?

— No sabes lo que sería capaz de hacer porque te calles.

— Vale... vale...

Se quedó en silencio y sentí su peso junto a mi, tan solo se había sentado en el borde y sentí su mirada, pero intenté ignorarlo hasta que me empezó a perturbar el hecho de que me estuviera mirando dormir. 

Abrí los ojos y me senté de golpe, quedando frente a frente, él sonrió, iba vestido un poco más elegante de lo normal y su cabello estaba mas largo y  peinado hacia un lado.

— Buenos días — dijo sin quitar la sonrisa.

— No tienes idea de cuanto te extrañé — dije con sarcasmo.

— Y yo a ti, eres una persona completamente diferente cuando te despiertas, y no hablo de tu humor, ese es el mismo, hablo de físicamente  — apartó con delicadeza el cabello de mi rostro, lo tenía todo tapándome la cara como si fuese una cortina, él lo acomodó tras mis orejas.

— Gracias por decir que estoy hinchada y fea.

— No dije eso y es la primera vez que te escucho referirte a ti misma como fea, no lo hagas — regresó la mirada de mis orejas a mis ojos —. Te ves más Alya que nunca y es precioso.

Lo miré confundida.

— ¿Estas bien? ¿Fuiste a un retiro espiritual o algo así?

— No, solo que de verdad te extrañé, princesa — dejó un beso en mi mejilla y se puso de pie.

The crown in betweenDonde viven las historias. Descúbrelo ahora