Capítulo 12

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— ¿Ya podemos hablar de nuevo? — preguntó en lo que retiraban nuestros platos.

— Depende, porque si vas a seguir siendo irrespetuoso, es un no.

— Hagamos algo: yo hablo como siempre hablo, pero entonces si digo algo que te incomode, déjamelo saber y prometo detenerme.

— ¿Y por qué no solo evitas decirlo y ya?

— Porque no podríamos progresar, además, a ti todo te incomoda, aún no conozco el límite.

— Me incomoda lo obvio, Christopher.

— No lo creo, pero tampoco perderé el tiempo intentando explicarlo

El mesero se acercó de nuevo ahora con el postre.

— Es de coco, alteza, Valeria lo sugirió — explicó el hombre dejando el plato frente a mi.

Era una panna cotta de coco, a Christopher le puso una de frutos rojos.

— Esta perfecto, gracias.

El hombre se fue en lo que yo tomaba la cuchara más pequeña.

— Es la primera vez que te sirven algo diferente — mencionó Christopher mientras cortaba un trozo de su postre con la cuchara.

— De hecho, no. Usualmente mis postres y algunas bebidas también son diferentes.

— ¿Por qué? — le dió un primer bocado y por su expresión pude notar que le había encantado, pero lo disimulaba bien.

— La cereza, no puedo comerlas, soy alérgica — ahora era yo quien le daba el primer bocado y confirmé que estaba delicioso.

Rara vez se servía algo que no supiera bien en el palacio.

— Vaya... No lo sabía.

— No tenias por qué, no es algo que todos deban saber.

— Curioso. ¿Podría matarte?

— ¿La cereza? — asintió en lo que daba otro bocado — Solo si es en grandes cantidades, la mayoría de veces me da urticaria, entre otras cosas.

— Me encantaría saber cómo lo descubriste.

— Pues no. Siempre estamos hablando de mi, ya te toca.

— ¿Qué quieres saber?

Fruncí los hombros en lo que pasaba el postre en mi boca.

— Lo que quieras contarme.

— Jummmm... — dejó la cuchara y pensó mientras fruncía los labios  — Puedo tocar muchos instrumentos pero el piano se me hace imposible — empezó con determinación— No me gustan los roedores, en realidad me dan miedo. Cuando tenía dos años mis padres me obsequiaron un perro, murió cuando tenía 12 y desde allí no he podido volver a tener mascotas. No me gusta cenar con vino y odio el coco con toda mi alma, así que aunque no lo notes, el olor de tu postre me está dando úlceras, ya hablé mucho — hizo un gesto con su mano como si acabara de cerrar una cremallera.

— Bien — le di un sorbo a mi copa con agua, él me miró desconcertado.

— ¿No vas a decir nada? Eso son cosas muy privadas.

Asentí mientras dejaba al copa en su lugar.

— Entiendo que el piano no es para todo el mundo, yo lo toco muy bien, fue mi primer instrumento. Nunca he tenido perros, mi padre hasta hace poco no lo permitía, tampoco he cenado con vino, en realidad no he probado el alcohol en mi vida, apenas cumplí 21, tú estabas allí. Y el coco es genial, queda bien en todo, hasta en la piel.

The crown in betweenDonde viven las historias. Descúbrelo ahora