Capítulo 29: El esposo

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—Que mierda... —murmuró Arthur más que desconcertado.

Había presenciado toda la escena desde la lejanía porque una vez que Guadalupe le impidió entrar al elevador, no iba a quedarse con los brazos cruzados.

Las pretensiones de esa chica, su frustración, toda su esencia, lo perturbaban demasiado. Necesitaba descubrir quién era y que rayos hacía ahí.

La semana anterior Lovino y Feliciano conversaron con el grupo sobre lo que habían descubierto sobre ella, pero eso solo les dejaba más preguntas que respuestas, es por ello que no veía remedio más que investigar por su cuenta.

Al percatarse de que Guadalupe se dirigía a la Planta Baja no dudó en seguirle, así que sin detenerse a esperar el elevador, corrió escaleras abajo, pues apenas y faltaban un par de pisos para llegar.

Lució sumamente perturbado cuando lo primero que se le cruzó por enfrente al finalmente llegar, fue al mismísimo jefe saliendo del segundo elevador a toda prisa. Inmediatamente se ocultó y cauteloso se ocupó de seguirlo con la mirada, fue ahí cuando vio todo.

La chica había terminado por sacar a rastras al intruso, lo cual no pareció demasiado difícil pues el tipo no opuso resistencia. Finalmente se había desecho de él y en cuanto eso sucedió parecieron ordenarle que se marchara. Personalmente le parecía algo extraño que le dejaran ir sin más, considerando la naturaleza de sus actos, pero intentó no cuestionarlo.

Se ocultó al presenciar como Alfred parecía disponerse a regresar a su oficina, seguido de Guadalupe a sus espaldas claramente. Le pasaron de largo sin verle y tomaron el elevador. Como siempre, el aura de la chica era terrible, nublada y agobiante, mientras que hablando de Alfred... bueno, se podría decir que su sonrisa triunfal decía todo, pero Arthur no podía leer mucho.

Cuando las puertas del elevador se cerraron, Arthur presenció como los guardias del jefe (Lud y Gil), permanecieron en las puertas asegurándose que el intruso se marchase, pareció hacer un par de rabietas no muy graves pidiéndoles por volver a entrar, pero los hombres se aseguraron de no darle el paso y le pidieron de la manera más amable que se permitieron, que hiciera el favor de retirarse (cosa que la verdad le convenía bastante, así que hasta el mismo Arthur comenzaba a fastidiarse por su terquedad).

Aunque al final pareció terminar resignándose y dio media vuelta mostrándose totalmente vencido comenzando a caminar en dirección contraria.

Arthur aún se encontraba muy confundido. Muchas cosas dentro de la escena aun no cuadraban en su cabeza e insistía en que necesitaba más información, fue por eso que hizo un intentó por seguir los pasos de Antonio y en la lejanía alcanzó a ver que aun frente a la fachada del edificio, aunque ya a unos cuantos metros más de distancia, el chico se encontraba con una persona.

Ese tipo... Le parecía familiar aunque por la ausencia de sus anteojos le era difícil verle. No los llevaba puestos, aunque no recordaba donde los había dejado. Sabía los había quitado debido a que era su hora de receso y quería descansar, así que decidió que no había porque darle tantas vueltas al asunto

Al final de cuentas, no los necesitaba para asegurar que en efecto, Antonio se había encontrado con alguien, esto era evidente debido al llamativo color rosa de las ropas del tercero, lo cual lo ayudó a deducir que se trataba del protagonista de aquellas molestas huelgas semanales. No es como si conociera su rostro, pero reconocía que era esa misma migaja rosada de cabello rubio que alcanzaba a ver al centro de la multitud cargando con un megáfono desde la altura de su oficina, todos los miércoles.

Tampoco había tenido la suerte de verlo en los noticieros debido a que rara vez veía la televisión, así que la verdad era que no tenía la pista más mínima de la identidad de ese tipo, pero tampoco era como si le importara.

Huelgas Mágicas en el Gabacho [𝙃𝙚𝙩𝙖𝙡𝙞𝙖 - 𝙈𝙖𝙜𝙞𝙘𝙖𝙡 𝙎𝙩𝙧𝙞𝙠𝙚]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora