Capítulo 39: El vagabundo

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Feliks Łukasiewicz (Polonia) – 23 años


¿Cómo describir el estado de ánimo de Francis? Por obvias razones se encontraba devastado.

Claro que había conseguido entablar de nuevo una conversación con su amado Arthur como tanto había querido después de tantos años, y al final del día no podía decir que no hubiera sido fructífera si el mismo hombre aceptó ayudarle con lo que necesitaba. No obstante, habían transcurrido ya cuatro días desde aquella noche y por supuesto que no había recibido noticias.

Y es que, ¿cómo iba a hacerlo? Si Arthur le dejó tan en claro que no quería volver a verlo. Pero lo conocía, sabía que a pesar de todo lo ayudaría con lo que prometió, siempre fue un hombre de palabra, no lo defraudaría, así que tenía la certeza de que Guadalupe estaba en buenas manos.

Pero claro que eso no era suficiente para que se quedara tranquilo.

Durante esos momentos, rondaba por las calles de lo que anteriormente había sido su barrio. Hacia esto porque sabía que si llegaba a quedarse aislado no podría aguantar la necesidad de romper en llanto. Caminar al menos le daba la certeza de mantener su mente ocupada de alguna forma.

Un par de veces dio la vuelta a la manzana de su antiguo complejo de apartamentos, todo seguía como antes. Aquella tienda en la esquina, el auto de su vecina Lucille estacionado frente al conjunto, el anciano vagabundo al que de vez en cuando daba dinero...

Si, el anciano vagabundo... No, ese tipo ya no estaba ahí. Apenas lo había notado porque una vuelta atrás juraba que lo había visto dormitando por ahí.

Francis se detuvo por un segundo a meditar. Realmente no era algo importante, pero por alguna razón esa ausencia suya lo inquietó. Ya era tan normal verlo ahí, que su desaparición se sentía como un hueco, como si de repente un edificio desapareciera.

—¡Francis! ¿Me buscabas? —escuchó una jovial voz a sus espaldas.

Claro que esta lo sobresaltó, realmente le había tomado por sorpresa, y al girarse a ver al progenitor de dichas palabras, se percató de que nada más y nada menos se trataba de aquel vagabundo, que sin embargo, de anciano no tenía nada.

Era la primera vez que lo veía sin aquella bufanda cubriendo su rostro y ese gorro enorme que ocultaba su brillante cabello dorado.

Su sonrisa era inocente y algo tonta, sus ojos verdes y... ¿Qué más decir? Lucía aún más joven que él.

Por un momento se sintió como un hipócrita por no haber conocido hasta entonces su identidad, puesto que tenía años ofreciéndole dinero... Ofreciéndole dinero a un muchacho que fácilmente pudo haber cogido un trabajo por su propia cuenta.

—¿Qué demonios...? —fueron las únicas palabras que consiguió pronunciar.

—¿Uh? Oh, lo siento, pensé que me buscabas. O sea, como pasaste varios minutos mirando mi casa vacía, creí que te preguntabas donde me encontraba —respondió torpemente el indigente.

—Y eso hacia precisamente, pero creo que esa no es exactamente la respuesta que necesito ahora mismo —admitió Francis.

—¿A qué te refieres?

—Niño, verdaderamente me estas provocando muchas preguntas ahora mismo y ni siquiera sé por dónde empezar.

—¡Puedes comenzar por el principio! Tampoco es como si tuvieras otra cosa que hacer, ¿eh? Parece que ninguno de los dos tenemos trabajo así que vamos, eso lo sé porque ya llevas un buen tiempo sin darme unas monedas y comienzas a parecerte a mí estéticamente hablando. ¡Así que bien, empieza a hablar! Porque, oh dios, hace tanto que no soy entrevistado.

Huelgas Mágicas en el Gabacho [𝙃𝙚𝙩𝙖𝙡𝙞𝙖 - 𝙈𝙖𝙜𝙞𝙘𝙖𝙡 𝙎𝙩𝙧𝙞𝙠𝙚]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora