Había perdido la cuenta de las cervezas que había bebido y los platos que había comido. Le dolía el estómago de tanto reír y las comisuras de los labios por sonreír sin parar. Después de que sus agotados pies le dijeran a gritos que no podían bailar más, tomó asiento y apreció con la más pura paz como sus hermanos continuaban corriendo alrededor de todo el patio jugando con otros chicos de su edad, familiares que nunca habían tenido la oportunidad de conocer.
¿Cómo es que había olvidado lo que se sentía ser tan feliz? Sentía como si acabara de despertar de una larga y horrible pesadilla y que finalmente había regresado a donde pertenecía. Pero ya había tomado lo suficiente como para carecer de la energía mental de profundizar en aquellos pensamientos y su felicidad la había terminado de embriagar completamente.
Fue hasta ese momento que su mirada se desvió hasta el fondo del patio, ahí donde las luces del hogar comenzaban a desvanecerse y la algarabía a apagarse. Completamente alejado del centro de la fiesta se encontraba Alfred, solo.
Guadalupe no dudó en levantarse de su asiento y asegurándose de que nadie prescindiera de su ausencia, se encaminó hacia el muchacho. Parecía estar concentrado en algo en sus manos y cuando se acercó lo suficiente se percató de que se trataba de una botella.
—¿No te la vas a tomar? —le preguntó mientras comenzaba a tomar asiento a un costado suyo. Claro que su repentina presencia lo sorprendió un poco, pero al mismo tiempo percibió una repentina calidez que lo obligó a sonreír involuntariamente al escuchar su voz.
—¡¿Eh?! Ah... N-no, yo... Sabes que no bebo —terminó por responder—. Me la ofrecieron y no supe como negarme.
—Si sabes que las leyes de prohibición de alcohol para "menores de edad" son diferentes aquí en México, ¿verdad? Puedes tomar sin problema alguno.
—Sí, sí, lo sé, pero no quiero arriesgarme, nunca he bebido y no quiero comportarme como un imbécil.
—Jaja, ¿cómo yo? —preguntó la chica alzando una ceja y con cierto tono burlesco. Alfred le devolvió una sonrisa, pero al final volvió a agachar la cabeza.
—No quisiera hacer algo de lo que me arrepienta, como tú.
Guadalupe se encogió de hombros sin saber exactamente que responder al respecto ya que sabía perfectamente que ese comentario refería a la noche de la fiesta de beneficencia. Frente a su notoria incomodidad, Alfred decidió intervenir nuevamente ofreciéndole la botella.
—Puedes tomarla si quieres.
—G-gracias —asintió ella dirigiéndose a recibirla después de un segundo. Permaneció en silencio un rato, después tomo un sorbo de la bebida y enseguida volvió a dirigirse a él—. Oye, pero... dejando la cerveza de lado, ¿estás bien? No quiero insinuar nada, pero hace rato parecías estarte divirtiendo mucho y ahora estas aquí en la penumbra y... No lo sé. ¿Está todo bien?
—S-si... solo pensaba cosas. Ya sabes... —declaró el chico a tropezones mientras se abrazaba a sí mismo.
—¿Qué cosas?
—Es que... nunca había estado en México y es de verdad muy cool. Creo que nunca me había divertido tanto y por un momento llegué a pensar: "hey, ¿y si me quedo aquí?" Es ridículo, ¿no? Porque eso me llevo a tomar en cuenta lo que voy a hacer cuando regrese. Supongo que no había pensado a profundidad en el hecho de que prácticamente ahora yo soy el dueño de Jones Corp., porque bueno, desde que me llegó la noticia del fallecimiento de mi padre, creo que no había tomado realmente el papel de ser... el nuevo CEO.
—Pero... ¿hay algo de malo en eso? Quiero decir, no quiero asumir nada, pero no te ves precisamente feliz para ser el heredero de semejante fortuna.
—¿Es raro? —le preguntó frunciendo el ceño con angustia mientras se giraba a verla de frente completamente.
ESTÁS LEYENDO
Huelgas Mágicas en el Gabacho [𝙃𝙚𝙩𝙖𝙡𝙞𝙖 - 𝙈𝙖𝙜𝙞𝙘𝙖𝙡 𝙎𝙩𝙧𝙞𝙠𝙚]
Fanfiction𝗣𝗮𝗿𝗲𝗷𝗮𝘀: USAMex, FrUK Francis, un inmigrante francés, acompañado de su mejor amiga Guadalupe, una chica mexicana nacionalizada en los Estados Unidos, peleará por rescatar a aquel que llama "el amor de su vida" de las garras de una terrible em...