Capítulo 19: Elizabeta y Michelle

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Desafortunadamente apenas salir, realmente comenzó a sentirse enferma. Había sido como si su cuerpo hubiera estado intentando controlarse frente a Alfred, pero apenas se apartó de su vista, vio la primera oportunidad para dejar salir todo aquello que sus emociones la habían obligado a sentir.

La facilidad con la que desde un inicio había logrado ocultar su ansiedad, la convenció de que toda aquella terrible situación no le traería consecuencias encima, pero la cantidad de preocupación, frustración y estrés que había experimentado durante todo el día y la noche anterior sin detenerse, no eran algo con lo que cualquier persona pudiera lidiar tan fácilmente, ni siquiera ella.

Y es que no era solo eso, quizás de igual forma su sentir podría confundirse con la emoción de que finalmente podría ver a sus hermanos, pero a su vez la inseguridad que significaba para ella comenzar a vivir bajo el mismo techo que ese individuo que prácticamente acababa de conocer y aun así se había tornado tan peligroso en tan poco tiempo, era algo que sin discusión alguna comenzó a provocarle un terror que ya la estaba consumiendo desde adentro.

Un sinfín de pensamientos se hicieron un embrolló en su cerebro e inclusive en su estómago. Sus manos temblaban, su cabeza dolía, su garganta ardía y sus ojos comenzaban a tornarse vidriosos por la necesidad de llorar.

Se cubrió la boca intentando controlar su agitada respiración mientras caminaba por el pasillo, no mirando nada más que el suelo mientras se alejaba de la oficina.

Pero tal pareciera que la mala suerte la acechaba sin descanso al pisar el suelo de aquel edificio, porque casi lucía como un chiste la manera en que su situación tenía la necesidad intrínseca de empeorar a cada segundo que pasaba, pues justamente y como tal pareciera que sucedía cada que salía de esa maldita oficina, Arthur volvió a aparecer.

El pánico y ansiedad que le provocó encontrarse con él tras las consecuencias que significaba para ella que Alfred descubriera que habían entablado una conversación por más mínima que fuera, se apoderó de su cuerpo convirtiéndose en temblores y arcadas.

Por obviedad al hombre no le fue difícil notar aquello. Era más que evidente que la chica se encontraba en un terrible estado y era algo imposible de ignorar.

—O-oye, ¿te encuentras bien? —intentó llamarla.

Pero ella no dijo nada y se apresuró a pasarlo de largo dejándolo con las palabras en la boca. Inmediatamente entró al ascensor que afortunadamente aun no cerraba sus puertas y apenas estar dentro presionó el primer botón que vio. No le importaba a que piso fuera mientras estuviera lejos de Alfred y ahora lejos de Arthur también.

Arthur permaneció callado meditando un poco lo que acababa de suceder. Transcurridos un par de minutos hizo un intentó por regresar a su realidad y apartó la mirada del ascensor para volverse al frente, pero lo que se encontraría si seguía su camino sería precisamente el lugar de donde salió esa chica que lucía tan destrozada. La oficina de Alfred.

Se tomó un momento para observar la documentación en sus manos, otro grupo de papeles que harían un vago intento por conseguir ese aumento que días atrás había solicitado y que tuvo tan mal resultado. Ahora comenzaba a temer.

Después de aquella cruenta modificación de su horario se supondría que durante esa hora tenía que continuar trabajando, pero decidió tomar como excusa el descanso de los demás para permitirse visitar al jefe nuevamente (debido a su intento fallido al inicio del día). Sin embargo, ver a aquella chica salir de la oficina del muchacho en tal estado lo hizo tomar conciencia de que el suyo era un caso completamente perdido.

Alfred era una mala persona, una verdaderamente mala. No había caso en intentar dialogar con él, sería imposible.

Finalmente se dio por vencido. Era como si cualquier cosa pudiera empeorar si del jefe se trataba, y había entendido ya que no valía la pena arriesgarse.

Huelgas Mágicas en el Gabacho [𝙃𝙚𝙩𝙖𝙡𝙞𝙖 - 𝙈𝙖𝙜𝙞𝙘𝙖𝙡 𝙎𝙩𝙧𝙞𝙠𝙚]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora