Capítulo 10: Paso 3 - Conclusión

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—Okay, okay, okay... ¿A qué te refieres exactamente con trabajar para ti? —cuestionó Guadalupe viéndose ciertamente alterada respecto a tal propuesta.

O mejor dicho, desconcertada. La verdad es que había repasado en su cabeza al menos más de 10 posibilidades sobre que podría ser aquello que el chico fuera a pedirle hacer, pero esa idea en concreto jamás se le hubiese ocurrido.

—¿Quieres que sea una empleada de tu empresa? —continuó aun confundida—. Imaginé que sería algo peor... Digo, sé que llevo dos años gritando afuera de tu tonto edificio que las condiciones en las que tus empleados trabajan son deplorables, pero aun así, después de todo este teatro que hiciste aquí, pensé que querrías torturarme o algo así.

—¿De qué hablas? ¿De qué me serviría torturarte? —preguntó Alfred viéndose de la misma manera algo extrañado frente a la reacción y suposición de la chica, pues aunque reconocía que la manera en que actuó podría resultar amenazante, no es como que si cosas tan drásticas como recurrir directamente a la tortura, le fueran medios normales para conseguir lo que quería.

—Me refiero a que después de que tu empresa fue criticada de esa manera en los noticieros por nuestra culpa, pensé que estarías lo suficientemente enojado como para hacer algo como eso.

Alfred guardó silencio por un segundo e intentó procesar las palabras de Guadalupe, pero al reconocer que no logró comprender a que se refería, decidió preguntárselo.

—¿D-de que noticias estás hablando?

—¿Qué?

—¿De qué malditas noticias estás hablando? —repitió con severidad y ciertamente con impaciencia.

Guadalupe abrió mucho los ojos al notar el desconocimiento en la mirada del chico y poco a poco fue arrepintiéndose por haber hablado.

—¿No sabias de las noticias...? P-pensé que por eso me trajiste aquí. Es la primera vez que hablan así de Jones Corporation en televisión nacional.

—¡¿T-televisión nacional?! ¡¿Qué demonios?! ¡Lud! ¡Gilbert! ¡Vengan aquí ahora!

Ahora sí que se había arrepentido. Alfred pareció tremendamente furioso más que sorprendido al terminarla de escuchar hablar y fue inmediatamente cuando llamó a los guardaespaldas de su padre para que entraran a la sala. Ahí fue cuando Guadalupe escuchó el sonido de una puerta metálica abrirse a sus espaldas y enseguida un grupo de pasos aproximarse a Alfred.

Debido a su posición, imposibilitada de movimiento atada a aquella silla, no fue hasta que la pasaron de largo que pudo ver sus rostros. Dos tipos altos, fornidos y con un aire de parecido, uno de ellos era rubio y de ojos azules, el otro parecía ser albino pues su piel era mucho más pálida, su cabello grisáceo y sus ojos rojos, era un poco más bajo que el primero.

Ambos le miraron de reojo antes de dirigirse a Alfred, pero Guadalupe fue inmediatamente capaz de identificar que ellos habían sido aquellos que manejaron el auto que la llevo hasta ahí. En cuanto escuchó hablar al rubio, reconoció automáticamente que su voz era la del hombre que se disculpó con ella después de esposarla y amordazarla en su propia casa. Su mirada no parecía ser la de una mala persona, pero no podía evitar sentirse enojada con él.

—¿Qué sucede, jefe? —preguntó justamente él.

—Diles.

Y la chica, esperando escuchar como Alfred les explicaba la situación, se vio realmente sorprendida cuando la mirada del muchacho se clavó sobre ella con tal amenaza, posteriormente viéndose seguida por la de los otros dos tipos.

—¿E-eh? ¿Yo?

—Sí, diles lo que acabas de decirme a mí —insistió el haciendo lo posible por demostrarle lo impaciente que se encontraba debido a su molestia, cosa que logró su cometido, pues Guadalupe inmediatamente contestó lo más rápido que se permitió.

Huelgas Mágicas en el Gabacho [𝙃𝙚𝙩𝙖𝙡𝙞𝙖 - 𝙈𝙖𝙜𝙞𝙘𝙖𝙡 𝙎𝙩𝙧𝙞𝙠𝙚]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora