En el momento en que Arthur colgó la llamada, su atención tuvo que ser dirigida casi obligadamente hacia Francis, quien yacía de nuevo sobre el sofá, pero ahora con la mirada perdida y una expresión dolorosa.
—¿Y ahora tu que tienes? —lo interrogó toscamente su compañero, pero Francis ni siquiera se atrevió a alzar la vista.
—No conseguí calmarla... —pronunció con un hilo de voz—. No conseguí nada, ella solo se enfureció conmigo.
Arthur se limitó a resguardar su teléfono para enseguida prestarle su total atención. Aunque no quisiera demostrarlo de verdad le preocupaba.
—¿Por qué nunca le dijiste nada, Francis?
—¿Qué querías que le dijera? ¿La verdad?
—No, una mentira —respondió el otro de manera tajante—. Eres bueno en eso, ¿no?
—No me gusta mentirle a ella —se defendió apartando la vista—. Desde que la conocí me abrió su corazón con tanta sinceridad que me prometí a mí mismo que sería el primer ser humano en este lugar al que jamás le diría una sola mentira.
—Así que simplemente prefieres omitir información —contestó Arthur sarcásticamente.
—¿Qué fue lo que tú le dijiste?
Francis intentaba darle un giro a la conversación, pues aunque de verdad le interesaba la respuesta a esa pregunta, tampoco le agradaba tanto la idea de que lo atosigaran de esa manera.
—Que era un psiquiatra y que también me dedicaba a la psicología —comenzó a explicar él—, así puedo justificar mi habilidad empática. Justo ahora le dije que seguiría al pie de la letra sus peticiones, lo cual evidentemente no haré, porque no es necesario, y porque tú y yo sabemos que no estamos en peligro. Algo como eso es perfectamente la justificación que tú pudiste haber dado.
—Ya te dije que no voy a mentirle —refutó el otro apartando la vista y comenzándose a ver molesto.
—Francis, omitir información es lo mismo que mentir.
—Claro, eso tú lo sabes mejor que nadie, ¿no es así? Si tan fácil es mentir para ti, entonces ¿por qué no lo haces conmigo, eh? Creo que así me sería mucho más fácil lidiar con la idea de que un día simplemente quisiste abandonarme.
Esas palabras fueron graves y lo sabía, pero su corazón le dolía y el rechazo de Arthur también. Aun así no sería capaz de evadir la tormenta que su brusquedad y conmoción provocarían en el contrario, porque Arthur tampoco era una roca y si durante todo ese tiempo había conseguido mantenerse frio y distante respecto a Francis, no era precisamente porque le resultara una tarea fácil
—¡Siempre te miento, Francis, siempre te he mentido! —rugió el otro viéndose repentinamente irritado—. ¡El problema contigo es que me conoces tan bien que sabes perfectamente que son mentiras, y cada que hablo, no paras de exigirme la verdad! ¡Miento cuando te digo que te odio, y miento cuando te digo que quiero que te vayas, pero tú nunca me crees! ¡¿cierto?! ¡Por eso es que estas aquí!
Después de gritarle de esa manera se vio agitado, aunque no arrepentido hasta el momento en que Francis se ocupó de responderle.
—S-si mientes cuando dices que me odias... ¿entonces cuál es el verdadero sentimiento que tienes por mí?
Al escucharlo decir esas palabras sintió casi como si su corazón se detuviera por un segundo y comprendió que ya había ido demasiado lejos. No podía permitirse seguir así, y aunque a esas alturas fuera más que evidente que de verdad había metido la pata, se acababa de aferrar a la idea de que podía resolverlo. Tantos años ocultando lo que realmente sentía no podían ser tirados a la basura de esa manera.
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Huelgas Mágicas en el Gabacho [𝙃𝙚𝙩𝙖𝙡𝙞𝙖 - 𝙈𝙖𝙜𝙞𝙘𝙖𝙡 𝙎𝙩𝙧𝙞𝙠𝙚]
Fanfiction𝗣𝗮𝗿𝗲𝗷𝗮𝘀: USAMex, FrUK Francis, un inmigrante francés, acompañado de su mejor amiga Guadalupe, una chica mexicana nacionalizada en los Estados Unidos, peleará por rescatar a aquel que llama "el amor de su vida" de las garras de una terrible em...