Capítulo 65: Armando el rompecabezas

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—Y... ¿d-dormiste bien? —alcanzó a preguntar Francis, pues desde que amaneció, después de que ambos despertaran, Arthur ya contaba con más de 20 minutos completamente callado y con el rostro hundido en las palmas de sus manos.

Era algo incómodo, sí, porque lo único que podía leerse en él era arrepentimiento y Francis no tenía una idea en concreto sobre cómo debería actuar.

Ambos se encontraban aún bajo las sabanas de la cama del dueño de la residencia completamente desnudos. Los rayos del sol que anunciaban ya altas horas del día, empezaban a colarse por la ventana.

—El día luce bastante bien —continuó hablando el hombre frente al permanente silencio de su compañero—, tal vez deberíamos...

Un esnifar. No, una respiración entrecortada. Una breve agitación que podría haber pasado desapercibida si no hubiese sido por haberse seguido de un sollozo.

—¡¿A-Arthur?!

Inmediatamente y tan rápido como se permitió, Francis se abalanzó sobre el contrario con el fin de descubrir que expresión era la que cubrían esas manos y al encontrarse con ese deprimente rostro enrojecido e inundado de lágrimas no pudo evitar entrar en pánico.

—¡¿Arthur, que sucede?!

—¡¿De verdad lo preguntas, imbécil?! —rugió el otro iracundo apartándose del contacto y haciendo lo posible por volver a ocultarse de él. No se veía en lo absoluto de humor como para recibir su lástima.

—Arthur...

—¡¿Te das cuenta de lo que acabamos de hacer?! —replicó.

—P-pues sí, pero...

—¡¿Y sabes lo que significa?!

Francis guardó silencio, porque claro que lo sabía perfectamente, solo no quería darle tanta importancia, ya que sabía que ser consciente de su realidad no lograría más que frustrar más a ambos.

—Arthur, escucha...

—No, tú escúchame a mí —lo interrumpió—, ¿sí?

Hubo un ligero atisbo de duda, pero finalmente entendía que a esas alturas no tenía voz alguna para contradecirlo. Tenía que dejarlo hablar.

—E-está bien...

—Tal vez no sea demasiado tarde —expuso Arthur de inmediato—. Si te vas ahora cabe la posibilidad de que Ivan no se dé cuenta aun de que tú y yo...

—¿Qué estás diciendo...?

—Francis, yo... E-es que tengo miedo —terminó por decir y fue hasta ese momento que de una vez por todas terminó rompiendo en llanto—. No tienes una maldita idea de lo que significa vivir aquí en comparación a residir en el Cielo. Somos oficiales de Tercera Categoría, pasamos la mayor parte de nuestra vida haciendo nuestras labores en el Distrito, pero eso no fue suficiente para entender la realidad de estas personas. Nuestra ciega "admiración" por este lugar distorsionó horriblemente nuestra visión de las cosas.

—Arthur, ¿de que estas hablando?

—Idealizamos este lugar, aun cuando nosotros sabemos perfectamente lo que es.

Si, ellos sabían perfectamente lo que "ese lugar" era. Simplemente no les gustaba decirlo en voz alta.

—Es el basurero. El infierno.

Francis se mordió los labios, no le gustaba escuchar esa palabra. A los oficiales de Tercera Categoría nunca les gustó en realidad. "Distrito" era lo más adecuado, lo más formal, pero si quisiéramos darle un nombre más acorde, conocido o popular, sería sencillamente... la Tierra.

Huelgas Mágicas en el Gabacho [𝙃𝙚𝙩𝙖𝙡𝙞𝙖 - 𝙈𝙖𝙜𝙞𝙘𝙖𝙡 𝙎𝙩𝙧𝙞𝙠𝙚]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora