Capítulo 50: El mentiroso

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Matthew había guiado a Francis hasta un sitio verdaderamente alejado del salón central. La música y las voces de las personas ya ni siquiera eran un sonido tenue, a esa distancia y en ese piso ya no se podían escuchar en lo absoluto.

—Bien... Aquí está perfecto —murmuró el menor cerrando la puerta a sus espaldas después de haberle indicado la entrada a Francis, quien cada vez se le veía más impaciente.

—Esta parece una sala para reuniones, ¿no es cierto?

—Sí, no creo que nadie venga a una de estas en medio de una fiesta, ¿verdad?

—No lo creo... —asintió el hombre recorriendo la estancia con la mirada sin prestar mucha atención a lo que Matthew estaba haciendo en ese momento—. ¡Pero bueno!, ¿y que es entonces lo que querías mostrarme? —añadió girándose a verle de nuevo de una vez por todas.

Sin embargo, al momento de prestarle atención nuevamente, se percató de que el chico ya no tenía las manos vacías. Justamente se encontraba guardando un encendedor con el que hace apenas un segundo parecía haber encendido un cigarro que se había llevado a la boca.

Acto seguido y después de sacárselo de los labios, terminó por recargarse sobre la mesa del salón para terminar dejando escapar una gran nube de humo. Francis le observó atentamente.

—Uh... Hey, m-mon chéri [cariño], eso no huele exactamente a tabaco, ¿sabes? —intentó intervenir viéndose crecientemente más confundido a cada segundo que pasaba.

—Quizás se deba a que no es tabaco... —respondió Matthew entonces dirigiéndole una relajada sonrisa al hombre.

—¿Qué...? ¿Q-qué se supone que es entonces? —se atrevió a preguntar enseguida—. No quiero asumir nada, pero es legal, ¿verdad?

—En Canadá lo es, así que puedo fumarlo todo el tiempo —añadió el chico para enseguida volverse a llevar el cigarro a la boca.

—Pero no estamos en Canadá —añadió Francis más seriamente—. Escucha, muchacho, no quiero ser grosero, pero no es como si fuéramos una nación con vida propia que pudiera conservar las leyes de su país a donde quiera que fuera, ¿sí? Somos personas y tenemos que...

—Oye, intenta calmarte, ¿sí? Esto no es algo realmente malo. Sé que no es legal aquí, ¿pero no crees que Estados Unidos es un país estúpidamente hipócrita? Quiero decir, yo disfruto esto y no le estoy haciendo daño a nadie, pero claro, a los estadounidenses les encanta satanizarlo como si ellos no vendieran armas de fuego a niños de 6 años de edad...

Francis frunció el ceño tras escuchar sus palabras. Era cierto que no estaba del todo equivocado, pero eso tampoco le daba el derecho de evadir una ley solo porque se le antojara. Además, su actitud comenzaba a tornarse diferente, pero gracias a ello ahora comenzaba a entenderlo mejor.

En el poco tiempo que estuvo conversando con él se percató de que tenía un grave problema de confianza en sí mismo, y aun cuando intentó hacerle sentir cómodo, no podía evitar verse en extremo nervioso. Los efectos de aquella droga parecían hacer rápidos resultados en él, era como si lo necesitara, como si estuviera acostumbrado a recurrir a ello tan solo para superar su pánico social

Y ese era exactamente el caso.

Porque justamente después de haber consumido de aquel cigarrillo al menos unas 10 veces finalmente parecía haber recogido el valor que buscaba para hacer lo que desde el principio planeaba hacer.

Aprovechándose del silencio de Francis, decidió aproximarse a él de una vez por todas. Sin decir una palabra se sacó una vez más el cigarro de la boca para entonces colocar una mano sobre el pecho del hombre y con la otra rodearlo para acercarse aún más a él.

Huelgas Mágicas en el Gabacho [𝙃𝙚𝙩𝙖𝙡𝙞𝙖 - 𝙈𝙖𝙜𝙞𝙘𝙖𝙡 𝙎𝙩𝙧𝙞𝙠𝙚]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora