Muchos, muchos años atrás...
—¡Hoy es el día, hoy voy a decírselo! —exclamó Arthur para sí mismo sumamente entusiasmado.
Su sonrisa podía compararse incluso con la de un niño pequeño, un niño que no era capaz de resguardar la emoción que retenía en su pecho y moría de ganas por permitirle estallar. Sin embargo, desafortunadamente el lugar donde vivía no era un sitio donde tuviese permitido hacer algo como eso.
¿Algo como qué? Podrían preguntarse, ¿expresarse? ¿entusiasmarse? ¿De qué estamos hablando exactamente?
El Cielo era maravilloso, tan pulcro y bello, lleno de esponjosas nubes y un eterno cielo azul. Era como un sueño. Además, la cuota que se debía pagar por vivir ahí era mínima, simplemente tenías que seguir ciertas reglas, bastante sencillas en realidad, que al final del día no te privaban de ninguna clase de libertad.
O al menos eso creía la mayoría.
—Ay no, no, no, ¿pero qué pasa si él no se siente igual...? —comenzó a murmurar viéndose realmente intimidado de golpe—. No, no, alto, Arthur, estas autosaboteandote a ti mismo otra vez, él corresponderá, lo sabes. L-lo sabes, ¿verdad...? Nos conocemos desde hace milenios, sé que él tiene sentimientos por mi... Al menos de alguna clase y si también está enamorado mí, entonces... ¡AH! ¡Pero está prohibido! No puedo decírselo, porque si corresponde lo meteré en problemas. Aunque lo podemos guardar en secreto. ¡Si, eso es! ¡Lo guardaremos en secreto! Si, entonces no habrá problema y ambos podremos...
—¿Principado 47?
Esa voz, esa escalofriante y fría voz. Siempre estaba ahí, no sabía cómo es que llegó a ser tan descuidado. Se trataba de Ivan, el jefe Serafín de la división a la cual él pertenecía.
—¡¿J-jefe?! —exclamó Arthur intimidado—. ¡Jefe! ¡Ho... hola! ¿Q-qué hace aquí? N-no suele... Quiero decir, no es común verlo por aquí —mintió, si era común. Simplemente fue demasiado distraído para tomar precaución y demasiado orgulloso para reconocer su error.
—Solo rondaba. Inspeccionando... Vigilando —respondió el contrario con una sonrisa permanente en su rostro—. Sabes que ese es mi trabajo, ¿verdad?
—Si... Ese es, ¿cierto?
—¿Y qué es lo que tienes ahí?
Ni siquiera se había ocupado de ocultarlas, estaba tan distraído que ni siquiera pudo tomar en cuenta que cargaba con ese enorme ramo de pétalos rojos en los brazos.
—¡¿E-esto?! Esto, eh... S-son flores.
—Sé que son flores, un grupo bastante numeroso de ellas —inspeccionó Ivan—. Creo que formulé mal mi cuestionamiento. Lo adecuado habría sido preguntar: ¿por qué tienes eso aquí? No necesitamos basura de los demonios mortales en el cielo.
—Oh, l-lo que pasa es que... —comenzó a balbucear—. Bueno, verá...
—¿Si?
—C-creí que eran lindas. En nuestra última misión al Distrito, Francis y yo las descubrimos y a él parecieron gustarle mucho entonces juntos consideramos la idea de que sería fantástico si aquí en el cielo pudiéramos tener especies como esas.
Ivan amplió su amable sonrisa, pero la frialdad que expresaba era aterradora. Arthur no pudo evitar sentirse intimidado al respecto. Casi enseguida dio un paso al frente en silencio hasta que se posicionó a un costado del menor en su jerarquía, colocando un brazo alrededor de sus hombros para invitarlo a ver hacia el horizonte.
—Principado 47, mira a tu alrededor, ¿qué es lo que ves? —le preguntó.
—B-bueno, nada relevante realmente. Todo es...
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Huelgas Mágicas en el Gabacho [𝙃𝙚𝙩𝙖𝙡𝙞𝙖 - 𝙈𝙖𝙜𝙞𝙘𝙖𝙡 𝙎𝙩𝙧𝙞𝙠𝙚]
أدب الهواة𝗣𝗮𝗿𝗲𝗷𝗮𝘀: USAMex, FrUK Francis, un inmigrante francés, acompañado de su mejor amiga Guadalupe, una chica mexicana nacionalizada en los Estados Unidos, peleará por rescatar a aquel que llama "el amor de su vida" de las garras de una terrible em...