Guadalupe estaba bastante nerviosa, no iba a negarlo. Simplemente no podía concentrarse en el baile ya que cada segundo que transcurría su ansiedad por no poder encontrar a Francis por ningún lado no hacía más que incrementarse.
También comenzaba a sentirse mareada y algo desorientada. Debió de haber deducido que algo pasaba en el momento en el que no dudó ni un segundo en pedirle a Alfred que bailaran juntos. Quiso convencerse de que fue por la adrenalina del momento, por el temor de que su amigo fuera descubierto, pero ni siquiera estaba segura de que fuera él, la paranoia le ganó y al final dedujo que eso fue algo que definitivamente no habría hecho estando sobria.
Sobria... Eso era, por supuesto.
—García, ¿te sientes bien? Oye, no sé si era necesario decírtelo, pero... Las bebidas que están ofreciendo tienen alcohol. No has estado bebiendo, ¿verdad?
Ese maldito país, tan severo con las restricciones de edad tan solo cuando de alcohol se trataba. Cuando sus padres aun vivían, los tragos nunca le faltaron en ninguna celebración, muy a pesar de que no era más que una adolescente por esos entonces, sin embargo, ya estando sola, siendo aún "menor de edad", le era demasiado difícil conseguirlo.
Llevaba demasiado tiempo sin beber, y aunque por genética contaba con gran tolerancia, la verdad es que para ese punto ya se había sobrepasado. Alguna tenía que ser la razón por la cual después de terminar un trago ya estaba ansiando el siguiente. Ya había perdido la cuenta de cuanto había bebido desde que la fiesta inició.
No respondió la pregunta de Alfred, pero esto fue porque en esos momentos estaba haciendo un arduo esfuerzo por concentrarse en lo que comentaban las personas a su alrededor.
Aquellos murmullos eran comprometedores y por alguna razón sentía como si la tensión en el salón fuera cada vez mayor. Algunas personas comenzaron a dispersarse al ver como ciertos guardias empezaban a dirigirse a cierta sala en específico.
Escuchar el nombre de "Matthew Williams" acompañado de las palabras "un intruso en la fiesta", le helaron la sangre poniéndole completamente los pelos de punta, ya que apenas levantó la vista, no le fue difícil percatarse de que Alfred había escuchado exactamente lo mismo que ella.
Intentó apartarse de él, pero fue hasta ese momento que se percató de que la única razón por la que todavía podía mantenerse completamente en pie fue porque estaba aferrada a Alfred.
—García... G-García, ¿Qué demonios tomaste? ¿De verdad estas bien? —preguntaba el chico comenzando a preocuparse—. Mierda... Oye, escucha, algo está sucediendo y tengo que...
No podía permitirlo, simplemente no podía dejarlo pasar. Tenía que haber una manera de distraerlo, de impedir que se fuera. Sabía que en alguna de esas salas se encontraba Francis haciendo quien sabe que con el hermano de Alfred y si dejaba que el muchacho se fuera, lo más seguro era que lo descubriera.
Pero su mente daba vueltas, no lograba pensar bien. Fue entonces que sus ojos se clavaron en un diminuto vaso de licor posado sobre una bandeja en una mesa a un costado suyo. Ante sus ojos era inconfundible, eso era tequila.
Sin pensarlo dos veces, tomó en posesión aquel trago y sin soltar a Alfred, se lo llevó a la boca. El muchacho fue testigo de ello viéndose bastante molesto, pero antes de que siquiera tuviera la oportunidad de reprimirla por lo que acababa de hacer, percibió como Guadalupe tiraba de su corbata hasta obligarlo a tenerlo frente a frente y sin más juntó sus labios con los suyos.
Si, aunque él tampoco creyera lo que veía, la chica lo estaba besando.
Aquel acto era lo último que hubiera esperado de su parte, se encontraba completamente aturdido y aunque el sabor a alcohol que le brindaban sus labios no era su favorito, la sensación de su lengua era extrañamente placentera.
Debido a su consternación, no le fue difícil a la chica terminar haciéndolo retroceder hasta obligarlo a chocar contra la pared. Aunque esto en realidad no era una pared, sino nada menos que las puertas del ascensor.
Con el último dejo de conciencia que le quedaba, Guadalupe logró presionar el botón que les dejaría ingresar y cuando menos se lo esperaban, Alfred terminó por entrar en contra de su voluntad a la cabina.
A las espaldas de Guadalupe lo único que logró ver fue como el cumulo de invitados comenzaba a dispersarse y varios guardias y oficiales de policía corriendo. No entendía que era lo que sucedía, pero algo que estaba claro es que no conseguiría resolver sus dudas hasta que saliera de ahí.
Las puertas del ascensor finalmente se habían cerrado, pero su empleada continuaba besándole apasionadamente acorralándolo contra una esquina del diminuto lugar.
Sinceramente, aunque lo ideal y lo normal en una situación como esa habría sido simplemente detenerla, no lo hizo. No sabía porque le estaba permitiendo ir tan lejos, ¿intentaba ser caballeroso? ¿O quizás ni siquiera entendía por donde había que comenzar a obligarla a detenerse?
Lo que si sabía es que tenía otras cosas más importantes que hacer, pero le era imposible apartarse de ella. Su cuerpo comenzaba a calentarse de la misma manera en que lo hizo su rostro tras sentir el primer contacto con su piel.
Las delgadas manos de la chica no se habían apartado de su rostro sin dejar de acariciarlo. Por un momento pensó en ¿qué pasaría si continuaban así?
Aunque jamás sabría qué tan lejos habrían llegado sus pensamientos, porque de pronto el elevador se detuvo. Estaba convencido de que las puertas se abrirían, pero después de un par de segundos, esto no sucedió.
Y un minuto, y dos... Fue hasta entonces que comenzó a entrar en pánico.
Tenían que detenerse, Guadalupe no parecía consiente de la situación, pero él sí, así que con la máxima fuerza de voluntad que se permitió, la sujetó por los hombros para apartarla de sí. Quiso mirarla a los ojos, pero desafortunadamente estos estaban cerrados y así continuaron, pues al parecer la chica de repente se había quedado dormida.
—G-García... ¿García? Por un carajo... ¡Agh!
Definitivamente la chica ya no iba a poder sostenerse por sí misma así que cuidadosamente la hizo recostarse contra la pared, fue hasta ese momento que se dirigió finalmente a la puerta e intentó abrirla sin resultado. Rugió bastante molesto llevándose las manos a la cabeza.
Enseguida extrajo su teléfono, llamaría a sus guardias y todo se resolvería, pero grande fue su sorpresa cuando se percató de que no había señal. Eso significaba que probablemente se habían quedado atrapados justo antes de llegar al último piso del estacionamiento.
Inmediatamente se giró más que furioso a la chica, pues era más que evidente que aquello había sido su culpa, sin embargo, le fue imposible recriminarle algo, pues al final de cuentas se encontraba inconsciente.
Algo llamó su atención en ella de repente y eso fue su expresión, parecía tan apacible. En todo el tiempo que tenía conociéndola jamás había visto semejante expresión en su rostro. Estaba convencido de que soñaba, de lo contrario no entendería porque lucía tan feliz.
No tuvo más remedio que tomar asiento a un costado suyo. Se tendría que ver obligado a esperar, pues en algún momento alguien habría de darse cuenta de que se encontraban ahí.
Dejó escapar un suspiro mientras volvía a mirar de reojo a Guadalupe. Al hacerlo percibió un cosquilleo en sus labios que repentinamente le avergonzó bastante obligándose a apartar la mirada de nuevo. Se llevó las manos al rostro cubriéndose los ojos desesperado.
¿Qué es lo que acababa de pasar?
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Huelgas Mágicas en el Gabacho [𝙃𝙚𝙩𝙖𝙡𝙞𝙖 - 𝙈𝙖𝙜𝙞𝙘𝙖𝙡 𝙎𝙩𝙧𝙞𝙠𝙚]
Fanfiction𝗣𝗮𝗿𝗲𝗷𝗮𝘀: USAMex, FrUK Francis, un inmigrante francés, acompañado de su mejor amiga Guadalupe, una chica mexicana nacionalizada en los Estados Unidos, peleará por rescatar a aquel que llama "el amor de su vida" de las garras de una terrible em...