Capítulo 37: Relación jefe-empleado

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—¡Es un gusto conocerlo! Carlos, ¿verdad? Soy Guadalupe.

Pero ante ese caluroso saludo por parte de la chica no hubo respuesta alguna, simplemente una mirada de reojo y una ceja alzada. La mano y la sonrisa de Guadalupe esperaron unos segundos a ser correspondidas mientras continuaban caminando, pero una vez que cruzaron las puertas para entrar al ascensor, decidió rendirse.

Lo único que pudo hacer fue limitarse a ver como el hombre presionaba los botones de la cabina para que esta cerrara las puertas y comenzaran a moverse.

—Carlos Morales, el gusto es mío, señorita... ¿García? —respondió finalmente mirándola de frente otra vez para tomar su mano y estrecharla.

—Ah... Menos mal, pensé que me ibas a ignorar por completo —suspiró ella viéndose completamente aliviada y correspondiendo al saludo de inmediato con sumo entusiasmo—. ¡Puedes llamarme Guadalupe! O Lupe, como quieras, sin problema alguno.

—Perfecto —asintió el otro con una sonrisa—. Y lo siento, solo estaba intentando analizarte un poco.

—¿A qué te refieres?

—Eres realmente admirable. Cargándote esa sonrisa y teniendo un jefe como ese, no tengo idea de como lo haces. He tratado muy poco al Sr. Jones, lo conozco, pero son sumamente escasas las veces en que he tenido el infortunio de verlo en persona.

—Él es... una persona ciertamente difícil de tratar, ¿eh?

—Es intolerable —insistió Carlos bastante seguro de sus palabras—. Para ser sincero contigo nunca he soportado escuchar su voz siquiera un segundo. Es una de las personas mas desagradables que he tenido la mala suerte de conocer.

—No puedo negarte eso, jaja... pero creo tampoco estoy en posición de quejarme —respondió ella apartando la vista nerviosa, pero conservando su sonrisa.

—Sin embargo, lo toleras —remarcó él—. Tu paga debe de ser realmente buena como para que un trabajo como ese que tienes valga la pena.

Las puertas del elevador se abrieron entonces. Carlos salió primero sin esperar una respuesta de la chica, quien al final de cuentas no tenía muy en claro que es lo que podía decir al respecto.

De esa manera se limitó a seguirlo hasta la cafetería, caminando a un costado suyo.

—¿Te has cuestionado la idea de renunciar? —pronunció entonces con una sonrisa, pero conservando su mirada al frente, en su camino y sin mirarla.

—¡¿Eh?! —exclamó ella viéndose un tanto sorprendida—. Ah... E-esa es una pregunta algo repentina.

—Jajaja, lo siento. Tiendo a ser algo imprudente en ocasiones, uno de mis principales defectos.

—B-bueno, jaja... —titubeó rascándose la nuca—. Para responder a eso... Supongo que la idea de la renuncia es algo que pasa por la cabeza de cualquier asalariado en algún momento, y no diré que soy la excepción. No obstante, al final de cuentas todos estamos trabajando por una razón, ¿no es así?

—¿Dinero?

Esa pregunta...

Es pregunta le puso los nervios de punta.

Carlos continuaba caminando tranquilamente sin mirarla y con los ojos al frente, pero por alguna razón cada que hablaba sentía como si sus palabras penetraran hasta sus entrañas, como si su alma estuviera desnuda frente a él.

Como si él supiera que lo que necesitaba no era el dinero.

—Si, si, ¡dinero! —respondió finalmente intentando conservar su firmeza—. ¡Pero bueno! Es lo que digo, a veces no nos queda de otra. El Sr. Matthew luce como un jefe realmente agradable, de seguro por eso es muy contrastante para ti la manera en la que Alfred se comporta conmigo.

Huelgas Mágicas en el Gabacho [𝙃𝙚𝙩𝙖𝙡𝙞𝙖 - 𝙈𝙖𝙜𝙞𝙘𝙖𝙡 𝙎𝙩𝙧𝙞𝙠𝙚]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora