𝒀𝒐 𝑻𝒆 𝑨𝒎𝒐 𝒂 𝑻𝒊 | 𝑳𝒆𝒘𝒂𝒏𝒅𝒐𝒘𝒔𝒌𝒊 𝒙 𝑮𝒂𝒗𝒊

𝑪𝒂𝒑𝒊𝒕𝒖𝒍𝒐 𝒗𝒆𝒊𝒏𝒕𝒆

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Capítulo veinte: Manos.

Como todos los días de la semana, Gavi se levantó de la cama a prepararse el desayuno para luego ir a su entrenamiento en el Club de Barcelona, pero está vez fue diferente. En esta mañana su dolor de cabeza fue más fuerte de lo normal, le costaba levantarse de la cama. Cuando lo intentaba, volvía a caer, rendido. Se sentía mareado, con calor y con sed.

Cuando consiguió levantarse, caminó al baño y se paró frente al espejo, mirando el lava manos. A los minutos salió y se vistió.

Ahora estaba en la mesa, con la cara entre las manos, sin darle mucha importancia a la conversación que le daba su padre.

—¿Estás bien? Te ves cansado— le preguntó al verlo perdido.

Esas palabras lo sacaron de su mundo y cuando iba a responder, se quedó completamente quieto al sentir como apoyaba su mano sobre su frente, tomándole la temperatura.

—Tienes fiebre— dijo mirándolo a los ojos—. Tú no puedes seguir así. Ve a acostarte y toma el desayuno en la cama. Llamaré a un doctor.

Para su sorpresa, lo vió levantarse de la mesa e irse a su habitación sin reprochar. Sabía que para que eso sucediera, debía estar muy enfermo como para no quejarse de su decisión de quedarse en cama.

Cuando llegó el médico entraron a la habitación, viendolo dormir profundamente. Comenzó con un chequeo rápido que podía hacerle con las cosas que podía traer del hospital.

Su rostro tenía una expresión de asombro y preocupación al oir el corazón del joven bombear con tanta fuerza como si estuviera corriendo, pero estaba ahí, durmiendo en su cama. Le tomó la temperatura, algo más que estaba fuera de lo normal.

Una temperatura más alta de lo que debería ser, sabiendo perfectamente que estaban en invierno y no era posible.

Dejó de lado el chequeo y se acercó al padre, quien esperaba alguna respuesta.

—Necesito hacerle estudios con mayor profundidad para saber que es lo que tiene— trató de explicar con calma—. Lo mejor será esperar a que se le baje la fiebre y llevarlo al hospital. Le recomiendo que por el momento se quede en casa.

—No es nada grave, ¿verdad?

—Aún no lo sé, cuando tenga una respuesta, será el primero en saberlo— tomó sus cosas y salió de la habitación.

El padre de Gavi lo acompañó hasta la salida, le agradeció su ayuda y se despidió de él.

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Si había algo que no le gustaba, era estar en el médico, estar sentado frente a un doctor, a solas, siendo revisado. Se sentía expuesto, no le gustaba ser visto, aunque sabía que no había doble intención y solo quería saber que es lo que tenía.

—Te haré unas preguntas, ahora que estamos solos, ¿vale?— apoyó sus manos frente al teclado del computador.

Asintió con la cabeza, no podía hablar.

—¿Hace cuánto llevas teniendo fiebre?

—Hace un poco más de un mes, tal vez— lo vió escribir.

—¿Has tomado algún medicamento para calmar el dolor?, ¿pastillas?

—No, que yo recuerde.

—¿Sueles tomar algo para obtener mayor resistencia física?, ¿para mantenerte más despierto?, ¿pildoras, alguna bebida?