pucheros |taekook omegaverse|

#94.

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—Uy, está haciendo frío. —murmuro, moviendo los hombros de arriba abajo para generar calor.

Tae, a mi lado, me mira con consternación.

—¿Quieres que te compre algo calientito de beber?

—Voy a explotar. Tengo el estómago lleno, hyung. —hago un puchero. —Incluso me duelen los pies.

Hemos decidido pasar la tarde juntos en el centro de la ciudad; entrando y saliendo de tiendas sin parar durante tres horas seguidas.

Ha sido muy agradable. No solo pasaste mucho tiempo con Tae, sino que también te compró mucha comida. Una tarde perfecta.

—¿Debería llevarte a tu casa entonces?

—Si... ¿pero no te puedes quedar a dormir conmigo? —pregunto con voz dulce, casi aguda.

Soy un caprichoso.

Tae lo piensa unos segundos antes de responder, —Estoy atrasado con unas tareas, Kook. ¿Tal vez mañana viernes? Ya teníamos planeado jugar twister de todas formas.

No puedo evitar hacer un puchero.

—Puede ser hoy y mañana. —propongo.

—Hoy no.

—Pero puedes hacer tus pendientes en mi casa.

El Alfa ladea la cabeza, sus ojos observando mis labios antes responder.

—Sabes que no me concentro. No si estás cerca.

Dejo de caminar y Tae imita mi acción, ambos quedándonos en la mitad de una acera. Sin darnos cuenta, nos hemos estado dirigiendo hacia el estacionamiento donde Tae ha dejado su jeep.

Aleteo las pestañas, aún intentando convencerlo.

—No te voy a molestar, lo juro. Por favor, hyung.

Él lo piensa. Hesita, abre y cierra la boca un par de veces como si estuviera teniendo una pelea interna consigo mismo.

Pero no cede, —Lo siento, Kookie. Estoy al borde de reprobar ética.

Ruedo los ojos.

—Mmmh, ya. —me cruzo de brazos. —Cómo sea, ya vámonos.

Reanudo los pasos y Tae también.

—No te enojes. Mañana la vamos a pasar bien, ¿si? —habla con rapidez. —¿Quieres que mañana te lleve helado? ¿Ramen?

Es tan atento que una sonrisa boba amenaza con aparecer en mis labios. Intento ocultarla carraspeando la garganta.

—Como quieras. —finjo indiferencia. —Cómprame el mundo o algo así.

Tae se ríe de mi comentario, entonces súbitamente siento su gran mano envolver la mía. Lo miro, sorprendido porque aún no me acostumbro a pasear agarrados de las manos a pesar de que lo hayamos hecho en varias ocasiones tras salir de la escuela.

Siento las mejillas rojas, mi cuerpo y corazón reaccionando con facilidad cuando se trata de él.

Le observo alzar mi mano con lentitud hacia la altura de sus labios para dejar un pequeño beso en el dorso.

No puedo evitar jadear ante el gesto.

—Cuando me aceptes cortejarte, lo consideraré.