And The World It Feels Too Big (Lams)

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—¿Al presidente del congreso? Por favor, general —Alexander nunca suplicaba, ni siquiera para salirse con la suya.

En esos casos, Alexander recurría a una dinámica más divertida que eclipsaba sus dotes con la palabra, sus sonrisas coquetas y sus miradas que podían ir desde lo más lascivo hasta lo más vulnerable. Sin embargo, con Washington era incapaz de recurrir a esos extremos.

El hombre era prácticamente al único que respetaba.

—No me obligue —repitió con un hilo de voz al ver que el general ni se inmutaba—. ¿Es totalmente necesario?

—Sabe que es algo que necesita hacer, si quiere seguir con su cortejo, necesita el visto bueno de su padre —Washington se levantó de su escritorio acabando la conversación.

—Pero, su excelencia, ¿de verdad? —dio una breve reverencia al verlo salir del despacho y se volteó al ver que el general se detenía en medio del marco de la puerta.

—Hubiera continuado con su relación en secreto, así se ahorraba las formalidades —el hombre se encogió de hombros, una mirada divertía rodeó sus palabras.

Alexander no le quitó más tiempo, se recargó contra la pared detrás de él y resopló con una mezcla de ofensa y cansancio. Se cubrió el rostro con las manos y soltó un grito ahogado que se asemejaba más a una rabieta.

Entonces, respiró profundo y se compuso. Acomodó la faja del uniforme que se había torcido, se sacudió las botas contra el piso de madera y sacudió cualquier acumulación de polvo sobre su chaqueta. De camino a su tienda pensó en las miles de posibilidades en las que podía dar las noticias durante su caminata nocturna, en la reacción de su compañero y en la derrota detrás de su declaración. Levantó la mirada, por suerte, el sol aún se encontraba en lo alto, todavía disponía de varias horas antes de siquiera encontrarse con él.

Pero, claro, ese día la suerte no estaba de su lado.

Al entrar a su tienda y levantar la tela, se encontró con la figura alta y robusta del rubio que había estado habitando sus pensamientos durante la última hora.

—Alexander. ¿Tiene buenas noticias?

Con ánimo de no interrumpir el buen humor de John, Alexander inclinó la cabeza hacia un lado, dándole una breve respuesta de duda. Ni para el uno, ni para el otro.

—¿Malas noticias?

Nuevamente, Alexander repitió su movimiento de cabeza, esta vez acompañándolo con un encogimiento de hombros.

—¿Alguna noticia siquiera?

—Siempre hay noticias. Al menos en este campamento. Como, ya sabe, la oficialización de la relación del Barón con su traductor, nuestro querido Walker. Digo, estamos en medio de una guerra, una lucha por nuestros derechos, pero el cotilleo también es igual de importante que una buena ración de comida para mantener vivo un batallón.

Apenas terminó su pequeño divague, Alexander cayó en cuenta del error que había sido recordar el tema del Barón y Walker.

—Lo nuestro puede ser menos extravagante, Alexander. Al terminar la guerra podremos ocuparnos de todas las celebraciones —la comisura de John se elevó, el inicio de una sonrisa.

—En este momento, mi único deseo es que no haya ningún impedimento entre nosotros —medio pronunció las últimas palabras, caminó con las manos cruzadas detrás de su espalda y se sentó en la esquina contraria al catre donde dormía.

La distancia no era la mayor, pero al menos así podría ser capaz de formular frases más coherentes.

—Algo lo tiene mal, Alexander.

In the Winter's Trail - one shots lamsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora