Date night (Lams Month)

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Sobre sus cabezas las estrellas brillaban con luz propia, era como si no les importara la contaminación lumínica de la que Nueva York se caracterizaba, ellas solo querían ser vistas y admiradas. Y mientras caminaban, eran cínicamente ignoradas por Alex, quien estaba perdido en otras mucho más interesantes: las pecas de John.

Él sabía que era capaz de perderse en esas pequeñas manchas que adornaban el rostro de su novio y aunque este le había confesado que en un inicio no le gustaban mucho, luego las terminó aceptando y más porque Alex las amaba. Juntos caminaban las calles de Manhattan, John con su cabeza recostada en el hombro del azabache y Alex apostando, para ver a qué número de pecas contadas llegaba, antes de que el otro levantara su cabeza.

Venían de una de sus tantas citas que terminaban en desastre memorable, pero en la buena forma. Hoy se habían dado cuenta de la razón por la que nunca habían ido a los bolos, era simple, ninguno de los dos sabía jugar.

—¿En qué piensas, Alex? —John no levantó la cabeza, a pesar de ser más alto que Alex, él prefería tenerlo cerca.

—En muchas cosas, como el número de pecas que tienes en el rostro.

—Son muchas, nunca las he contado.

—He llegado a doscientas, ese es mi récord.

Al escuchar esto, John miró a Alex, él quería comprobar lo que había dicho este con sus propios ojos.

—Repite eso.

—Doscientas, generalmente me desconcentro o te mueves y no puedo seguir contando —se llevó la mano a la nuca y apartó la vista a la calle, sentía sus mejillas coloradas.

—¿Sabes a dónde quiero ir? —cambió de tema al ver la reacción que había provocado en Alex.

—A esta hora la mayoría de los lugares están cerrados, John.

—No los bares y menos los que tienen karaoke —una sonrisa creció en los labios de John, él podía ver cómo sus ojos se iluminaban con la idea.

—Vamos.

De ahí, todo pasó demasiado rápido, especialmente porque John lo jaló corriendo por las calles nocturnas de una ciudad que no dormía, una ciudad que podía oler espantoso y que tenía vagabundos en algunas esquinas, pero que eso no le quitaba la belleza que evocaba. La mano de John contra la suya solo se sentía como si debía pertenecer ahí para siempre. Estaba consciente de que debía parecer un tonto mirando con admiración a su novio. No se culpaba, esa era una de las ventajas que venía con el título.

En unas cuadras, ya estaban en la zona rosa, donde todo lo correcto era alocado y el ambiente se sentía y se olía. A ninguno de los dos parecía importarle y mucho menos cuando luego de entrar al bar y unas cuantas copas, John lo tenía contra la pared y lo estaba besando como si no hubiera un mañana.

—Es... esto es muy divertido, Alexendre...

Por supuesto, uno al menos tenía que mantenerse medio sobrio y cuando lanzaron la moneda, había sido el turno del menor.

—Lo es, Jack. Mira, ¿por qué no vamos a cantar?

—¿Cantar? —la mirada perdida y tonta derritió a Alex en el acto, así que solo se acercó y lo besó una vez más.

—Tú vas primero, querido.

Bajo el efecto del alcohol parecía que John se creía un tipo de superestrella del rock, porque ni medio Alex se alejó de él, corrió al micrófono y le dijo unas cuantas cosas a la persona encargada del sistema.

—¡La mEjoR qUe tEnGas! ¡Aoritaaaa!

Be kind when you rewind the story of the two of us

In the Winter's Trail - one shots lamsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora