Los sonoros golpes de cada disparo de bayoneta repicaron en los tímpanos de los soldados que defendían el frente contra las casacas rojas. El polvo ácido del azufre impedía que ellos vieran si los enemigos los estaban rodeando o si se encontraban a salvo. Era cuestión de vida o muerte y para Alexander Hamilton, quien estaba escondido detrás de un fuerte, buscando la oportunidad perfecta de disparar, esto le parecía lo más arriesgado que había hecho en su vida. Y le encantaba.
Un fuego recorría su cuerpo y era como si un rayo le hubiera caído y dado toda la energía que necesitaba para seguir viviendo. Sí, tenía algunos pequeños rasguños y quizá estaba sangrando en algunas partes importantes, pero eso no le molestaba en este momento. No, él quería darle a uno de los soldados enemigos.
Y qué mejor forma de continuar con la caza que con John Laurens cubriéndole la espalda. Era tan silencioso que sus pasos apenas se escuchaban sobre el pasto. Su cabello rubio cubría la mayoría de la sangre y sus ojos de hielo se encargaban de encontrar el mejor blanco, no podía desperdiciar sus tiros. No con la neblina que estaba empezándose a mezclar con el humo de los disparos que dejaban aturdidos a quienes no les daban.
Alexander le hizo una señal al otro, los rizos pelirrojos del menor eran el perfecto camuflaje para la herida que estaba sangrando en su cabeza. John asintió con la señal y caminaron en sincronía hacia el movimiento que se intentaba descifrar entre el humo blanco.
En eso, un sonido detrás de ellos activó los sentidos de John y encogió el cuerpo en un acto reflejo. Habían disparado uno de los cañones y no era seguro, pero Alexander con su pequeña estatura ya estaba avanzando e internándose en lo misterioso de la niebla. John se mordió el labio para no gritar el nombre del menor. Alrededor suyo los disparos continuaban como si nunca se hubieran ido, como si estuvieran en un bucle de repetición infinito y aquel horrible sonido lo fuera a perseguir hasta en sus sueños.
De nuevo, un disparo, la bala despejó el camino de humo que se había creado hacia su alrededor, rayando una línea diagonal entre una esquina y la otra, siendo él encontrado por esta en el medio. Le habían dado en el hombro.
Sus rodillas fueron las primeras que golpearon el suelo, su mano subió directamente a cubrir el agujero que se había abierto y estaba empezando a manchar su uniforme de carmesí. En su cabeza sabía que había quedado en el fuego cruzado, su instinto asumía que le habían apuntado desde lejos al haberse quedado parado en lugar de seguir a Alexander.
—Alexander —susurró, mientras que, con el brazo bueno, se intentaba poner de pie para cubrirse en el fuerte que habían abandonado hace unos minutos.
Sus manos entre manchadas de sangre y lodo, rojo y café lograron anclarse al pasto y llevarlo a la inútil seguridad del fuerte. Ya podía escuchar el sonido de las botas en el pasto, los gritos furibundos de quienes lo encontrarían medio muerto, pálido como el papel y podía ver el cabello de fuego de Alexander entre el blanco de la niebla. Seguramente estaba empezando a delirar, sí eso era, el sudor se deslizaba por su cuello y surcaba su espalda, sus manos se estaban viendo distorsionadas, sus labios secos.
—¡John! —la voz de Alexander fue callada por el disparo de otro cañón.
Su cabeza estaba demasiado roja como para solo ser su cabello.
Alexander se inclinó y una mueca de dolor cubrió sus facciones, dejó su arma en el suelo y con la espada se cortó un pedazo de tela. Él intentó darle una sonrisa tranquilizadora, a la vez que presionaba el lugar de dónde la sangre salía como si fuera cascada.
—No te irás, no hoy. Aún no es tu tiempo, John —las palabras tranquilizadoras de Alexander salían con tanta fuerza de convencimiento que parecían devolverles el color a las mejillas de John.
—Esto es todo, Alexander.
—Si digo que hoy no es tú día, hoy no lo es, idiota terco.
John rio y ese dulce sonido alcanzó los oídos de Alexander, quien estaba sosteniendo al otro junto a él. Debía mantenerlo despierto, al menos hasta regresar al campamento. Se levantó con el peso de John en el lado izquierdo de su cuerpo, nunca había estado tan agradecido por lo que lo hacía mantenerse de pie, era como una fuerza extraña que continuaba impulsándolo hacia adelante y dejaba las dudas de lado.
¿Qué no podía correr con un cuerpo a cuestas? Hecho. ¿Qué no podía evitar que le dispararan? En proceso, pero por más que sus pasos eran como picos sobre el hielo, continuó su trayecto con el cabello pegándosele en la sangre del rostro.
—Habla, vamos, ahora. Recítame algo, John.
—¿Qué piensas de las confesiones, Alexander?
¿Qué pensaba de las confesiones? Mientras la cabeza de un hombre se mantuviera en paz consigo misma, estaba de acuerdo. De alguna forma debía lograr dormir.
—Entre más inoportunas, mejor.
—Tengo unas cuantas que hacer.
—Si piensas que hoy será el último día en el que ves la gloria del sol, estás equivocado, John.
—No es eso.
Él estaba haciendo todo lo posible para mantenerse cuerdo. Estaba contando los pasos que veía mientras los pies de Alexander se movían con la rapidez de un corcel. Sin embargo, había algo que lo seguía molestando y que necesitaba arrancarse del pecho.
—John, no te quedes callado. No puedes irte, no hoy —escuchó como Alexander soltó aire y retomó el ritmo de su anterior maniobra—. Eres el amigo más cercano que he tenido, podría decir que eres más que un amigo, eres...
—Alexander, estoy casado y tengo una hija.
Entonces no volvió a escuchar su voz, hasta después, cuando abrió los ojos y se dio cuenta que estaba en el interior de una tienda. Intentó levantarse, pero el latido que sentía en el hombro lo obligó a quedarse en la camilla improvisada en la que estaba.
Alexander no estaba en ningún lado, así que volvió a cerrar los ojos. No recordaba muy bien cómo había llegado ahí o quién lo había traído.
«—Eres más que un amigo
—Estoy casado y tengo una hija»
El recuerdo le hizo abrir los ojos de inmediato.
—Mierda.
Necesitaba encontrar a Alexander en ese mismo instante.
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N/A El título lo dice todo, no es mi culpa. Punto dos, escribí un semi-historical Lams, porque la apariencia los chicos es histórica, pero la batalla en la que están es completamente sacada de mi cerebrito. Punto tres, extrañaba escribir batallas y no lo hacía desde el capítulo final de Entre dos mundos, wow, esto se sintió bien. En fin, espero que lo hayan disfrutado. Intentaré escribir uno por día en el Lams Month y si no puedo los agruparé en un mismo shot. Gracias por leer.
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In the Winter's Trail - one shots lams
RandomEsta es una colección de historias, algunos cuentos y por lo general one-shots de parejas que rondan a menudo en mi cabeza. Adéntrate a mi mundo si te atreves, quedas advertido. Para más información, revisar el índice. Incluye: • Lams • Kingbury • H...