No se lo iba a admitir a sí mismo, pero estaba agotado. Luego de bajar del auto, sintió como sus músculos se tensaban por el estrés acumulado. Debía corregir algunas calificaciones para después planificar unas cuantas clases —sin contar que seguramente Jefferson le pediría revisarlas con sus propios ojos—. En sus manos, el maletín se sentía más pesado de lo que llevaba. Dentro, si mal no recordaba, estaban los exámenes que había tomado en la tarde, trabajos de los de segundo, la bandeja con algo que su esposo le había preparado antes de que él también se tuviera que ir a trabajar y las llaves con las que abrió la puerta de la casa.
Suspirando, se sacudió los zapatos en el tapete de la entrada y dejando el peso con el que había llegado, revisó si John se encontraba en la sala. Sus llaves sonaron al dejarlas en el cuenco de la entrada, a la vez que el maletín rebotó sobre el sillón. Alex no pudo evitar pensar que era como si todo lo que estaba en el interior de esa carcasa deseaba escapar, huir, salir desesperadamente de lo que lo estaba reprimiendo. O quizá solo era su cerebro cansado que empezaba a darle cualidades humanas a objetos inanimados. Cualquiera que fuera la respuesta, estaría satisfecho con ella.
De todas formas, estaba proyectando, ¿no?
Había creído que el peso lo había soltado a la entrada de la casa; sin embargo, no fue hasta que escuchó un tarareo viniendo desde la cocina que se sintió flotar como espuma de mar. John había salido temprano del trabajo. Y tan rápido como ese hecho se registró en su cabeza, una sonrisa tranquila se formó en sus labios. Tal vez no estaba persiguiendo el premio hasta lo alto de la montaña o ganado la lotería en una fracción de segundo, pero su esposo estaba en la casa y eso era suficiente para hacerlo olvidar del mundo.
Ese pensamiento solo se volvió más perenne en el instante en que lo vio ahí, con uno de sus brazos sujetando un tazón y el otro ayudándolo a batir lo que sea que estuviera preparando. Aprovechando que aún no lo había notado, se arregló la coleta que mantenía controlado su cabello, cruzó sus brazos sobre su pecho y recargó su peso contra la entrada a la cocina. Esperaba que se viera tan increíble cómo se estaba imaginando.
—Jack... —canturreó levantando las cejas, todavía manteniendo un tono bajo porque por más que deseaba sorprenderlo, disfrutaba en un nivel de cien por ciento los días en que John tarareaba.
—Oh, perdona —levantó la mirada, saludándolo con sus ojos brillantes y una sonrisa que adornaba por completo su rostro—. ¿Llevas mucho tiempo ahí parado?
—Sé que cuando cocinas te distraes de todo lo demás.
—Eso no responde mi pregunta, Alex.
—Digamos que tuve unos buenos segundos para ver lo estaba a simple vista —redundó a propósito ladeando su cabeza hacia un lado—. Vamos, deja eso.
—Es el postre. Si no lo termino ahora, no habrá para más tarde.
—Lo dejamos para la noche. Ven aquí —insistió, rompiendo su perfecta pose y quitándole el cucharón de la mano a su esposo.
—¿Quién eres tú y qué le has hecho a Alex? —levantó sus cejas como si estuviera refutando su decisión, cuando en realidad, quería seguirle el juego.
—¿Por?
—No quieres postre.
—No es que no quiera, Jack —aclaró ahora dejando el tazón en la isla del centro, mientras entrelazaba sus dedos con los de John y lo atraía juguetonamente para eliminar la distancia entre ellos—. Es que, en este preciso momento, no es lo más importante para mí.
—¿Y qué sí lo es? —sintió como su pulgar comenzó a acariciar el dorso de su mano.
John continuaba tarareando.
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In the Winter's Trail - one shots lams
RandomEsta es una colección de historias, algunos cuentos y por lo general one-shots de parejas que rondan a menudo en mi cabeza. Adéntrate a mi mundo si te atreves, quedas advertido. Para más información, revisar el índice. Incluye: • Lams • Kingbury • H...