Sleepy (Lams Month)

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A John no le gustaba bailar, bueno sí le gustaba solo que nunca había tenido la oportunidad de practicarlo sin que eso significara saltar con la música a todo volumen en una fiesta llena de adolescentes con un aliento que, si le acercabas un fósforo, este podía incendiar por completo la casa.

Pero eso cambió cuando conoció a Alex. En el parecía que el ritmo corría por sus venas en lugar de sangre y que este mismo bombeaba el corazón que se alimentaba de las canciones, especialmente de la salsa. El origen caribeño de Alex había sido un increíble problema al momento de bailar, y no de una forma negativa, al contrario, esas caderas caribeñas le habían hecho agua a la boca de John. Esa era la cuestión.

Cada vez que salían a bailar, terminaba de una forma en que lo esperaban, en realidad, lo esperaban. Solo que no en el baño o con la música resonando a todo volumen fuera de la pequeña habitación. Esos antecedentes fueron los que casi le hicieron rechazar una de las nuevas propuestas de Alex: un concurso de salsa en el que no podían dejar de bailar hasta que la última pareja fuera eliminada.

La simple idea le hizo cosquillas al cerebro de John. Era tan tentador bailar con Alex al ritmo de la salsa, con él diciéndole palabras amorosas en español, que sí lograba comprender, debido a su ascendencia sureña. El mismo Alex se sorprendió cuando John le dio el visto bueno. Todo aquello los llevó al instante en el que se encontraban.

El sonido embriagador de las trompetas, los tambores al son de sus pasos y las vueltas que daba en los brazos de Alex creaban la ilusión de andar navegando en un río. Tranquilo, calmado, con cansancio por andar bailando cinco horas seguidas. Con lentitud y eficacia, la música estaba sirviendo como una canción de cuna para John. Sentir a Alex debajo de sus brazos, el aroma de piel sudada y el vaivén de la salsa romántica. Lo era todo.

A hora solo hay números en tu cabeza

De una relación que no da para más

Ahora solo hay símbolos de suma y resta

Sumas mis errores resto tu bondad

Y aunque la canción era todo menos lo que tenía con Alex, le recordó ese pasado del que había huido desde hace tiempo y que finalmente había logrado aceptar. Tenía un esposo que presumir, tenía una casa preciosa y un trabajo que amaba, todo eso parecía un sueño hecho realidad.

—¿Jack? ¿Te estás durmiendo? —la voz de Alex lo trajo de vuelta.

Él tarareó en respuesta. Quizá sí estaba perdiendo la conciencia; sin embargo, lo haría todo por complacer a Alex. Con los brazos aún alrededor de su esposo, levantó la mirada y vio a su alrededor. Solo quedaba una pareja en la pista de baile.

—Del uno al diez, ¿cuánto quieres ganar esto? —la pregunta de John hizo que la mirada competitiva de Alex se activara y le diera vueltas para avanzar hasta la otra pareja.

—Veinte, Jack.

—Vamos entonces por ese veinte.

En eso por los parlantes la canción cambió y las luces le dieron un ambiente diferente a la pista de baile. Alex y John avanzaron sincronizados, los pies de John pudieron doler como el mismo infierno, pero eso no evitó que le siguiera el paso a Alex. Las caderas del menor se movieron al son de las trompetas y el piano, las manos de John se envolvieron en su tronco para no perder de vista el objetivo.

A veces llega la lluvia
Para limpiar las heridas
A veces solo una gota
Puede vencer la sequía

Alex había sido esa lluvia que había limpiado sus heridas con su llegada a su vida. Había sido como un rocío en el desierto que era su pobre y marchita alma. Un vendaje alrededor de las heridas de guerra de John. El hombre con el que había soñado.

Al final de la noche, ellos ganaron el concurso. Una ración doble durante un año de pollo frito había sido el premio. La sonrisa de Alex no podía ser más grande. Y mientras volvían, la cabeza de John caía sobre el hombro de Alex, rebotando con cada bache por el que pasaba el taxi.

—Ganamos, Jack —canturreó en su oído.

Faltaban pocas cuadras para llegar a su casa.

—Lo hicimos, Alex —su voz apenas logró salir, estaba cayéndose de sueño.

Y seguramente Alex preguntó muchas cosas más, pero John ya estaba en los brazos de Morfeo cuando el taxi se estacionó frente al porche café, lo único que pudo hacer Alex fue pagarle al taxista y llevar a John cargado en sus brazos al estilo de una princesa. Lo desvistió, regó algunos besos y lo envolvió en sus sábanas. Él aún no sabía cómo es que le quedaban energías. Al día siguiente, ninguno de los dos se despertó para desayunar. John le picoteó los labios, ahora era él el que tenía sueño.

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N/A Ni idea de qué es esto, tuve un tipo de idea al inicio, pero luego se fue para el otro lado, ahora estoy viendo mi novela en la televisión. Yo soy la que está "sleepy" jajajaja

In the Winter's Trail - one shots lamsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora