Mi querido Laurens,
Llevaba tiempo queriendo escribirte, pero simplemente no tuve la oportunidad o el tiempo. Ayer estuve en el parque donde te pedí matrimonio, pasé por la cafetería donde comíamos todos los lunes porque el día era tan malo que con una mirada mía o tuya, este se volvía mil veces mejor. Lo sé puedo ser un poco cursi, aun así, me aceptabas y amabas mis defectos y debilidades.
Recuerdo el 17 de abril, recuerdo el mes de agosto, recuerdo cuando me pediste ser tu novio, recuerdo como esos días tus ojos brillaron de una manera diferente, como tus mejillas se llenaron de color y como esa sonrisa tonta, era solo para mí. Esto es difícil de aceptar, en especial para mí. Dios, Jack, sabes lo que me estás haciendo sufrir y no me importa porque siempre fuiste el único para mí.
Los rumores que se extienden a mi alrededor como tentáculos que buscan asfixiarme y asfixiarte, que intentan quebrarnos, no son más que una prueba de lo que puede soportar lo que tenemos. No voy a decir que es único y diferente como las parejas modernas, porque ciertamente lo nuestro no se compara con las comedias románticas que estrenan todos los meses en Netflix (aunque sé bien que las amas).
Con esto quiero dejar en claro un para nada simple y sumamente complejo fundamento: te amo. Esa es la verdad más grande que ha salido de mi boca, la verdad absoluta de mis sentimientos, la verdad que gobierna mi vida y que sin ella estaría perdido y si eso significa perderte, no sé si pueda vivir así. El momento en que ambos comenzamos a burlarnos de la tontería que era creer en las almas gemelas, fue el mismo en el que supe que tú y yo éramos una sola. No voy a decir que me pertenecías, estamos muy adelantados como para seguir creyendo en el sistema feudal.
Sin embargo, yo sí te pertenecía, al menos mi corazón sí era tuyo y lo sigue siendo, eso no ha cambiado. Y desde que me dejaste llamarte Jack, no hizo más que crecer y crecer ese amor que tengo para ti. Sé que no eres el mayor fan de lo cursi, en serio, no sé cómo he logrado escribir esto sin morir de diabetes, pero ya ves, esto es capaz un hombre enamorado y con ganas de salvar su matrimonio.
Cometí muchos errores en el pasado, Jack. Tú fuiste la excepción a la regla.
Te amo,
Tu chico querido.
La voz de Alex había flaqueado al leer las últimas líneas de la carta, sus ojos picaban y sus mejillas estaban húmedas, al igual que sus manos, a pesar de la baja temperatura en la que estaba la sala de juzgados. En realidad, al leer sus propias palabras había caído en cuenta lo mucho que estaba perdiendo por su obsesión con el trabajo y lo que quedaría de él cuando dejara de este mundo, cuando necesitaba enfocarse en el aquí y en el ahora.
En el divorcio que estaba a minutos de ser legal. A la razón por la que la noche anterior había empezado a escribir la carta y por la que, en la mañana y antes de sentarse frente a la jueza, estuvo terminando hasta quedarse sin más palabras que citar o dedicar.
Desde la silla contraria y junto a su abogado, un tal Edward —que no le caía nada bien— estaba John con las manos entrelazadas sobre su pecho, pestañeando una y otra vez, y respirando profundo para mantener el palpitar de su corazón en el rango adecuado de lo humano. Nuevamente, Alex había sido capaz de usar las palabras a su favor, o eso creía.
—Jack, por favor, di algo.
La mano con la que sostenía la carta cayó a un lado de él, sus ojos observaron detenidamente a John, esperando encontrar una señal que denotara que sus palabras habían funcionado. John no movía ni un solo músculo, parecía una de esas estatuas griegas diseñadas para ser perfectas, pero sin vida en su interior. La silla en la que John estaba sentado se inclinó un poco y él con una mano sobre su boca, le susurró algo a Edward. Alex, pidiendo piedad de todas las maneras posibles, miró en busca de socorro a Aaron, quien era su defensa en esta locura.
Él solo negó con la cabeza y se reclinó en su propia silla.
En la gran corte, el único sonido que se escuchó fue el de los pasos de Alex saliendo del lugar y el portazo que le dio la despedida y como una estrella fugaz, la estela que dejó al irse, fue la carta que había leído.
En ese momento, Edward se levantó y le pidió la palabra a su señoría:
—La defensa pide extender el plazo.
John se levantó de su asiento y caminó hacia donde Alex había estado leyendo la carta. Ahí, se inclinó y la tomó en sus manos. El papel estaba en blanco.
—Cancélalo, Edward.
—¡Señor Laurens!
Sus manos sujetaron con fuerza la hoja en blanco y revisó de ambos lados: ni una sola palabra.
—¡Es Hamilton-Laurens! —determinado por recuperar lo que solo pudo haber salido de la cabeza ingeniosa de Alex, corrió fuera de la corte.
Sus pies rebotaron uno detrás del otro sobre los escalones del edificio, cada uno tenía mente propia y esa solo pensaba en encontrar a su esposo. A lo lejos, sentado en la fuente del centro, una cabellera azabache estaba de espaldas al gran edificio. John corriendo y lanzando maldiciones, levantó su mano y sacudió la hoja de papel.
—¡Alex! ¡Alex! ¡Aquí atrás! ¡Alexander!
Entonces, él se volteó y no se necesitaron palabras para saber lo que ambos querían decir. Ellos lo sabían y agarrar el rostro de John entre sus manos y juntar sus labios era la prueba que se necesitaba para ganar el caso.
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N/A Un poco basado en 17 Otra vez, un poco queriendo ser angst pero terminando bien. Me voy a ver la telenovela.
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In the Winter's Trail - one shots lams
RandomEsta es una colección de historias, algunos cuentos y por lo general one-shots de parejas que rondan a menudo en mi cabeza. Adéntrate a mi mundo si te atreves, quedas advertido. Para más información, revisar el índice. Incluye: • Lams • Kingbury • H...