Puppies (Lams Month)

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Su estómago le estaba dando muchas señales para detenerse y comer algo. Habría sido bueno que este le hubiera avisado dos cuadras antes o dos después donde había una recién inaugurada panadería. La correa con la que sostenía a su perro era la que, en realidad, guiaba a Alex por las calles de Forest Hills en Manhattan. Este era un buen cachorro que se sabía comportar cuando tenía reservas de comida y agua a su alcance, y justo ahora —en su hora de paseo— no tenía ninguna de las dos, cerca suyo.

—Wow, tranquilo. Ya vamos a llegar y te voy a invitar un poco de lo que sea que una panadería venda a esta hora —la correa se tensó más y Alex aprovechó para trotar junto a su mascota.

Dentro de su lógica, no todos los días podía aprovechar para hacer ejercicio sin que se sintiera como tal. Por eso le agradecía a su amigo, Aaron, la osadía de regalarle un compañero para su cumpleaños.

Conforme se acercaban, el aroma del pan y los dulces recién horneados se hacían cada vez más presentes en el ambiente. Su estómago lo notó y volvió a reclamarle, su cabello se estaba pegando a su frente por el sudor que caía sobre esta. Definitivamente necesitaba hacer más ejercicios que solo sacar a pasear al perro.

A decir verdad, sí que necesitaba un compañero, los días no se estaban haciendo más largos y su cumpleaños veinticinco había sido el que le había traído a su nueva adición, en el apartamento que compartía con un británico de procedencia dudosa. George parecía un buen tipo, solo no tenía ganas de preguntarle la razón por la que todas las noches un nuevo pelirrojo entraba a su habitación. Él prefería quedarse en la ignorancia, a saber, lo que ocurría detrás de las paredes que separaban las dos habitaciones.

Además, él le servía para pagar la otra mitad del alquiler, dinero y compañía sin consecuencias.

—Si solo encontrara a alguien que me entendiera... —bajó la mirada y vio como su cachorro avanzaba sin preocupación, ya habían llegado a la manzana de la panadería y el individuo había sido el primero en notarlo—. No te vas a poner el predilecto, ¿okay?

El pequeño perro con pelaje rizado ladró en respuesta y sacó la lengua para lamerse el hocico. Alex entendió lo que este quería decirle y continuó hablándole:

—Jack eres un buen chico, en serio. Tú y tus ojitos siempre logran convencerme de darte comida e incluso cuando agarraste uno de los zapatos de George, él te perdonó. Si tienes ese tipo de poder, cosita linda, eres invencible.

Dentro de la panadería, se puso a ver lo que parecía apetecible en la vitrina recién abastecida. El dependiente estaba de espaldas a la caja, por lo que se dedicó a analizar debidamente los dulces, sin que corriera el riesgo de ser juzgado por nadie más que su perro.

—¿Qué dices, Jack? ¿Compramos bollos de canela? ¿Quieres bollos de canela, Jack? ¿O prefieres de manzana? —utilizó el tono chillón con el que solo le hablaba a su perro y le acarició la cabeza.

—Me gustan más los bollos de canela. Igual esos están más frescos que los de manzana —una voz que venía detrás de la vitrina lo dejó confundido, a menos que su perro pudiera hablar, se estaba volviendo loco.

Alex se sacudió el pelo que el cachorro le había dejado en las manos y observó sobre la vitrina al dependiente acomodando unas bandejas de dulces de leche.

—¿Disculpe?

—¿Sí? —el dependiente levantó la mirada y conectó sus ojos con los de Alex, era como si se volviera a encontrar con alguien de hace años; sin embargo, no tenía ni idea de dónde.

—¿Fue...? ¿Usted habló hace rato?

—Sí, tú me llamaste por mi... —el chico bajó la mirada y siguió el camino de la correa en la mano de Alex.

In the Winter's Trail - one shots lamsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora