Youngblood (Lams)

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Say you want me
Say you want me
Back in your life
So I'm just a dead man crawling tonight
Cause I need it, yeah, I need it
All of the time


Me habías vencido en mi propio juego y por más que la victoria era dulce, el perdedor no merecía semejante vergüenza. Te veía por las calles, disfrutando de tu vida de casado, en la tienda, aparentando que no existía cuando ambos sabíamos que un toque mío podía alterar por completo la ecuación y en cada pesadilla que terminaba siendo sueño porque tú estabas en él. Te amaba, de eso no había duda, te extrañaba con cada fibra de mi ser, te di todo de mí y lo tomaste, tomaste tanto que nuevamente me había quedado vacío.

Estaba a la deriva, sin un propósito más que poner una sonrisa falsa en mi rostro cuando me hablabas de los ojos negros de Betsey, como llamabas a Elizabeth. A mí me llamabas Jackie, aún lo recordaba, pero en estos tiempos era más Laurens y menos Jack. Sabía que me estabas haciendo daño y aun así me rehusaba a darlo todo por perdido, te necesitaba, necesitaba que dijeras que me querías, que aún me necesitabas tanto como yo lo hacía.

Necesidad.

Había caído tan bajo como para no poder continuar viviendo sin una de tus miradas o risas, sin tus palabras infinitas o tu extraño sentido del humor cuando nuestros amigos nos visitaban. Ellos lo sabían, tú lo sabías, yo lo sabía, hasta ella lo sabía, pero se negaba a aceptarlo.

Lo peor es que lo entendía, si yo te hubiera cuidado, si fueras mío y nunca te hubiera apartado de mi lado, habría hecho lo posible por no compartirte; sin embargo, los roles se habían invertido, santos eran pecadores; esposas, amantes; y amigos, desconocidos y quizá enemigos. Tenía miedo de entrar en una de esas categorías o peor, nunca clasificar en una.

Solo era un cadáver caminando en la noche, un cadáver en una cama nuevamente vacía, un cadáver a la espera de su ataúd. Este era el final del juego, ¿no? Tú continuarías con tu vida, tendrías hijos, tu nombre sería recordado por quienes continuaran en esta tierra y yo solo sería un soldado más que quizá conociste y mantuviste correspondencia inapropiada, un nombre más en tu lista interminable.

Recordaba las palabras que me habías dicho cuando pensé que eras mío, era extraño porque podía jurar que fue solo hace unos días que me las volviste a decir, pero no significaron nada para ti, lo entendí cuando al día siguiente fueron los rayos del sol que me despertaron y no tus labios. Esos labios, dulce néctar creado por los dioses, no los había saboreado desde hace tanto tiempo, Afrodita debería estar escandalizada por el final de nuestra historia de ¿amor?

Sí, eso era lo que había sentido, los retorcijones de mi estómago cada vez que entrabas a una habitación, el sonrojo en mis mejillas cuando rozabas mi mano sin que nadie la viera, las risas a bromas que solo tenían sentido en mi cabeza y que sonaban mucho mejor en la tuya; esos tiempos eran los que guardaría por siempre en mi memoria y nada ni nadie sería capaz de borrarlos.

Por los cielos, John, tenías al hombre más fabuloso de la faz de la tierra jamás creado y le pediste que buscara esposa. Él te había pedido escapar, él te había dicho que se las arreglarían, que iniciarían una colonia aparte lejos de quienes los pudieran juzgar, él te había dicho que te amaba. ¿No era hora de luchar por ese amor sin importar las consecuencias?

Ya había sido suficiente autocompasión por el día de hoy, demasiadas lágrimas regadas por gusto, demasiada lástima para un solo hombre. Hoy empezaría a luchar por lo que merecía, porque nunca se regala lo que es tuyo. Solo faltaba algo, lo más importante para asegurar la seguridad de mis próximos actos: faltaba saber si Alexander era feliz.

Los días que le habían seguido a la boda habían sido los más devastadores tanto que, si me ponía a pensar, tal vez no era completamente la culpa de Alexander que su unión se hubiera efectuado, quizá un poco del peso estaba sobre mis hombros desde el inicio y justo ahora que estaba mandando toda mi cordura al demonio, se dignaba a sentirse como un gran mazo que intentaba desequilibrarme y hacerme caer de la cuerda floja.

Pero no lo lograría, no mientras aún me amara.

Y eso solo se podía demostrar de una forma. Justo ayer había pensado en aceptar la propuesta de Carolina del Sur, había dejado todos los papeles listos, le había dado mi palabra al General Washington, estaba todo listo para dejar el campamento en las primeras horas de la mañana, y todo aquello podía mandarlo al diablo si él aparecía por el frente de la tienda y me pedía que me quedara.

Luego de la larga meditación, había guardado la fuerza necesaria para enfrentarme a la esperanza de lo inevitable o al fracaso de lo previsible. Me vestí lo más lento que un soldado entrenado para reaccionar en los momentos de tensión, era capaz. Me puse las botas, tomé el mosquete en mis manos y balanceé su peso, me lo colgué en la espalda y guardé la pistola en mi cinturón, solté mi cabello por enésima vez y lo volví a sujetar en un moño que me permitiera verlo cuando llegara, porque sabía que lo haría, lo sentía en lo más profundo de mi ser.

Say you want me
Say you want me
Out of your life
And I'm just a dead man walking tonight

Y mi estupidez había sido tan grande que creí que dejarías todo por un tal John Laurens. Ese día me fui sin mirar atrás, y ojalá lo hubiera hecho, porque luego supe sí habías llegado.

"Deja tu espada mi amigo, ponte la toga, ven al Congreso [...]

Tuyo por siempre

A Hamilton".

In the Winter's Trail - one shots lamsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora