Los días pasaban de largo, algunos lento, otros un poco más rápido. La presencia de Alex siempre había calmado a John, en cualquier momento, en cualquier lugar, lo único que necesitaba era el toque de él en su hombro o mano para sentirse mejor. Desde el inicio, él supo que era el indicado. Alex era quien lograba hacerlo amar los días lluviosos, los fríos y los calurosos. Él siempre sabía como alterar su estado de ánimo, darle una vuelta de ciento ochenta grados y mantenerlo firme en sus manos.
Quizá no fue tanta coincidencia volver a encontrarlo, había sido más que eso, era el destino regresándolo a un lugar que sabía que le pertenecía pero que no había sido tan egoísta como para reclamarlo por derecho. En el pasado, ese John lastimado hubiera hecho lo posible por continuar ignorando la situación que ocurrió frente a él. El baile con Eliza, la boda, las cartas, el dolor, la bala, todo eso. Pero ahora, este era su momento, tener a Alex era como un sueño hecho realidad, una ilusión que decidió hacerse física y palpable como cuando se dormía en el pecho de Alex, como cuando le sonreía y lo besaba.
Tenía su corazón colgando en sus manos.
—¡Un brindis por los amores! —levantó la cerveza que tenía en su mano izquierda y con el brazo derecho alrededor de Alex, se inclinó y lo besó con más que necesidad y hambre, con el amor que sentía todos los días por este hombre.
Sus amigos siguieron su ejemplo y levantaron sus bebidas correspondientes.
—Cuando les dije que quería una fiesta —mencionó Laff bebiéndose su whisky de un solo trago—, me refería a sus despedidas de solteros. Separadas.
—Marie sabes que con estos dos no se puede —respondió Herc, John estaba demasiado ocupado besando a Alex como para hacerlo—. Son un combo, una promoción, un dos por uno de esos que te dan en el cine. Tienen suerte que Martha aceptó quedarse cuidando a Philip.
—Nada de Marie, Herc. Tienes como otros cuatro nombres por el que llamarme y te decides por Marie —el francés entrecerró los ojos, ignorando por completo a los dos tortolitos que se comían a besos.
—Tú me dijiste: "Herc, mon ami, puedes elegir cualquier nombre". Mala suerte para ti, te quedas con Marie —su mano se cerró en su lata de cerveza y tragó hasta la última gota.
—¿Qué dices? ¿Les decimos que mejor los dejamos solos? —preguntó señalando con su mirada a John.
—Vamos a visitar a Aaron, seguro no tiene nada que hacer.
Aquello fue lo último que John escuchó de sus amigos por un buen rato, hasta que se dio cuenta que ninguno de los dos estaba y que habían dejado una nota en la servilleta.
"Consigan una habitación, prometidos"
Sobre el hombro de John, la cabeza de Alex se inclinó para leer la nota. El rebote de su risa golpeó la espalda de John, repicando la melodía de su cuerpo al de Alex. Ambos parecían uno solo. Y en pocos días, aquello estaría sellado. Ellos serían los Hamilton-Laurens.
—Tal vez deberíamos hacerles caso —dijo John debajo de su aliento con los labios de Alex en el lóbulo de su oreja.
—O podemos hacer otras cosas, Jack. No sé... siempre has querido emborracharte hasta no recordar tu nombre —le dejó un beso en la sien.
—No hoy. Hoy sí quiero recordar cada instante, Alex. Nos vamos a casar.
Las piernas de Alex se acomodaron y sus manos tomaron las de John, prestándole atención preferencial a la izquierda, el dedo anular donde su anillo de compromiso estaba. Ese dedo pronto tendría una banda dorada con un diferente significado. Los mechones azabaches de Alex le hicieron cosquillas a John en las mejillas, cuando besó sus manos. La sonrisa intermedia, era claramente obvia y no podía estar más enamorado de su prometido.
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In the Winter's Trail - one shots lams
RandomEsta es una colección de historias, algunos cuentos y por lo general one-shots de parejas que rondan a menudo en mi cabeza. Adéntrate a mi mundo si te atreves, quedas advertido. Para más información, revisar el índice. Incluye: • Lams • Kingbury • H...