Surprise (Lams Month)

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Horas antes de que sus supuestos amigos lo llevaran a la fiesta de la fraternidad, Alex había discutido con Laff. El francés le había asegurado que se divertiría y que olvidaría lo que sea que lo había puesto de mal humor, únicamente debía preocuparse por ir y disfrutar de una buena recepción.

La verdad era que Alex no estaba de humor para andar bebiendo y recordar el por qué de su frustración. Su novio había salido del país y llevaban ya dos meses lejos debido a un estúpido plan de estudios en el extranjero, más preciso, en Londres. Le ponía mal estar separados por tantos kilómetros cuando por fin habían dado el paso de mudarse juntos y compartir mañanas de besos perezosos —y a veces algo más—.

En eso y solo eso mantuvo su mente ocupada hasta que el auto de Herc se estacionó frente a una casa grande de donde provenía la música que había escuchado dos cuadras atrás. Las luces parecían haber sido puestas a propósito de causar un ataque epiléptico, él tuvo que desviar la mirada y observar el suelo mientras entraban para no quedar desorientado.

Apenas puso un pie en la fiesta, recordó lo mucho que a John le gustaban y que lo que más apreciaba era un baile —de cualquier forma— con él. Sin embargo, después de la insistencia de Laff para que se soltara y unos cuantos vasos de lo que sea que se servía en la fiesta, Alex se sentía más relajado. Fue tanto el asombro de Laff de lo que el alcohol podía hacerle a la mente determinada y pensante de su amigo, que al cabo de dos vasos más dejó de pasarle lo que le daban y se lo entregaba a Herc, quien se encargaba de deshacerse del líquido.

—¿Te está gustando la fiesta, Alex? —preguntó Laff sosteniendo a Alex de un brazo mientras daban vueltas como los tontos que eran.

—Medio sí, medio no.

—¿Y eso? —el más alto redujo la velocidad y cruzó sus brazos, intercalando movimientos que había aprendido en un videojuego de baile con sus torpes propios conocimientos.

Alex soltó una pequeña risita que contagió a Herc. Él se había encargado de grabar lo que Alex hiciera para luego pasárselo a John.

—Creo que no te has dado cuenta —giró en su eje y levantó las manos para pasar al otro lado—, pero al grupo le falta un lindo chico con pecas, quien seguramente se está congelando en Londres.

—John está bien, Alexander —aseguró sobre pronunciando su nombre completo—. Él seguro quisiera que tú te divirtieras y que te relajaras un poco. ¿Cuántos ensayos has terminado para mañana?

—Los dos que son para la clase de profesor Sanders y tres que son para dentro de dos semanas.

Al escuchar esto, Laff rodó los ojos, la única razón por la que Alex se podría ver en la necesidad de adelantar clases era porque necesitaba mantener la cabeza ocupada, al igual que sus manos. En momentos como estos, Laff agradecía que él no estaba comprometido en ninguna relación, aunque la rubia de su clase de retórica era muy linda.

Laff, enfócate.

—Ya solo le falta un mes y vendrá. No desesperes.

—Lo séééé, pero lo extraño, Laff. ¿No puedes llamarlo? No contesta mis llamadas porque sabe que lo termino desconcentrando. Seguro responde la tuya —Alex le dio un toquecito en la nariz.

¿Acaso no recordaba qué hora era allá en Londres?

—Bien, solo porque eres mi amigo y John también y porque me vas a volver loco si no dejas de hablar de él —sacó su celular y marcó el número de teléfono de su amigo rizado.

En dos tonos, su voz fue la que se escuchó por la bocina del celular.

—¡Marie! —la emoción con la que John habló le calentó el corazón a Alex.

—John, América te extraña. América y Alex, por favor no cuelgues y háblale —le susurró, saliendo de la parte en donde los demás estudiantes estaban bailando y llevando a Alex consigo.

El celular pasó a manos de Alex.

—¡JAWN!

—¡Alecsander!

Los dos tenían esta broma interna de pronunciar mal sus nombres cuando estaban borrachos o a punto de estarlo, era una especie de código que les informaba qué tan lúcidos se encontraban. En la escala del 1 al 10, Alex era un seis de lucidez. John podía trabajar con eso.

—Te extraño, John, mucho —Alex se alejó de Herc y Laff y comenzó a caminar por la casa, yendo cada vez más lejos de la música para poder escuchar el acento sureño de su novio.

—Treinta días, cuatro semanas, Alex. Ya falta poco.

—¿Por qué tuviste que irte? Ya sabes que no puedo dormir solo —estaba seguro que John pudo escuchar el puchero en su voz, al mismo tiempo que sus manos probaban varias puertas para entrar a una de las habitaciones.

—Usa la almohada larga e imagina que soy yo.

—No es lo mismo y lo sabes.

Sus manos vagaban de chapa en chapa, una de esas debía abrir.

—Y por eso no creas que yo te extraño menos. Los dos la tenemos difícil, especialmente porque no puedo besarte o hacer otras cosas que me gustaría hacer —ronroneó en su oído, la sangre pronto había corrido a otra área más interesante.

—John, ahora no. Si no estás aquí, no... reclamarte por... que acabas... hacer —Alex se comió algunas palabras, pero la intención seguía ahí.

—Okay, me calmo. Espero que te haya llegado...

—Sí, llegó bien, gracias.

Aunque estuviera hablando con John por teléfono, Alex sentía que él estaba a su lado, siendo completamente inapropiado en una fiesta a la que ambos hubieran ido sino fuera por el ya notable problema. Finalmente, una puerta estaba abierta, giró el picaporte y entró con la mirada al suelo para no tropezar con nada que estuviera en su paso.

—Me alegra, Alex. Solo aguanta un poco más, ¿sí? Recuerda que te amo.

Alex pensó que algo andaba mal con la señal de la llamada, ya que la última frase se escuchó un poco diferente al resto. Revisó el celular y vio que habían colgado. Entonces, levantó la mirada y como si se tratara de un espejismo en medio del desierto, su hermoso novio estaba parado en la habitación con los brazos abiertos, repitiendo la frase que lo había dejado confundido.

—Recuerda que te amo, Alex. Sorpresa.

El celular de Laff cayó de sus manos y el alcohol se drenó de su sistema. Para qué necesitaba embriagarse si podía sentir el mismo efecto bajo el toque de los labios de John sobre los suyos y era mil veces más efectivo.


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N/A Yo estoy que me muero de amor.

In the Winter's Trail - one shots lamsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora