Faltaba un día para era el cumpleaños de Philip, el décimo para ser exacto. John tenía planeadas varias sorpresas y entre ellas estaba probar un truco que había visto en Cake Boss para el pastel de su hijo. Días atrás había comprado los artefactos que necesitaría para poner en marcha su plan, también había llamado a sus amigos, Herc y Lafayette —al que le decían Gilbert o Laff para acortar— en busca de ayuda para su experimento.
A cada uno le había asignado una tarea, la de Herc consistía en tener listas las mezclas para hornear rápido el pastel y así enfocarse en el mecanismo del interior. Laff la tenía más difícil ya que su trabajo era mantener a Alex fuera de la cocina. John amaba a su esposo, pero si le pedían que opinara sobre sus mejores cualidades y aptitudes, el arte culinario no era uno de esos. Él aún recordaba cómo la primera semana en la que se mudaron a su casa, el humo que había comenzado a salir de la cocina y los pitidos de la alarma para incendios, lo habían hecho salir volando de la sala con el pequeño Pip en sus brazos.
Era una de esas experiencias que nunca se olvidaban y más porque Alex solo había intentado calentar el bistec que habían preparado la noche anterior. No obstante, Herc tuvo que abandonar su tarea luego de una llamada de emergencia y en la casa solo quedó Laff para apoyarlo hasta que Alex se levantara del súbito sueño al que había caído desde las ocho de la noche. Había ocasiones en las que John agradecía por el sueño pesado de su esposo, hoy era una de esas.
Junto a Laff estaban juntando las piezas del motor para luego de que el pastel se enfriara lo pudieran insertar y quedara listo para la mañana. Eso hubiera sido perfecto, si hubieran empezado con la masa del pastel y no con el cobre del dispositivo. De lejos y como si fuera un acto de magia, unos pasos se escucharon bajar las escaleras y una voz que John conocía a la perfección, lo alertaron del peligro.
—¡Jack! —el tono somnoliento le indicaron que Alex se había despertado hace poco.
El francés observó a John como uno de esos venados perdidos en medio de la autopista, él revisó la hora en su celular y se dio cuenta de que tenía un recordatorio.
—John, mon ami, me tengo que ir. Olvidé que tenía una cita programada.
—¿Una cita, Laff? Son las... —con las manos pecosas sucias de grasa, revisó su propio celular— las nueve. ¿Quién en su sano juicio saldría a las nueve?
—La mayoría de jóvenes en Nueva York —dijo como si fuera algo obvio—. No creí que me ibas a necesitar hoy, después de todo mañana es el cumpleaños del petit garçon.
—Por eso mismo, Laff. Las sorpresas se preparan con un día de adelanto —guardó su celular justo cuando Alex reconoció de donde venían las voces y asomó su cabeza por la puerta de la cocina.
John tenía las manos llenas de pequeñas piezas y otras más esparcidas sobre la isla del centro. Laff se había estado comiendo el azúcar impalpable y Alex lo encontró con las manos en la masa. Él solo levantó las cejas y se cruzó de brazos.
—¿Cuándo esperaban decirme que estaban preparando comida en la cocina? —él entrecerró los ojos y los vio con una mirada acusatoria que, si no fuera por su sonrisa, John hubiera pensado que había cometido un gran error.
—¿Sorpresa? —el mismo gesto que tenía su esposo se extendió sobre sus labios temblorosos— No queríamos despertarte, parecías cansado, Alex.
—Si es para quien creo que es, no estoy cansado, Jack. Es nuestro hijo y por él lo haría todo.
Con eso, los ojos de Laff se iluminaron y recogió su abrigo, a la vez que soplaba azúcar impalpable sobre los rizos castaños de John.
—Y eso incluye la cuisine, John. Ten más fe en Alexander, seguro te sorprende —le lanzó un guiño al azabache que se estaba recogiendo el cabello en una coleta alta—. Mañana me dicen qué tal les fue, hein?
Esas palabras fueron suficientes para que la puerta se cerrara detrás de Laff y la casa quedara solo con Alex, John y un Philip dormido en el piso superior. Alex, sin dudarlo ni un segundo, se remangó la sudadera con la que se había levantado y entró al campo de batalla.
—Jack, Jack, Jack. ¿Tan malo soy cocinando como para que no me hayas considerado una opción? —lo tomó del brazo y lo llevó al lavadero donde le lavó las manos sin despegar la mirada de él—Es para el cumpleaños de Pip, ¿no?
Ver los ojos de Alex y como él había sido sincero desde el inicio, le hizo considerar mentirle para no lastimarlo. John asintió en respuesta.
—Quería preparar algo para mañana, pero con Laff y Herc nos desconcentramos y terminamos así —señaló con su cabeza todo el desorden que estaba en la cocina.
Fundas abiertas, ollas con mezclas incompletas y, al menos, el dispositivo disparador en el centro y perfectamente listo. Alex le pasó una toalla y se secó las manos.
—Estás disculpado —las manos de Alex se dirigieron a la olla y la batidora que estaba en una esquina, luego de eso, el resto fue historia.
Increíblemente y además de unas cuantas lanzadas de azúcar, harina o huevos rotos en la cabeza —que sería un buen tratamiento para el cabello largo de ambos—, el pastel quedó decente. Mientras dejaban caer la masa en la bandeja que meterían al horno, Alex arrimó su mano en la palma de su mano, observando la concentración con la que su esposo vertía la mezcla.
—Te ves hermoso, Jack, eres hermoso —parpadeó varias veces, sus pestañas revoloteando, admirando como John sacaba su lengua por la esquina de su boca en un acto de suma atención a lo que estaba haciendo.
—Gracias, Alex. También podrías ayudar.
—Yo ya instalé el mecanismo.
El movimiento de John se detuvo y miró fijamente a su esposo.
—¿Que hiciste qué?
—Tranquilo, seguí tus instrucciones y las de Laff y eso no involucra directamente al pastel. Así que no terminará en desastre.
—Tú sabes que te amo —hizo un puchero, haciendo sobresalir sus labios y besándolo repentinamente.
—¿Y eso? ¿Por qué fue?
—Porque eres asombroso, Alex. Y eres mi esposo y esto saldrá perfecto.
Al día siguiente, con delicadeza colocaron el pastel sobre el soporte y llevaron por las escaleras la obra de arte en la que cuatro personas estuvieron dedicándole el tiempo y el amor. John llevaba el botón que activaba el mecanismo, Alex cruzaba los dedos. Entonces, abrieron la puerta y se colocaron al borde de la cama de Philip.
—Cumpleaños feliz, cumpleaños feliz, que los cumplas... —comenzaron a cantar, los ojos de Philip se abrieron lentamente al escuchar las voces familiares y a mitad de la canción, estaba cantando con ellos.
—Sopla las velas, Pip y pide un deseo —susurró Alex y le besó la cabeza llena de rizos.
Mientras Philip cerró los ojos, Alex enumeró levantando los dedos y sonriéndole a John para que este presionara el botón. En ese instante todo ocurrió en un parpadeo, el botón presionado, Philip abriendo los ojos y el pastel explotando y volando por cada extremo de la habitación, manchando los rostros de los tres, sábanas y alfombra del cuarto.
—Esto es culpa de Marie. Voy a matar a tu tío, Philip.
Y ese había sido el incidente del pastel del que se hablaría en su casa por años, el mismo por el que la culpa se repartiría entre los cuatro: John por presionar el botón y no verificar el mecanismo, Herc por abandonarlos, Laff por levantar a Alex con sus bromas y Alex por estar en el lugar equivocado, en el momento equivocado.
___________________________________________
N/A Sí, Bar, es nuestro incidente del pastel ;D
ESTÁS LEYENDO
In the Winter's Trail - one shots lams
RandomEsta es una colección de historias, algunos cuentos y por lo general one-shots de parejas que rondan a menudo en mi cabeza. Adéntrate a mi mundo si te atreves, quedas advertido. Para más información, revisar el índice. Incluye: • Lams • Kingbury • H...