Staying up to late (Lams Month)

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John de lejos veía como su novio caminaba hacia él, en sus manos tenía un ramo, no sabía donde mismo estaban, solo que era el lugar donde quería permanecer. Alex se acercó a él y habló, él estaba muy ocupado sintiendo la experiencia que no escuchó ninguna de las palabras que le dijo. La sonrisa de enamorado que coronaba los labios de Alex los hacía ver apetitosos a la vista. Sus brazos le rodearon el cuello al azabache, se inclinó un poco, pero Alex se retiró.

—Antes de eso, quiero hacer algo primero —sacó un pequeño bulto de su bolsillo e hincó una rodilla en el suelo—. John Laurens, mi hermoso novio...

Dio un paso al frente, el suelo bajo los pies de John parecía inestable.

—Alex. Alexander...

Sus manos se sentían frías, su frente perlada de sudor. Se dio la vuelta en la cama y sintió el lado de Alex helado.

—¿Alexander? —las sábanas debajo de sus dedos eran las mismas de esta mañana.

Sin embargo, quien se había acostado con él, ya no estaba. Se inclinó sobre el colchón y alcanzó la lamparita, de un solo toque la encendió. La luz que emanaba alcanzaba lo suficiente como para ver que la puerta de su habitación estaba entreabierta. John sabía a dónde debía ir.

Inmediatamente y sin poner peros, se sentó en el borde de la cama, sus piernas colgando de la superficie blanda buscaron las pantuflas que Alex le había regalado la anterior navidad. El viento que corría por la ventana estaba haciéndose paso por la habitación, elevando las cortinas y permitiendo que, además de la poca luz amarilla que venía de la lámpara, la luna iluminara el resto de sus pertenencias.

Parpadeó un par de veces, ajustando su visión al ambiente nocturno que estaba gobernando sobre la ciudad, Alex no podía estar muy lejos. Se puso las pantuflas, al mismo tiempo que un bostezo salía de su boca, pasó sus dedos por los ojos y con el cabello rizado todo revuelto y una bata amarrada a su cintura, caminó a la puerta y la abrió por completo.

Por el pasillo no se veía nada.

Más abajo, bajando las escaleras una diminuta fuente de luz le dio esperanza a John. Cerró la puerta a sus espaldas e, intentando permanecer despierto, con un pie frente al otro con cada escalón, se sostuvo de la barandilla y llegó a la planta baja. Allá, en la mesa del comedor, su novio estaba escribiendo con los lentes puestos, el cabello suelto y las manos volando sobre el teclado de su laptop. Era un gran espectáculo para la vista, sino fuera la mitad de la noche y tuviera sueño atrasado.

—John —el azabache despegó unos segundos la mirada de su pantalla y miró a su novio—, ¿qué haces despierto?

—¿Qué haces tú despierto, Alex? —avanzó y vio como Alex cerraba repentinamente la tapa de la computadora—. ¿Qué estabas escribiendo?

—Nada importante —negó con la cabeza repetidas veces y se cruzó de piernas, sosteniéndole la mirada.

Era como un concurso interno y John no estaba de humor —a pesar de lo bueno que fue el sueño que tuvo— de seguirle el juego a Alex.

—Tienes unas ojeras enormes. Vas a terminarte el café —se quejó, colocándose detrás de la silla donde Alex estaba sentado y rodeándolo por detrás con sus brazos.

—John estoy bien.

—No lo estarás si te quedas despierto hasta tarde —le susurró en el oído y añadió en el mismo tono—: sabes que amo verte con tus lentes, pero...

—No cabe ni un pero en esa oración, Jack —Alex tomó sus manos y pasó su pulgar por los nudillos de John.

—Alex, sé que usas mi apodo cuando no quieres que me enoje.

—¿Estás enojado? No lo había notado —entrelazó sus dedos—. Me gusta llamarte Jack.

—Quizá lo use con más frecuencia —John agachó su cabeza y presionó un beso en la sien de Alex, él tarareó en respuesta—. ¿Vuelves a la cama?

—Dame diez minutos, Jack.

—La cama está fría.

—Tenemos sábanas —bromeó besando sus manos, tomándose el tiempo para cada una.

—Tú no sirves como sábana, eres más como una almohada, una pequeña almohada —los rebotes de la risa de Alex, lo hizo seguir con esta.

—Y no eres tú sino te burlas de mi altura.

—Alex. Dormir. Ahora —se dio la vuelta y quedó frente a él, John unió sus frentes—. Por mí.

Él rodó sus ojos e hizo un puchero, pensando detenidamente en las verdaderas posibilidades que tenía para no volver a la cama, la respuesta fue nula.

Después de unos minutos, Alex guardaba su computadora en la mesita de noche, debía proteger el documento con su vida y más porque se trataba del discurso que tenía pensado decirle a John cuando le propusiera matrimonio. El anillo estaba en su caja y unas noches más harían lo necesario para borrar las ojeras de su cara. Necesitaba estar fresco como una lechuga para el gran día. Mientras tanto, abrazaría a John todo lo que quisiera.

Después de todo, soñar no costaba nada.

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N/A Comparado con el otro, este es más corto.

In the Winter's Trail - one shots lamsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora