Lies under the ceiling (Lams)

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Nueva York, 2012

Desde que John había decidido dar ese paso, creyó que todo mejoraría para bien, y de hecho lo hizo, por un tiempo al menos. Al estar viviendo en Nueva York, a las personas no les importaba mucho lo que fuera o dejara de ser con tal de continuar siendo productivo. Sin embargo, la armadura de la que se había tardado tanto tiempo en salir, sin romperla, estaba a punto de ser destrozada frente a sus ojos y la impotencia de no poder hacer nada para impedir que eso sucediera, lo estaba matando por dentro.

Aquello había empezado el día en que olía a tierra mojada y chocolate caliente. Llevaba dos años solo en la ciudad y luego de casi un mes buscando compañero de piso, un francés del programa de intercambio había decidido que sería una buena idea experimentar su primer semestre con John Laurens. Vaya sorpresa se llevaría el castaño, cuando después de unos cuantos meses, ambos habían formado una amistad que caía más en el lado de la hermandad.

Habían logrado apoyarse en cualquier necesidad que el otro afrontaba, como cuando querían deportar a Gilbert, pero después de unas llamadas por parte de John y una que otra conversación con su padre, pudieron llegar a un acuerdo —definitivamente no había nada que Henry Laurens no pudiera hacer— eso lo aterraba y aliviaba a la vez. El día en que el viento era fuerte y anunciaba una tormenta, en medio de la lluvia al abrir la puerta, se encontró con Gilbert que acompañaba a un chico de casi su misma edad, empapado por las gotas de agua que caían con fiereza desde el cielo como si este tuviera alguna infección y necesitaba echar todo.

Su cabello largo y azabache le robó una sonrisa ya que no conocía a nadie más aparte del francés que lo usara de ese tamaño. Una sonrisa que le duró más de lo que se esperaba, a pesar de que la ocasión no era para esa clase de emociones.

—¡Es que soy un idiota, Laff! —al llamarlo por el diminutivo de su apellido, le hizo sospechar a John que quizá estos dos eran más cercanos de lo que aparentaban—. Siempre termino lastimando a los que me importan.

Parecía tan frágil con la taza de té caliente envolviendo su rostro en vapor, como si se tratara de una cortina de humo que preparaba el escenario para la siguiente actuación, tratando de mantenerlo en una temperatura razonable luego de estar tanto tiempo caminando bajo la lluvia. Sobre sus hombros descansaba la toalla que Gilbert había traído y por la que le habían dado a John unos cuantos segundos de soledad con el interesante extraño, cuyo nombre desconocía.

—El pasado es pasado, no puedes regresar para tratar de repararlo —le exprimió las puntas del cabello en una bandeja, el chico seguía demasiado enfocado en su dolor que no notaba cómo él había terminado—. Y tal vez debiste decirle a Eliza de otra forma que siempre elegirías tu carrera en lugar de a ella.

—Sin mi carrera no hay futuro, no hay alimento, no hay casa —se explicó, aunque John seguía sin entender bien a qué los dos hombres se estaban refiriendo—. No puedo darle lo que se merece.

—Eres tan cínico, un sinvergüenza —bromeó con voz más aguda como si estuviera imitando a alguien para luego soltar una risita cansada—. Ella tiene razón, podrías darte tiempo o...

—O no me habría echado —completó, pero eso no quería decir el francés—. Igual es su apartamento, tiene todo el derecho del mundo.

—Iba a decir que o ella no era la indicada, mon ami. Mira el lado positivo —estiró la mano hacia John como si lo estuviera señalando, cuando en realidad lo que quería era la toalla que estaba en la barra de la cocina.

John se la pasó levantando levemente su mirada avellana de su té de menta.

—¿Tu amigo es el lado positivo?

In the Winter's Trail - one shots lamsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora