Capitulo 7

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-¿Que pasó allí dentro, Arthur? -Preguntó Robert.

Arthur estaba molesto, aunque su expresión estaba regularmente calmada, sus manos y dientes estaban ligeramente apretados.

Cuando Arthur escuchó a Robert, se frotó las sientes y suspiró.

-Basicamente, no nos vemos lo suficientemente ricos como para hablar con el señor Oliver. -Dijo-. El muy hijo de puta incluso se atrevió a burlarse de nosotros.

Robert frunció el ceño, dió un paso hacia la tienda pero una mano en su pecho lo detuvo.

-No vamos a suplicarles, ya tomaron su decisión. -Dijo Arthur.

-¡Pero no fue el señor Oliver quien lo dijo! -Exclamó Robert.

Arthur negó con la cabeza.

-Si así son sus empleados no quiero ni imaginar cómo será el jefe. ¿Quien era nuestra otra opción? -Le preguntó Arthur a un soldado.

-La señorita Adela Greenhart, señor. -Respondió.

Arthur asintió.

-Bien, vamos. Digan lo que quieran pero por lo menos generalmente las mujeres tienen mejor cabeza para los negocios. -Dijo Arthur y lideró el paso.

Ya habían vendido las armas y armaduras, no obtuvieron mucho por eso pero peor era nada. No tardaron mucho en llegar a la tienda de la señorita Amelia. Quizás no tenga las riquezas de una reina pero se rumorea que es excelente para los negocios.

Y que está buena.

...

-¡Bienvenidos! ¿En que puedo ayudarles? -Preguntó el hombre que atendía.

-Buenas tardes, estoy buscando a la señorita Greenhart para hablar de negocios. -Dijo Arthur.

-¿Tiene una cita?

-No, pero tengo un producto que podría interesarle.

El hombro frunció un poco el ceño.

-Lo siento, sin una cita oficial no puedo hacer nada.

-Tambien me gustaría negociar con esto. -Dijo Arthur y le entregó al hombre una bolsita de sal.

El hombre miró la bolsita y la abrió, se asombró un poco al ver sal.

-¿Puedo probarla? -Preguntó.

Arthur asintió con la cabeza, el hombre tocó con la punta de su dedo y la probó.

-Vaya... -Dijo.

-Hay más de dónde vino eso, ¿será suficiente para negociar con la dama? -Preguntó Arthur.

El hombre frunció un poco el ceño, parecía dudar.

-hmm... Veré qué puedo hacer, pero solo porque parecen ser personas decentes. -Dijo.

-Se lo agradezco. -Dijo Arthur.

El hombre subió las escaleras con la bolsita de sal, esa cantidad era insignificante para un negocio pero necesitaba una prueba. Medio minuto después el hombre bajó con una pequeña sonrisa.

-La señorita está dispuesta a recibirte, pero solo tú puedes ir. -Le dijo a Arthur.

Este asintió con la cabeza, recibió de Robert la pila de papeles cubiertas en un forro de cuero y subió. Antes de tocar la puerta, Arthur suspiró un poco para tranquilizarse.

-Adelante. -Sonó una voz tranquila desde el interior.

Arthur abrió la puerta, la cerró detrás de sí y miró a la mujer.

Rey De Reyes - Volumen 1Donde viven las historias. Descúbrelo ahora