Era de mañana, el sol mañanero llenaba de color al mundo con su resplandor, sus rayos creaban haces hermosos que atravesaban hojas, puertas y ventanas.
El oleaje podía escucharse a lo lejos junto con el hermoso cantar de las aves. Hoy hacia un buen día, y Orley lo sabía.
-Buenos días, mi señora. Es hora de despertarse. -Dijo una sirvienta.
Está corrió las cortinas, el sol golpeó directamente el rostro de la hermosa rubia acostada sobre su cama.
-Mnn... -Gruñó suavemente ante la repentina iluminación.
Sus recuerdos eran borrosos pero mientras despertaba, poco a poco se harían más claros. De repente, sus ojos se abrieron de par en par mientras se levantaba soltando un grito ahogado.
-N-No puede ser... -Dijo- ¡No puede ser! -Gritó mientras se sostenía el cabello.
Esta mujer por supuesto, era Adela Greenhart. Y había recordado lo que hizo anoche.
-N-No hay forma de que yo haya podido... -Su rostro se enrojeció de vergüenza.
De repente, notó que traía ropa distinta a la de anoche, lo que provocó que se avergonzara aún más.
-¡¿Q-Quien me trajo anoche?! -Le preguntó a la sirvienta.
Está tenía una sonrisa forzada.
-F-Fue sir Arthur, mi señora. -Respondió incomodamente.
-E-Entonces está ropa significa que él... -Dijo mientras se miraba.
-¡N-No, mi señora! Sir Arthur solo la dejó en cama, nosotras nos encargamos de vestirla cómodamente. -Respondió rápidamente mientras sacudía sus manos-. Sir Arthur no hizo nada inapropiado, mi señora.
-¿D-De verdad? -Preguntó Adela casi llorando.
-Lo juro por los dioses y mi familia, mi señora. -Dijo, aunque parecía que fuese ella la que iba a llorar.
Adela suspiró aliviada, pero después de recordar cómo abrazó, se acurrucó e intentó besar a Arthur...
-¡¡¡AAAAAAHHHHHHH!!! -Chilló con una almohada en su cara.
La sirvienta no sabía si reír y llorar. Adela era toda una mujer hecha y derecha, pero ahora mismo parecía una adolescente común.
-No hay forma de que pueda volver a ver a Arthur a la cara después de lo de anoche. -Adela sintió que quería morir-. Seguramente piensa que soy una cualquiera.
-N-No mi señora, usted no es una cualquiera. -Dijo la sirvienta sentándose junto a ella y consolandola.
-¡Si lo soy! -Lloró-. Si tan solo hubieras visto como lo abrazaba y lo acariciaba.
Adela se llevó la almohada a la cama, la sirvienta sonrió y le acarició el cabello.
-Está bien, mi señora, está bien. No hay forma de que Sir Arthur piense mal de usted. -Dijo.
Adela asomó su rostro ligeramente.
-¿De verdad? -Preguntó.
-¡Sí, de verdad! -Afirmó la sirvienta-. Debió de ver cómo la traía en brazos, se veían tan bien juntos y el la cargaba con tanto cariño y cuidado...
Adela se puso como un tomate, la sirvienta soltó un largo y profundo suspiró.
-Como desearía que un hombre tan alto, fuerte, apuesto y considerado me cargase así también. -Sonrió.
Adela enterró su cara en la almohada otra vez.
-Incluso fue tan considerado que no solo le quitó los zapatos al dejarla en la cama, también le dió un beso en la frente antes de irse. -Añadió la sirvienta-. No hay forma de que haya hecho algo así si usted no fuera de su agrado.
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Rey De Reyes - Volumen 1
Ficción General¿Que pasaría si un joven amante de la estrategia, gestión de recursos y supervivencia va a otro mundo ambientado en la edad media dónde los castillos se alzan y las espadas chocan? Pues de eso trata esta historia, Arthur, un joven muy inteligente y...