Santa Biblia Reina Valera 1960 - Salmos 127
3 He aquí, herencia de Jehová son los hijos;
Cosa de estima el fruto del vientre.
4 Como saetas en mano del valiente,
Así son los hijos habidos en la juventud.Dos hora después.
Hice todo lo posible por llegar a tiempo a la oficina del presbítero, parqueo mi auto y bajo de el.
Siento mis manos un poco sudorosas y las seco en mi pantalón.
Me miró en el espejo del auto para ver que este bien presentado, acomodo un poco el moño de la corbata, saco mi teléfono y le envío un mensaje a Linda recordándole el trabajo que tenemos pendiente en los salones de escuela dominical, como ella no fue por estar de viaje, decidí aplazarlo.
Vuelvo a guardar el teléfono en mi bolsillo y me dispongo a entrar.
Saludo a los hermanos que me encuentro de camino hacia la oficina.
A medida que me voy acercando, la preocupación y angustia comienzan a aumentar al no saber la razón por la cual el pastor me necesita tan urgentemente.
«En situaciones así desearía desaparecer».
Finalmente llegó hasta la puerta y doy dos pequeños toques.
—¡Adelante! —escucho la autoritaria voz de mi pastor presbítero.
La poca valentía que me quedaba se me bajó a los pies, literalmente estoy temblando.
Ustedes pensaran que no es para tanto, pero es que él tiene mucha autoridad y lo que decide se hace.
«Que tal decida quitarme el ministerio».
«Pero...».
«¿Por qué lo haría?».
«Definitivamente es imposible que haga algo así».
Abro la puerta y entró.
Él se encuentra sentado frente a su escritorio en su cómodo sillón mientras me mira fijamente y estudia mis movimientos.
Es un hombre de cincuenta años, al que no le ha tocado para nada fácil llegar hasta donde está, pero se ha mantenido en medio de tantos pruebas y luchas y Dios le ha dado la victoria, pero eso no significa que la tenga suave, aún tiene que seguir luchando y velando por la seguridad de un pueblo, pastores y muchas iglesias más, que están a su cuidado, afortunadamente yo solo tengo que velar de una sola iglesia.
—Dios lo bendiga pastor —saludo.
—Dios le bendiga hermano York —me saluda —tome asiento.
—amén —me siento frente a él.
—¿Desea algo de tomar? —pregunta.
—agua está bien —respondo.
Él se pone de pie y toma la jarra de agua y un cristal.
—no se preocupe pastor —digo levantándome —yo lo hago.
Él me entrega la jarra con el cristal, yo me sirvo el agua, vuelvo a mi lugar y comienzo a tomar lentamente.
—¿Como le va ahí en la iglesia? —pregunta.
—muy bien pastor —respondo.
—¿Que tal los hermanos?.
—bien pastor, hay uno que otro que da problemas pero bien.
—y las almas, ¿Como le va con ellas?.
—bien pastor, evangelizando para que se arrepientan.
Toma un esfero del escritorio y comienzo a moverlo entre sus dedos mientras no deja de mirarme.