Santa Biblia Reina Valera 1960 - Lucas 8
17 Porque nada hay oculto, que no haya de ser manifestado; ni escondido, que no haya de ser conocido, y de salir a luz.Por un momento me olvidé de todo y quedé perdida en aquella hipnotizante mirada y eso que no estaba sonriendo porque cuando sonríe...
—amén —respondí tomando su mano, después de unos cuantos segundos.
—¿Como estas? —me preguntó.
—bien —respondí.
Me pongo a contemplar su atuendo y me doy cuenta de que es un chico que sabe combinar muy bien la ropa con su tono de piel y color de ojos.
Aunque a decir verdad, creo que todo lo que se ponga él, le ha de quedar súper bien.
—me alegra mucho que estés bien —contesta.
Dejó de mirar su vestuario y vuelvo mi mirada a su rostro, quedando cautivada por sus lindos ojos.
No sé qué es lo que tiene, pero él...
—Dios lo bendiga hermano Deimond —habla una voz femenina que me hace volver a la realidad.
Inmediatamente suelto la mano de Deimond y es inevitable que mis mejillas no se calienten.
Miró hacia mi diestra para ver la dueña de la voz y me doy cuenta que es la misma chica que me saludo minutos atrás.
—amén —responde él sin dejar de mirarme.
—¿Será que podemos hablar un momento? —pregunta la chica.
Me quedo mirándola y es bonita, además lleva un vestido que resalta su figura.
—no, —responde Deimond con firmeza —estoy hablando con mi esposa.
Ahora sí que se me terminaron de calentar los cachetes.
Quería salir corriendo de ahí, no me hallaba de la pena.
Es que si hubieran visto como esa chica me miró.
—¡Que! —exclama sorprendida. —¿Acaso oí mal? —pregunta.
—lo que pasa es que él se equivocó —me apresuró a decir, para salvar el momento.
—no, —habla él —no me equivoqué.
Paso la mano por mi cara llena de vergüenza.
—pero... —dice la chica mirándome a mi y mirándolo a él.
Ojalá pudieran ver su rostro de confusión.
—haga el favor de irse hermana —le dice la niña.
Ella sin salir de su consternación se retira a su lugar nuevamente.
Le agradecí mentalmente a la pequeña ya que no sabía que hacer.
—¿Por... que dijiste eso? —pregunto mirando al suelo.
La verdad es que me dio mucha pena.
Esa chica al parecer le gusta él y con esas palabras le acaba de romper el corazón.
—para quitármela de encima —respondió —y también lo dije porque es verdad.
Habla como si nada, como si no le importará los sentimientos de los demás.
—pero... —me interrumpe
—¿Podemos hablar de ello?.
Ahora siento que mis mejillas están ardiendo.
—yo...—la lengua se me traba para responder —yo...yo me...me voy a orar —dije antes de salir corriendo en busca de una silla.
Narra Deimond: