Santa Biblia Reina Valera 1960 - Job 3
20 ¿Por qué se da luz al trabajado,
Y vida a los de ánimo amargado,—¡Que yo no le hice nada! —respondo sintiendo como mis mejillas arden.
Elizabeth niega con la cabeza mientras me mira indignada.
—si eso es así, entonces ¿Por que papá no dice nada? —rebate ella.
Miro a Deimond y este sigue sin moverse de su posición actual.
—¡¡Deimond!! —lo llamo —¡¡Por el amor de Dios, dí algo!!.
Él solo se limita a negar con la cabeza mientras sigue con su mirada clavada en el suelo.
Es como si de verdad yo hubiera atentado contra su integridad y estuviera traumatizado.
Me acerco con la intención de moverlo pero Elizabeth se interpone en mi camino.
—¡No! —me dice —no lo toques, a menos que quieras hacerte responsable.
«Definitivamente esto no me puede estar pasando a mi».
«Mi propia hija piensa que soy una violadora».
—okey —digo cruzandome de brazos, dandome por rendida —entonces soy la mala del paseo.
—¿Eso quiere decir que te harás responsable? —pregunta Elizabeth.
Niego con la cabeza.
—eso quiere decir que si me quieren culpar de algo que yo no hice, adelante —respondo antes de irme.
—¡¿A dónde vas?! —grita Elizabeth —¡Tienes que hacerte responsable!.
—¡No! —grito de vuelta —¡No me voy a hacer responsable!.
Finalmente llegó a mi habitación, cierro la puerta con seguro y me tiró a la cama.
Le doy golpes a la almohada mientras me acuerdo de lo que pasó allá fuera.
Fue algo bastante vergonzoso, lo peor de todo es que Elizabeth lo vio y se hizo una película en su mente.
Una hora después.
Me encuentro concentrada leyendo el libro de los salmos, decidí dejar a Elizabeth con Deimond allá en la sala y no prestarles atención.
Estoy leyendo en el salmo 102, por cierto el 101 es un salmo muy bonito.
Estos salmos son tan lindos que por ratos me siento identificada con muchos de ellos.
Ahora en estos días que he estado tan confundida han sido de gran bendición para mí y por eso este libro se ha convertido en uno de mis favoritos.
De pronto unos toquecitos en la puerta hacen que salga de mi concentración.
Pongo la biblia a un lado de la cabecera y me levanto de la cama.
Voy hacia la puerta y la abro.
Ahí está Elizabeth con sus ojos hinchados de llorar, aparte de eso tiene muchas lágrimas por sus mejillas.
—¿Que pasa mi amor? —digo inclinandome y secando sus mejillas.
Verla así me parte el corazón, además está mañana estaba lo mismo.
—pa...pa —trata de hablar pero inmediatamente vuelve a seguir llorando.
La abrazo con todas mis fuerzas, tratando de consolarla.
—¿Que pasa con papá mi amor? —le preguntó —creeme yo no le hice nada.
Ella sigue llorando mientras yo acaricio su cabello.