11. UNA PEQUEÑA BROMA.

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Santa Biblia Reina Valera 1960 - Deuteronomio 22
5 No vestirá la mujer traje de hombre, ni el hombre vestirá ropa de mujer; porque abominación es a Jehová tu Dios cualquiera que esto hace.


Fabricio se para echando humo de su lugar y viene hacia mi.

Estoy a punto de reírme en su cara, pero finjo dureza.

—¿Que quieres? —pregunta con molestia.

—quiero un jugo —respondo con altivez.

Deimond que ya había ido a su puesto, regresa.

—si quieres yo puedo ser tu esclavo en lugar de Frabricio. —propone.

«Y perderme la diversión, eso nunca».

—no —respondo sin mirarlo.

Fabricio va por el jugo de mala gana, parece como esos niños consentidos de papi y mami.

Que más se puede esperar de un mocoso de esos que le han chochado todas las cosas.

Que ni siquiera sabe que es el sufrimiento, mucho menos la palabra trabajo.

Además nunca le ha tocado ganarse las cosas por si mismo, todo es regalado.

Ahora por esa bonita cara que tiene, lo contrataron para ser actor y le pagan por nada.

Vuelve con un vaso de jugo, estiró mi mano para recibirlo, pero el muy idiota lo deja caer en mi regazo deliberadamente.

«Lo voy a matar».

—¡Usp!, —dice —perdón —se disculpa.

Obviamente esa disculpa es más falsa que...

—descuida —le dedico una sonrisa falsa —no pasa nada.

Deimond nos mira y niega con la cabeza, mientras vuelve a su lugar.

Yo por mi parte me pongo de pie y sin decir más, tomo a Fabricio del pelo y lo meto de cabeza a la piscina.

Él comienza a manotear para salir, pero yo le hago una llave bloqueando todos sus movimientos, mientras le hago tragar agua.

Deimond me mira asombrado.

—¡Querida! —habla la señora Morgan —¡Lo vas a ahogar!.

Saco su cabeza del agua.

Volteo a ver a la señora Morgan con mi mejor sonrisa, aunque por dentro estoy con ganas de seguir ahogando a Fabricio.

—no se preocupe señora Morgan —le digo —solo estaba jugando.

Mientras tanto Fabricio tose votando el agua que se trago.

—eres una —tose —mal**ta loca.

Bufo ante sus palabras.

«Soy capaz de hacer eso y mucho más si me provocas».

—apenas te das cuenta —le digo —eso es para que aprendas a hacer las cosas mejor, ahora ponte de pie y acompáñame a irme a cambiar.

Pensé que iba a rebatir, pero al contrario, luego que terminó de toser, se paró en silencio y me siguió.

—no entiendo cómo es que Deimond quiere casarse contigo —murmura mientras me sigue —con esa fuerza bruta que te mandas, si Deimond pasa una noche de bodas, es lo del mundo.

—es bueno que te des cuenta de eso —digo sin dejar de caminar —así lo haces conciente de su error.

Fabricio ríe.

—es imposible, él ya se enamoró.

No le doy importancia a sus palabras y entro a la habitación.

—entra —le digo al ver que se queda parado en la puerta.

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