15. UNA LARGA HISTORIA.

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Santa Biblia Reina Valera 1960 - Marcos 4
22 Porque no hay nada oculto que no haya de ser manifestado; ni escondido, que no haya de salir a luz.



Todos nos quedamos en silencio, en un silencio bastante incómodo.

Siento que de alguna manera los chicos se sienten afectados por lo que pasó con Fabricio, pero aún así me da igual, no pienso arrepentirme de lo que hice, ya que se lo tenía bien merecido.

Además él tampoco ha sido un santo.

Así que no me miren como la mala de la película.

Él siempre se ha creído la última Cocacola del mundo, cuando no es nadie.

Así que es bueno que se de cuenta de que no es nada en este mundo.

Me paro del mueble en silencio y me dirijo hacia las escaleras.

—¡Linda! —me llama Deimond.

Me detengo y volteo a mirarlo.

—¿Que? —pregunto.

Se pone de pie y va hacia mi.

—hablemos —me dice al estar frente a mi.

Ruedo los ojos.

—no hay nada de que hablar —le digo.

—claro que tenemos mucho de que hablar.

—no —rebato —no hay nada de que hablar.

Me doy vuelta y comienzo a subir las escaleras rápidamente.

Él me sigue.

Terminó de subir las escaleras y corro hacia mi habitación al ver que va a alcanzarme.

Cierro la puerta rápidamente pero para mí mala suerte, él ya metió su pie y me detuvo la puerta.

Trato de sacarlo ejerciendo fuerza en la puerta para que no entré, pero él tiene mucha más fuerza y la termina abriendo.

—te dije que tenemos que hablar —dijo entrando y cerrando la puerta.

«¿Por qué me tiene que pasar esto a mi?».

—habla entonces —le digo al borde de la paciencia —¿Que diablos quieres?.

—quiero que me des una oportunidad —responde.

Me cruzo de brasos y niego con la cabeza.

—¿Por qué más bien no te vas con la rubia?.

—¿Sigues con eso? —rebate —ya te dije que yo no tengo nada que ver con ella.

—ajá si —le contesto —y yo nací ayer.

Deimond se pasa la mano por su rostro con frustración.

—dime ¿Que tengo que hacer para que me creas? —pregunta.

Me quedo pensando, pero no se me ocurre nada.

—dejalo quieres —le pido.

Me siento acorralada y estoy tentada a creerle al ver esa carita tierna que me hace.

«Se ve tan sincero».

Él niega con la cabeza.

—por favor —le sigo pidiendo —vete.

—no me iré —se acerca más a mi —no hasta que decidas darme una oportunidad.

—esta bien —me rindo —dejame pensarlo.

Él sonríe satisfecho.

—me aseguraré de que si me la des —dice tomando mis manos entre las suyas y besandolas.

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