TEMPORADA 4 / CAPÍTULO 69: FELICIDAD

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Tras un buen rato de ascenso, siendo ya mediodía, Link y Adox alcanzaron sin demasiados problemas la cima del Monte Trueno de nuevo. Tardaron más que cuando subió Link solo, ya que no utilizaron cascadas para ascender. Aunque no fueran a utilizarlas, Link se mantuvo vestido con la armadura zora, ya que no quería que Ukiro lo descubriera (de momento). Una vez pasado el cartel de alerta, no tardaron en encontrar al centaleón, que rugió al verlos.

—Adox: ¡Uahh! ¡Ahí está!

—Link: Calma, Adox. Nos está saludando.

El monstruo hizo una seña, y Ukiro, transformado en perro, apareció por la izquierda.

—Link: Vale, ehh... Supongo que, con entregarle la lanza, bastará. He conseguido una nueva arma, así que no me importa mucho... (Aunque me había acostumbrado a pelear con lanza...)

—Adox: Vale, pues hazlo ya... No me fío mucho de ese bicho, dásela y nos vamos...

—Ja, ja. No pasa nada, hombre.

Entonces, sacó la lanza y la extendió al frente. Miró al centaleón, y comenzó a hablar.

—Link: Centaleón, tal y como te prometí, he regresado. Vengo a entregarte lo prometido, así que podemos finalizar aquí la hipoteca.

Ukiro, al instante, comenzó a ladrar hacia el centaleón. Estaba traduciendo el mensaje de Link, quien colocó la lanza en el suelo, y dio un par de pasos atrás, guardando silencio. El centaleón asintió con la cabeza, todo parecía estar en orden. Caminó firmemente hasta su esperado crédito, quedando a un solo metro de distancia de Link y Adox, estando este último en guardia con sus piernas. Después, se agachó para recoger el arma, pero cuando la tuvo al fin en sus manos... soltó un gran rugido, y su rostro pasó a mostrarse enfadado.

—Adox: No me...

—Link: ¡Ey, ey, ey! ¡¿Qué está pasando?!

—Adox: (Me lo imaginaba... ¡Mierda, en guardia!)

No obstante, su rostro volvió a la normalidad justo después de aquello, y se quedó observando la lanza. Adox no entendía nada.

—Link: E-Este centaleón es asombroso. Solo ha bostezado...

—Adox: ¡¿Eso ha sido un bostezo?! (Yo pensaba que se había enfadado por las modificaciones que Prunia había hecho...)

Entonces, Ukiro se acercó, y se sentó cerca de ellos, ladrando felizmente. Trataba de decirles que el centaleón era muy amable y bondadoso, a pesar de su apariencia.

—Adox: Ey, Ukiro, ¿qué tal? Soy amigo de L-...

Link le pisó el pie, para no dejarle terminar.

—Adox: ¡¡Uahhh! D-De Adox. Soy amigo de Adox... (Mierda, casi la lío...)

Ukiro, sin embargo, se tumbó en el suelo, y se puso a hacer la croqueta.

—Adox: ¡Pero será...! ¡Encima pasa de mí!

El centaleón se acercó a los dos, y les extendió su mano. Ya con menos miedo, se la estrecharon, firmando así el trato, y dejando a Ukiro libre.

—Link: Bueno... Pues, con esto, ya estaría todo... ¿Nos vamos ya?

—Adox: Vale... Aunque todavía no me puedo creer que le haya dado la mano a un centaleón como si nada...

- - - - -

En el hospital de la Región de los zora, Utsubi al fin había abierto los ojos tras la ardua operación a la que se había sometido. Cuando despertó, no obstante, se llevó una gran sorpresa, pues su mejor amiga de la que no había vuelto a ver era ahora la enfermera que lo cuidaba. Tras salir a la luz los verdaderos sentimientos de ambos, Utsubi dejó atrás su pesimismo y le propuso matrimonio a su amada, quien aceptó sin dudarlo. Era la primera vez en muchos años desde que estaba tan feliz.

—Utsubi: (Espero que no sepa demasiado amarga...)

Akime, al fin y al cabo, seguía siendo su enfermera, así que se había ausentado en ese momento para ir a por su medicamento. Utsubi estaba con una sonrisa, embobado, mirando por la ventana, perdiéndose en sus pensamientos. Fue entonces que su sonrisa se desvaneció por un momento.

—(Espero... que los chicos estén bien... Deseo con toda mi alma que puedan cumplir con éxito la misión. Honelia... no pierdas la vida, por favor... Yo, por mi parte, creo que termina mi aventura por Hyrule... Espero que podáis perdonarme, amigos... pero quiero quedarme a vivir aquí, con Akime. Ella se ha convertido en el nuevo propósito de mi vida, ya no me importa encontrar una cura a mi problema, con mi anillo podré fingir que soy una persona normal... Conseguiré algún trabajo, viviré con mi esposa... Quizá hasta forme una familia... Gracias por todo, de verdad...)

Entonces, dejó de sobrepensar tanto, y se fijó en lo que podía ver tras la ventana.

—(Hmmm... Hay mucha gente en la plaza... ¿Están... de celebración?)

Entonces, vio bajar por unas escaleras, al fondo, a una figura que reconoció fácilmente.

—(¡E-Espera un momento! ¡Ese es Sidon! ¡Agh, ojalá pudiera llamarlo para que viniera! ¿Qué hace ahí? Espera un momento... Celebración... Sidon... ¡No me digas que...!)

Mientras trataba de llamar su atención a través del cristal (inútilmente, ya que estaba muy lejos), comenzó a escuchar de nuevo pasos en el pasillo.

—Utsubi: (¡Ahh! ¡Akime! ¡Ya está aquí, qué bien! Le preguntaré a ella, que le habrán informado...)

Los pasos frenaron al llegar a su puerta, y esta comenzó a abrirse. No obstante, quien estaba tras ella no era Akime. Quien se había presentado ante él no era ni más ni menos que Groy, quien sujetaba con la otra mano una espada enorme en su espalda, apoyada sobre su hombro. Una espada enorme... con el cadáver de Akime completamente ensartado en ella, como una brocheta, goteando una cantidad ingente de sangre a su paso, formando en el suelo un desagradable charco que no paraba de aumentar de tamaño. En cuanto ambos cruzaron miradas, Groy sonrió ligeramente.

—Utsubi: ...

Utsubi simplemente perdió la mirada. No supo cómo reaccionar exactamente a lo que acababa de ver. No gritó, ni lloró, ni tembló, ni se desmayó. Simplemente, se quedó en el sitio, sentado en su cama, mirando al frente, desconsolado.

—Utsubi: Supongo... que así son las cosas...

Cerró los ojos, y se quedó esperando su cruel destino.

—Groy: Je...

A una velocidad de vértigo, su espada se desplazó en un instante hasta su nueva víctima, atravesándolo por completo, quedando junto a Akime, unidos a través del mismo filo.

- - - - -


Link había llamado a Ukiro para que viniera y, una vez los tres juntos, tras despedirse del Centaleón, que se había alejado a otra zona de sus dominios, comenzaron su marcha.

—Link: Qué ganas de ver a Utsubi, ¿eh?

—Adox: Sí... Todavía tengo que disculparme por lo que hice...

—¿Otra vez con eso? Creía que había quedado claro que no había sido tu culpa.

—Ya... Pero, aún así, siento que debería contarle lo ocurrido y disculparme por mi error...

—Bueno... De todas formas, Utsubi es muy bueno, no creo que te diga na-...

Link no pudo terminar de hablar. Todo pasó muy rápido. Alguien muy cobarde lo emboscó, y su cabeza, con una flecha enorme atravesada en ella, salió volando de su cuerpo, rodando por el suelo pendiente abajo. El resto de su cuerpo se cayó, comenzando a brotar de su cuello un río de sangre.

—Adox: A-A-A-... ¡¡¡¡AHHHHHHHHHH!!!! ¡¡¡¡AHHHHHHHHHHH!!!!

Ukiro comenzó a ladrar, y se transformó en bestia de inmediato.

—Adox: ¡¡¡¡NOOOOOOOOO!!!!

Miró rápidamente en la dirección del disparo. Había alguien... Alguien muy alto se ocultaba tras un árbol. Alguien muy alto... que llevaba puesta una máscara de gas.

—Isyr: (Vaya... Sí que ha sido fácil...)

El Éfiro - Zelda Breath Of The WildDonde viven las historias. Descúbrelo ahora