Sesenta y uno

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Sesenta y uno

Porsche y Sahin cruzaron miradas y al mismo tiempo ordenaron a sus hombres dejarlos a solas, Ken no estaba de acuerdo, sin embargo, al igual que cualquier persona que trabaje para los Theerapanyakul jamás se atrevería a desafiar las órdenes de Su Señoría, por otra parte, Viviane tampoco estaba feliz, pero, realizó una reverencia en silencio y confió en el buen juicio de Il Fenice. Tan pronto en la habitación solo se encontraron Su Señoría e Il Fenice el ambiente se relajó dejando que por fin puedan tener una conversación.

―¿Té o café?― ofreció Sahin.

―Whisky― contestó Porsche e Il Fenice sonrió suavemente, por supuesto que los asuntos a tratar necesitan ujalgo más fuerte que un té o un café ―Pero, usted no debe sentirse obligado a beber conmigo si su religión se lo prohíbe.

―Incluso si mi religión lo prohibiera hoy lo acompañaría con un trago, después de todo, mi corazón también sufre.

Sahin sirvió dos vasos de whisky con solemnidad como si se tratara de una bebida sagrada. En silencio, ambos tomaron un trago al mismo tiempo como señal de que confían en el otro y se prepararon para tratar el asunto que los llevó a encontrarse.

―Déjeme decir que encontré alivio al saber que los Theerapanyakul gocen de tener entre su familia a un Omega con el que pueda hablar, me entiende ¿no?― expresó Sahin con tranquilidad.

―Claro que lo entiendo― Porsche sonrió suavemente ―Conozco el carácter impulsivo e irracional de los Alphas y en especial aquellos que tienen poder, toda familia que quiera sobrevivir con el paso del tiempo necesita de un poco de guía moral.

―Mi madre solía decir que los Omegas nacimos para servir a los Alphas y, por mucho tiempo creí que ese sería el futuro que me esperaría― contó Sahin con una pizca de ira en la voz ―No sé de sus motivos para contraer matrimonio con su Alpha, pero, en el mío se trató de un acuerdo en el que no tuve opinión.

―Kinn y yo no estamos casados, o bueno, no del todo, sin embargo, admito que la marca que nos vinculó fue tanto deseo mío como de él― Porsche llevó sus dados a la marca en su cuello y sintió su corazón apretarse en angustia ―Aunque nuestra historia tampoco es un cuento de hadas, en su mayoría las cosas que sucedieron entre nosotros fue cuestión de voluntad.

―Tenemos muy poco de eso cuando nos involucramos con personas como Salvatore o el Señor Theerapanyakul ¿no?― intentó bromear Sahin aunque sus palabras tuvieron un gusto amargo.

―La voluntad es algo que puede costarnos caro― apoyó Porsche y ambos suspiraron.

Sahin terminó su whisky de un solo trago y, con el alcohol quemando sus entrañas poco acostumbradas a ese tipo de bebidas recordó el precio tan alto que está pagando por tener voluntad.

―Me gustaría sentirlo, pero, todos estos años me negué a la marca, lo amenacé para que jamás se atreviera y ahora, cuando necesito saber si está vivo o no, nada puede darme esa respuesta― se lamentó Sahin ―Il Fenice no debería envidiar o sentir que algo le sucede, sin embargo, dentro de ese titulo estoy yo, Sahin y tengo arrepentimientos a cuestas y deseos en el corazón.

―Si estaban juntos seguramente están vivos― consoló Porsche, en el pasado odió tanto tener esa marca, bloqueó el vínculo e hizo de todo para que Kinn no los encontrase, sin embargo, ahora ni muerto renunciaría a ese vínculo. Esa sensación de aún hay alguien del otro lado le da esperanza para vivir, aunque, también lo llena de terror de que en cualquier momento deje de sentirlo, si eso sucediera no sabría cómo continuar.

―¿Se ha comunicado?

―No, pero, el vínculo continúa activo.

Una vez más silencio entre ambos y una nueva ronda de whisky que ya no quemó, sino, trajo alivio para las dos almas atormentadas.

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